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México D.F. Viernes 2 de mayo de 2003

Washington exigió a La Habana tomar "medidas" contra secuestros, confirma el presidente

Advierte Castro a EU que Cuba enfrentará "todas las amenazas"

Reitera el gobernante su apoyo a la aplicación de la pena de muerte a crímenes considerados graves

Nazifascista, la política de la Casa Blanca; allí se discute "dónde, cómo y cuándo atacarnos", señala

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 1Ɔ de mayo. La polémica in-ternacional sobre Cuba marcó aquí la celebración del Primero de Ma-yo con el reflejo de una amplia oposición a un eventual ataque de Estados Unidos contra la isla, junto con una escala de matices respecto a decisiones del gobierno del presidente Fidel Castro.

Aunque la fiesta sindical fue ce-lebrada con desfiles en todo el país, la atención estuvo en un mitin en la Plaza de la Revolución de La Habana, que según medios oficiales reunió a un millón de personas.

Castro había anunciado cinco días antes que no hablaría para dejar la palabra a invitados extranjeros, pero en la noche del miércoles la televisión informó lo contrario. En un discurso escrito, refrendó la disposición cubana a resistir un potencial ataque estadunidense, luego que esta semana funcionarios de Estados Unidos renovaron acusaciones contra Cuba.

De lleno en el debate, con alusiones a las detenciones de activistas opositores, el fusilamiento de tres secuestradores de una lancha y las críticas que uno y otro hecho han suscitado, Castro insistió en defender la aplicación de la pena de muerte, cuya eliminación le fue solicitada por el pastor estadunidense Lucius Walker, sólido aliado del gobierno cubano.

El gobernante reprochó a quienes "desde supuestas posiciones de izquierda y humanistas han atacado a nuestro pueblo" y respondió elípticamente las críticas del papa Juan Pablo II, entre otras, con esta frase: "Ni siquiera Cristo, que expulsó a latigazos a los mercaderes del templo, dejaría de optar por la defensa del pueblo".

Contra las presiones

Por segundo año consecutivo, la ce-lebración del Día Internacional de los Trabajadores eliminó el desfile en La Habana, que fue remplazado por un mitin. Castro no participa en caminatas desde hace dos años.

Su hermano menor, general Raúl Castro, encabezó la marcha en la provincia oriental de Santiago de Cuba, como acostumbra cada año.

El acto en la capital debía empezar a las 8 de la mañana, pero se adelantó media hora ante una amenaza de lluvia. En cambio, parte de la multitud, que fue trasladada en más de mil 700 vehículos, soportó un aguacero en la madrugada.

La decisión de Castro que lo llevó a subir a la tribuna, contra su propio anuncio, quizás se explicaba por la batería de mensajes de Estados Unidos hacia la isla desde el fin de semana.

En este lapso, Washington intentó infructuosamente llevar el tema cubano a una resolución de la Or-ganización de Estados Americanos, protestó airadamente por la relección de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de Naciones Unidas para otros tres años y pidió el apoyo de los dos países latinoamericanos miembros del Consejo de Seguridad, México y Chile, para acciones que pudiera tomar respecto a la isla y a Irak.

El lunes anterior, el secretario de Estado, Colin Powell, llamó a Cuba "aberración" en materia de derechos humanos, y el enviado presidencial para la región, Otto Reich, insinuó que la isla caribeña debe "preocuparse" por su futuro.

En su discurso, Castro confirmó la versión de que el viernes 25 el Departamento de Estado notificó a la Sección de Intereses de Cuba que consideraba los secuestros de naves "una seria amenaza para la seguridad nacional", y pidió que La Habana tome "todas las medidas necesarias" para evitarlos.

Estas señales se unieron en los últimos días al previsto inminente ajuste en la política estadunidense hacia Cuba.

Castro en la plaza llamó "nazifascista" la política de la Casa Blanca y dijo que "en Miami y en Washington se discute hoy dónde, cómo y cuándo se atacará a Cuba o se resolverá el problema de la revolución", y conjeturó que si hubiera un nuevo atentado en su contra no se preocuparía: "Las ideas por las cuales he luchado toda la vida no podrán morir y vivirán mucho tiempo".

Si hubiera un ataque como el de Irak, "me dolería mucho por el costo en vidas y la enorme destrucción que para Cuba significaría. Pero tal vez sea ese el último de los ataques fascistas de este gobierno, porque la lucha duraría mucho tiempo", añadió, en alusión a su ya conocido pronóstico de una resistencia militar prolongada y la oposición decisiva del pueblo estadunidense.

Dirigiéndose a ese pueblo, Castro dijo que no desea una guerra entre cubanos y estadunidenses, pero que la población de la isla la haría convencida en caso de una agresión: "Haremos frente a todas las amenazas, no cederemos ante presión alguna".

Después de una amplia defensa de la política cubana que él mismo ha dirigido desde hace cuatro décadas, Castro entró a la polémica, repasando varios discursos del presidente George W. Bush posteriores al 11 de septiembre de 2001, en los cuales el jefe de la Casa Blanca perfila su política militar.

"Nos gustaría saber cuántos de los que, desde supuestas posiciones de izquierda y humanistas, han atacado a nuestro pueblo por las medidas legales, que en acto de legítima defensa nos vimos obligados a adoptar frente a los planes agresivos de la superpotencia, a pocas millas de nuestras costas y con una base militar en nuestro propio territorio, han podido leer esas palabras, tomar conciencia, denunciar y condenar la política anunciada en los discursos pronunciados por el señor Bush", dijo.

Luego señaló: "Dejando a un lado a los grupos políticos oportunistas, demagogos y politiqueros de sobra conocidos, me refiero ahora fundamentalmente a los que fueron amistosos con Cuba y luchadores apreciados. No deseamos que los que la atacaron, de forma a nuestro juicio injusta, por desinformación o falta de análisis meditado y profundo, tengan que pasar por un dolor infinito si un día nuestras ciudades están siendo destruidas y nuestros niños y sus madres, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos destrozados por las bombas del nazifascismo, y conocen que sus declaraciones fueron cínicamente manipuladas por los agresores para justificar un ataque militar contra Cuba".

Pasó después a la pena de muerte, refrendando su respeto a quienes se oponen por razones religiosas, filosóficas o humanitarias. "Los revolucionarios cubanos también (la) aborrecemos por razones más profundas que las que han sido abordadas por las ciencias sociales", dijo el mandatario.

Desde la tribuna, y ante un profundo silencio en la plaza, Walker había pedido a Castro la abolición de la pena capital. El religioso es líder del grupo humanitario Pastores por la Paz, que realiza periódicas caravanas con ayuda a Cuba, visita regularmente la isla y su figura es familiar para los cubanos.

Castro le respondió que "llegará el día en que podamos acceder a los deseos tan noblemente expresados", pero volvió a defender la ejecución sumaria de tres secuestradores.

"La revolución cubana -dijo- fue puesta en el dilema de proteger la vida de millones de compatriotas, sancionando con la pena capital, legalmente establecida, a los tres principales secuestradores de una embarcación de pasajeros, estimulados por el gobierno estadunidense, que trata de alentar el potencial delictivo de carácter común para asaltar barcos o aeronaves con pasajeros a bordo, poniendo en grave peligro la vida de éstos, creando condiciones propicias para una agresión a Cuba, desatando una ola de secuestros ya en pleno desarrollo que había que parar en seco, o cruzarnos de brazos".

Al Papa, que manifestó "consternación" por la detención de opositores, sus condenas de cárcel y los fusilamientos, Castro le ex-presó un "sincero y profundo respeto".

El mandatario dijo que comprende y admira la lucha de Karol Wojtyla por la paz, pero "estoy absolutamente seguro que nunca ha-bría aconsejado a chiítas y sunitas dejarse matar sin defenderse; tampoco aconsejaría algo parecido a los cubanos. El sabe perfectamente bien que éste no es un problema entre cubanos; es entre el pueblo de Cuba y el gobierno de Estados Unidos".

Entre los primeros oradores estuvieron un estudiante uruguayo y sindicalistas de Costa Rica y Perú, que impugnaron a sus gobiernos por haber promovido el proyecto de resolución sobre Cuba en la CDH.

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