Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 31 de marzo de 2003
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Cultura

Vilma Fuentes

Salón del Libro en París

Sin ninguna nostalgia, recuerdo los primeros salones del libro en el Grand Palais, en la parte arbolada de los Champs Elysées. Si alguna tuviera sería por las ilusiones con que buscaba y creía lograr encontrar un libro, el libro, ése que me iniciaría en misterios que no podía ni imaginar.

No obstante, lo suntuoso del lugar, Wagner o Mozart a todo volumen para anunciar el cierre de las puertas bajo las bóvedas del palacio, no deja de conmoverme aún hoy.

Pero el Gran Palais tuvo que ser restaurado y, con ese buen pretexto, el Salón del Libro fue transladado al Palais des Expositions, construcción moderna y comercial que de palacio no tiene más que el nombre, situado en la periferia sur de París.

El salón perdió algo de ese encanto snob con que la gente, sin conocerse, fingía reconocerse, con rápidos reojos, una inclinación de cabeza más fugitiva que un relámpago, un saludo apenas perceptible, y no sólo la noche en que se inauguraba. Las bandas ilustradas, los libros-juguetes, fueron invadiendo el salón... con las filas de escuelas de encantadores encuincles y escuinclitas corriendo por todos lados para recordarnos la gracia de la infancia. Pero las cifras de venta de estos productos aumentaban las de numerosas editoriales... En fin, mientras los niños lean, aunque no sea sino monitos... Con tal de que aprendan a leer, como dice cada santa madre inquieta de la riqueza educativa que parece una obligación legar. Y para eso está el Salón del Libro, Ƒo no? Yo, antes como madre, hoy como abuela, hago lo mismo: mostrar a Pablo algunos escritores, menos raros que los marcianos después de todo, con el deseo de que se le pegue algo de la sabiduría de tantos intelectuales desperdigados por los corredores o en fila frente a las mesas con las pilas de libros que firman a quien los compre.

En esta ocasión el Salón del Libro parecía estar destinado al escándalo provocado por dos volúmenes de investigaciones alrededor del periódico Le Monde. El primero, La face cachée du Monde, un ensayo de Péan y Cohen, dos de los más reputados investigadores del género, se agotó en tres días. Anunciado en el último momento, ''para evitar presiones que pudiesen impedir su aparición'' por el editor Claude Durand (el mismo que tradujo al francés Cien años de soledad), el libro se vendió como pan caliente y sigue a la cabeza de las ventas. Pero la sorpresa fue sobre todo para la triple dirección de Le Monde, acusada de tráfico de influencias, métodos trotskistas, abusos, ataques difamatorios contra algunos personajes (como Bernardette Chirac), cuentas falseadas, subvenciones recibidas en secreto... Los tres dirigentes del prestigioso diario contestaron en sus páginas enumerando las faltas de ortografía y otros detalles nimios, negándose al debate público con Péan y Cohen y amenazando con un proceso. Durand se vio obligado a aclarar que el libro no pudo ser bien revisado pues debió ser impreso en España para evitar su censura.

Sin embargo, el público sabía que el famoso diario de referencia ya no lo era desde hacía varios años, cuando la actual dirección se apoderó del periódico. Tendencioso, parcial, militante, los escándalos ocupaban día tras día más lugar en sus páginas.

El otro libro, Petit déjeuner en Tyrannie, de Eric Naulleau, es un delicioso panfleto al estilo volteriano contra la mafia literaria que domina en el suplemento semanal Le Monde des livres. Sus lectores pueden gozarlo y reírse a carcajadas con la descripción de la encargada de esta sección. En efecto, sus preferencias, sus apoyos, los lazos mafiosos con algunos autores y algunas editoriales... y su vasto desconocimiento de la literatura.

Cabe señalar que en esta ocasión el invitado de honor al salón fue por vez primera una lengua y no un país, la de Flandes y los Países Bajos.

Por desgracia el salón ha coincidido con los inicios de la guerra contra Irak y es difícil pensar en lo cotidiano cuando se escucha el horror de la información. Así, el número de entradas pasó de 220 mil el año pasado a 186 mil el presente. No queda sino desear que la guerra termine cuanto antes. Una guerra no da nada bueno a nadie, sin excepciones.

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