Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 27 de abril de 2003
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E D I T O R I A L
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¿EL CAMPO SI AGUANTA MAS?

El frente campesino, constituido por fuerzas muy disímiles, como el CAP (Congreso Agrario Permanente, organización que negoció en posiciones subordinadas con el salinismo) y la CNC (central corporativa campesina ligada desde siempre al Partido Revolucionario Institucional) o El Barzón (organización de deudores, de oposición) y El campo no aguanta más, se encuentra ahora en la grave disyuntiva de firmar o no el Acuerdo Nacional para el Campo, patrocinado por el gobierno.

Por un lado, el recuerdo terrible de la firma, bajo presión de Salinas de Gortari, de la reforma al artículo 27 constitucional, abriendo la puerta a la privatización de las mejores tierras y de los recursos naturales, ronda por la cabeza de los dirigentes campesinos, que no quieren suicidarse políticamente como hicieron sus antecesores.

Por otro lado, es evidente que ha sido raquítico el resultado de la enorme marcha del 31 de enero, que contó con el apoyo de sectores obreros, académicos y de la misma Iglesia, no sólo porque no hubo más movilizaciones y los dirigentes campesinos se limitaron a negociar en orden disperso y entre cuatro paredes con los funcionarios gubernamentales -y hasta con la embajada de Estados Unidos, a la que dieron de hecho cartas en el asunto- sino también porque en nombre de un supuesto realismo cedieron en puntos fundamentales de sus exigencias.

El documento que se deberá firmar cancela en efecto la demanda de renegociar el capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y de revisar el artículo 27 constitucional, así como la exigencia de excluir definitivamente maíz y frijol de dicho tratado; no habla ya de soberanía alimentaria ni de restructurar la economía campesina en la vía de un nuevo proyecto de nación; sobre los Acuerdos de San Andrés y sobre las reivindicaciones de los indígenas; convierte los 20 mil millones de pesos que los campesinos pedían para salvar al campo en sólo 2 mil 800 millones de un fondo de emergencia formado además con ingresos inciertos, y que no representa sino unos 10 días de la subvención concedida a los banqueros con el Fobaproa; promueve la penetración de los transgénicos y el otorgamiento de patentes y la venta de la biodiversidad (cosa que rechazan los indígenas, ignorados en el documento).

Las pocas concesiones -inferiores inclusive a las hechas por Salinas en su momento- forman ya parte de las políticas oficiales (aunque no se apliquen) y la promesa de renegociar el TLCAN, además de depender de la voluntad de Estados Unidos y Canadá, prepara el camino a otra promesa que nada garantiza, como es la de aplicar los mecanismos del propio tratado en defensa de los intereses del campo mexicano, que hasta ahora no se ha hecho y que llevaría a una larga disputa en la Organización Mundial de Comercio y chocará sin duda con la brutalidad e intransigencia demostrada en todos los terrenos por el gobierno estadunidense.

¿Cuál es entonces el camino? ¿Romper con el gobierno después de haberse dejado engatusar y atar por el mismo y no negociar más? ¿O negociar lo negociable -no la política neoliberal- apoyando las negociaciones con movilizaciones y con una campaña de esclarecimiento y organización que explique cada uno de los puntos de la propuesta de acuerdo, sus diferencias con los documentos iniciales campesinos y la posibilidad de obtener otra cosa a condición de hacer un amplio frente con sectores agrarios, como los indígenas o urbanos (obreros, consumidores, intelectuales) sobre la base de la lucha por las reivindicaciones populares y por la soberanía alimentaria y la discusión de un pacto social que restructure el campo y el país?

El gobierno sin duda alguna continuará aplicando una política anticampesina, como es la neoliberal, sobre la cual no tiene ninguna diferencia con lo que hicieron Salinas o Zedillo. Pero una cosa es que la haga por su cuenta y otra con el aval de los dirigentes campesinos, porque éstos estarían diciendo así que "el campo sí aguanta más" hasta desangrarse por completo. El problema central no es entonces si se firma o no el documento gubernamental y se aceptan o no algunas migajas. Es, en cambio, si firmando o no se recurre a los campesinos y a la sociedad y, tomando en serio la idea de que el campo no aguanta más, se luche por crear un movimiento nacional con una propuesta realista de transformación del país, como en un comienzo proponía el ala más avanzada de los campesinos.
 

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