Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 11 de abril de 2003
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Política

Gilberto López y Rivas

La guerra imperialista

La agresión militar de Estados Unidos y su incondicional aliado británico en contra del pueblo y el gobierno de Irak debe ser caracterizada esencialmente como una guerra imperialista.

A pesar de las distancias históricas y las diferencias tecnológicas en el armamento, la estrategia y los equipos bélicos con respecto a las clásicas guerras imperialistas, la ilegalidad y violación al marco jurídico internacional de esta invasión y, sobre todo, los objetivos de las potencias y los grupos de poder monopólico vinculados a ella -lograr el control de recursos económicos, principalmente energéticos, y el dominio político y militar de un territorio o área de influencia- siguen la misma naturaleza definitoria de las intervenciones imperialistas del pasado reciente.

El viejo Lenin señalaba en 1916 las tendencias generales del capital financiero de apoderarse de territorios por cualquier medio, incluyendo guerras de conquista, buscando el control de las fuentes posibles de materias primas. También, hoy como ayer, la guerra es una de las vías para paliar la crisis de la economía capitalista de Estados Unidos y de sus aliados más cercanos. La fraternidad petrolera y el complejo empresarial militar celebran la matanza del pueblo iraquí por el alza de sus acciones y la reactivación de sus macabras operaciones.

En la contraparte iraquí, pese al carácter dictatorial del régimen de Saddam Hussein, que aniquiló a la oposición comunista y democrática y enfrentó con violencia extrema las rebeliones de los kurdos (ahora colaboracionistas de las fuerzas expedicionarias), la actual guerra en contra de la invasión extranjera se define de resistencia nacional, una guerra patriótica que involucra a la nación iraquí en defensa de su integridad territorial, de su soberanía y del derecho de autodeterminación de pueblos y naciones consagrada en la Carta Constitutiva de la Organización de Naciones Unidas.

Estos alcances conceptuales, además de razones morales, religiosas y humanitarias, han sido captados por millones de seres humanos a escala planetaria y han sido el fundamento plural y amplio del actual movimiento pacifista mundial, incluyendo a quienes valerosamente en el interior de las metrópolis imperialistas no apoyan los afanes belicistas y genocidas de sus gobiernos. La resistencia del propio pueblo estadunidense a la política belicista de su gobierno constituye la piedra angular de la movilización en el ámbito internacional.

Asimismo, como toda guerra imperialista, la agresión a Irak tiene un carácter profundamente racista en la esfera ideológica de sus justificaciones y motivaciones. Resulta grotesco que el gobierno de Estados Unidos recurra a argumentos de supuestas misiones liberadoras, antidictatoriales y democratizadoras cuando este gobierno ha sido el incubador, alentador, cómplice de cuanta dictadura ha proliferado en los últimos cien años en todo el mundo y el único poder militar en utilizar el arma atómica contra población civil, a pesar de que sus servicios de inteligencia ya habían advertido de las intenciones japonesas de rendición.

Recordemos que Estados Unidos se conforma como nación con base en el genocidio y etnocidio de las diversas etnias americanas; a partir de una guerra de conquista contra la república de México; sometiendo a los pueblos de origen africano a los rigores y sufrimientos de la esclavitud, la discriminación y la segregación hasta nuestros días. Incluso, de esa historia de violencia tumultuaria, Estados Unidos aportó el verbo linchar al diccionario de la infamia.

Este incompleto sumario de agravios no incluye los sufrimientos humanos y los infinitos actos de violencia causados por el imperio británico a los pueblos del mundo durante el largo dominio colonial. Baste mencionar sólo dos ejemplos paradigmáticos de la brutalidad represiva del imperio británico: Irlanda e India, y las también emblemáticas resistencias de sus pueblos para liberarse de la democrática corona inglesa.

Más allá del misticismo religioso, combinado con un nacionalismo exacerbado y excluyente, y la manipulación informativa a escala mundial de las grandes cadenas de noticias al servicio de los militares estadunidenses, los pueblos de todos los confines han captado la esencia expoliadora e inhumana de esta guerra y se han pronunciado masivamente contra ella.

Para millones de personas esta agresión armada, así como el concepto de guerra preventiva que la sustenta, es la continuación de un proyecto para imponer la dictadura mundial del capital a partir de la hegemonía militar de Estados Unidos. Significa un virtual golpe de Estado que atenta contra las más elementales libertades ciudadanas, incluso en el interior de las propias metrópolis imperialistas. Constituye una amenaza directa contra Cuba y Venezuela, e incluso contra México, y la profundización de la intervención militar estadunidense en Colombia. Es el tiro de gracia para la desprestigiada ONU y la generalización del terrorismo de Estado. Sólo la movilización de los pueblos puede detener la guerra. Hagamos patente nuestra indignación y actuemos en defensa de la paz y la justicia. Otro mundo es posible.

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