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México D.F. Viernes 2 de mayo de 2003
EU: TERRORISMO EN EL OJO AJENO
El
comportamiento de Estados Unidos, en tanto que potencia ocupante de Irak
y como supuesto gobierno mediador entre israelíes y palestinos,
hace evidente la necesidad de evitar que Washington siga actuando como
autodenominado policía del mundo, como legislador planetario y como
juez de otras naciones. Ayer, el presidente George W. Bush declaró,
a bordo de un portaviones estadunidense, el "fin de las operaciones militares"
en territorio iraquí, unas horas después de que las tropas
invasoras asesinaran a más de una decena de civiles desarmados y
tras casi seis semanas de masacres cotidianas de mujeres, hombres, niños
y ancianos que no habían cometido más delito que ser habitantes
de Irak. Después de haber confirmado de esa forma inequívoca
la vocación terrorista de su gobierno, Bush anunció una "victoria
contra el terrorismo", pero se abstuvo de declarar formalmente el fin de
la guerra, acaso para prolongar indefinidamente el secuestro de los iraquíes
capturados por las fuerzas ocupantes y para dar tiempo a que los asesores
de la Casa Blanca construyan coartadas que permitan explicar la completa
ausencia de armas químicas en el país invadido, armas cuya
supuesta existencia fue utilizada como argumento central de la agresión
armada angloestadunidense.
Poco antes de que Bush se dirigiera a los efectivos militares
del portaviones Abraham Lincoln, representantes estadunidenses, europeos,
rusos y de la ONU entregaron al premier Ariel Sharon y a la dirigencia
palestina el enésimo refrito de un plan de paz que repite lo que
todo el mundo sabe: la evidente necesidad de establecer un Estado palestino
en Gaza, Cisjordania y la parte oriental de Jerusalén. Pero ese
camino a la paz entre palestinos e israelíes no puede ser llevado
a la práctica porque las actuales autoridades de Tel Aviv no tienen
el menor deseo de transitarlo y porque cuentan, en su empecinamiento, con
el respaldo tácito de Washington.
Para que no quedara la menor duda de la renuencia israelí
a aceptar la iniciativa, poco después de los contactos diplomáticos,
Sharon ordenó un intenso bombardeo contra Gaza que dejó 12
muertos, entre ellos un niño de dos años. Y es que en las
tierras palestinas, desde hace dos años y medio, el régimen
de Israel viene perpetrando, en escala reducida, la misma clase de actos
de destrucción y muerte que realizó en las pasadas seis semanas
el gobierno de Bush contra las ciudades iraquíes. Ambos pueblos
árabes han sido diezmados por las mismas armas, empleadas en ambos
casos con propósitos paralelamente terroristas.
Y, mientras en Medio Oriente los aparatos militares estadunidense
e israelí seguían matando decenas de civiles, en la capital
estadunidense el Departamento de Estado se permitía reiterar sus
acusaciones de "patrocinadores del terrorismo" contra siete países
que ni por asomo han ostentado conductas violentas, criminales y genocidas
como las de Washington y Tel Aviv, La lista del departamento de Estado
está compuesta por Cuba, Irán, Siria, Libia, Sudán,
Corea del Norte y, tal vez por un descuido burocrático, Irak, que
en el momento actual carece de gobierno constituido, además de la
fantasmagórica organización Al Qaeda. Descontando a esta
última, cuya existencia se parece cada vez más a un acto
de fe demandando por Bush a sus aliados, es evidente que ninguno de los
gobiernos mencionados por la oficina de Colin Powell puede rivalizar, en
materia de violaciones a los derechos humanos, con Estados Unidos. Si la
expresión típica del terrorismo contemporáneo es el
asesinato de civiles por medio de artefactos explosivos, el Departamento
de Estado tendría que iniciar su lista con el gobierno del que forma
parte.
Pero la actual administración estadunidense ha
demostrado su disposición a la agresión bélica incluso
en ausencia de pretextos mínimamente verosímiles, y las poblaciones
de los países incluidos en la referida "lista negra" se encuentran
en peligro de ser víctimas de la barbarie estadunidense. Ante esa
perspectiva ominosa, y antes de que se concrete la amenaza de muerte contra
los civiles cubanos, iraníes, sirios, libios, sudaneses o norcoreanos,
la Unión Europea, Rusia, China y la Secretaría General de
la ONU deben poner un freno a Bush e instar a Washington a que deje de
asumir tareas -ser el policía, el juez y el verdugo del mundo--
para las cuales nadie lo requirió y para las que, evidentemente,
no está capacitado.
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