Bárbara Jacobs

Librerías brújula

"Vamos a buscar libros", me invitó una tarde en Nueva York. El viento de noviembre frío dobló mi paraguas. Verlo con el armazón hacia fuera me hizo reír tanto que perdí fuerza. El seguía caminando, el cuello del abrigo alzado contra las orejas. Tuve que detenerme. Necesité abrazar un poste. Todo era inútil. Caí vencida. Uno de los cuatro elementos a la cabeza de mi derrota; la risa y, sobre todo, ver que él seguía caminando, iba a buscar libros, otros agravantes. La acera, más resbaladiza debajo de mi cara helada, que sucia o húmeda. La ciudad, no tanto a mis pies como al alcance de mi lengua, de los párpados que también céfiro me cerraba. Si soltaba mi asidero, Ƒcaería al abismo? ƑMás profundo que el asfalto al que estaba entregada, desparramada?

Una vez en la Gotham Book Mart, sin embargo, desapareció la realidad. La ensoñación tomó su lugar y viajé al pasado y al futuro, si me invadía y me envolvía, estaba inmersa en la historia de la librería de Frances Steloff, difícil de recordar, de pronunciar, pero nombre histórico. Idealista, mecenas maternal, amante de los buenos libros, de los lectores, de los autores, de los artistas. Empezó de cero, lo cuenta en sus memorias, En compañía de genios, llegó a las estrellas, ahí está, brillante y brillando romántica, defensora de la causa perdida del amor a la lectura. Leer su libro te lleva al callejón sin salida de no querer terminarlo. ƑVas a quedarte sin él? ƑQuién te va a provocar tus propios recuerdos? ƑO cómo darles salida sin pretexto? Te verán llorar riendo, sentada en una banca de parque descuidado. Con un libro en las manos, cada cosa encuentra su lugar y el universo sigue en marcha inalterado. Fingir que lees basta para justificar lágrimas, risas y, en especial, añoranzas. Simular, la llave a la aceptación.

O lee, si no la has leído, la bitácora literaria que Steloff dedicó a su librería, con fotografías de escritores junto a los estantes, bajo la oscuridad del amontonamiento, en la estrechez del túnel al olvido del mundo exterior. ƑNo se te antoja, querido lector, perderte en búsquedas predeterminadas por el azar? Una cuadrilla de estibadores llevó a cabo la mudanza de un local a otro, un día de fiesta, montaron la estantería y acomodaron los libros sin conocerlos, juntaron a moros con cristianos; luego, dieron con el depósito del alcohol restante de las fiestas literarias y se sirvieron de él, pasaje seguro al sueño de sueños, tequila incluido, hasta la mañana siguiente.

Guerra de por medio, Frances Steloff conseguía dinero para los escritores atrapados entre el ruido de los bombardeos y los gritos inútiles de las víctimas inútiles. Para presentar Finnegans Wake montó un velorio en el escaparate; para poner orden en el caos de la creación, fundó la Sociedad James Joyce. Inventó la venta por catálogo, o aplicó a los buenos libros la estrategia del catálogo y le funcionó. Escogía a los clásicos y se aventuraba con los nuevos con buen ojo. Hacía fiestas literarias en el patio de atrás. Los poetas se animaban y tenían la iniciativa de hacerse organizar por Frances una lectura, y funcionaba. No faltó el empleado que, ex, soltara los reclamos que lo asfixiaron mientras trabajó para la Gotham Book Mart.

"Lo que usted busca es sentarse a leer, Ƒno?", me sorprendió el propietario de la librería en la que hice mi primera solicitud de empleo. ƑPodrías trabajar en una librería sin estar por lo menos acariciando los libros, es decir, en la Gotham, en la Shekespeare & Co., en El Norte, en el número 84 de Charing Cross Road, Nueva York, París, Buenos Aires, Londres; en la Salvador Novo de aquí de la esquina, en la ciudad de México; La Torre de Lulio; la Victor Hugo, de Boston; la Documenta, de Barcelona. Jacobo Muchnik era el autor intelectual de la librería de barrio de donde fuera que él viviera; transformaba una tienda de "libros y regalos", que incluía papelería, heladería y farmacia, en librería, en librería. Jacobo, šhaces falta! Fundador en Niza, en Roma, a distancia, par tout.

En su Rápido tránsito maravilloso, José Coronel Urtecho cuenta su paso por la Gotham Book Mart. Le tocó la fiesta de los hermanos Sitwell. ƑTe imaginas? Coronel Urtecho describe la mano de Edith Sitwell como "larga, afilada, de un color de azucena", y añade que "algunos se la besaban" y que, al despedirse de ella, "se arrodillaban -pero esto seguramente es un falso recuerdo-''. ƑExisten los recuerdos que no lo sean?