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México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003

Gustavo Castillo y Enrique Méndez, ganadores del Premio Nacional de Periodismo en el género noticia

La tenacidad, recurso para llegar al fondo de la nota

Es experto en asuntos político-policiacos

RENATO DAVALOS

El afán de Gustavo Castillo por profundizar en cada caso que cae en sus manos lo lleva a los extremos de la tenacidad profesional. Es de una porfía que exaspera, pero siempre trae la mejor nota.

El viaje periodístico de Gustavo Castillo García, ganador este año del Premio Nacional de Periodismo, acompañó la mutación de la nota roja, que en años recientes rebasó su viejo entorno social para enquistarse en el mundo de la política, en el que se volcaron magnicidios y venganzas.

Experto en los más recientes alborotos que trasponen otra vez el escándalo de gobernantes, Castillo García está convencido de que aún está lejos el día en que el Ministerio Público, sea cual fuere el color del partido en el poder, dejará de ser arma política que se usa discrecionalmente para los amigos y los enemigos.

-¿Qué proyección visualizas en los casos Pemexgate y Amigos de Fox?

-En ninguno de los dos expedientes se aprecia que pueda prosperar la indagatoria por lavado de dinero, a pesar de que inicialmente se incluyó en las denuncias respectivas. Ello aunque haya un descrédito y deslegitimación del presidente Vicente Fox, más grave aún porque se trata de un gobierno que llegó con la promesa de hacerse a un lado de las transas y de disputar las elecciones con limpieza, no como lo hacía el Partido Revolucionario Institucional.

Junto con Enrique Méndez, también reportero de esta casa editorial, Castillo García recibirá hoy el premio nacional en el género de noticia, un año más en el que la distinción ya no corre a cargo del gobierno en turno. Ahora el proceso se ha ciudadanizado.

Más de una década en el ejercicio peiodístico

El tránsito de Castillo fue del aula universitaria en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales Aragón al Novedades, una estancia fugaz en Morelos y después La Jornada, con más de una década en el ejercicio periodístico, y desde hace tres años en la cobertura de escándalos político-policiacos que estallaron en las postrimerías del salinato y que repasaron prácticamente todos los géneros de las vendettas políticas entre las elites del poder. El Pemexgate fue la investigación que, junto con Enrique Méndez, le valió el premio.

Las prisiones de alta seguridad, las persecuciones políticas y la criminalización de la política fueron los escenarios, según el relato de Castillo, en que su quehacer se ha desenvuelto en tiempos recientes. Los homicidios simples y la violencia urbana cedieron espacio en los titulares de los periódicos y de los noticiarios radiales y televisivos a los delitos vinculados con la política y los gobernantes. Pero también la impunidad empezó a convertirse en el valor de uso y cambio en este escenario.

Aquí, Castillo rememoró la frase con la que se dirimen las discrepancias políticas en los tiempos recientess: "los enemigos del actual serán los del que siga".castillo_gustavo_ii03 Se persigue a grupos y el Ministerio Público se consolida como posible arma de personajes en el poder, apuntó. Está muy lejano el día en que un procurador general de la República actúe contra un presidente en turno, a pesar de que haya razones fundadas.

Esa discrecionalidad en la aplicación de la justicia, añadió Castillo, permite que haya capos en desgracia, mientras otros gozan de libertad; defraudadores protegidos, y una impartición de la ley que no permea en forma igualitaria entre la sociedad. No importa que un día un político meta maíz contaminado, carne enferma o que abra empresas off shore en algún paraíso fiscal con la aquiescencia de autoridades.

Respecto al Pemexgate también aludió a las presiones de la autoridad foxista y el citatorio que se extendió a otros reporteros que escribieron del asunto. Después de la publicación las informaciones oficiales se cerraron, los priístas negaron todo y la Procuraduría General de la República se dedicó más bien a investigar que la información había sido filtrada en la Contraloría, más que centrarse en la dimensión de la denuncia.

Desde entonces la Procuraduría General de la República estiló que en cada declaración de un reportero estuviera gente de Comunicación Social, indicó. Las presiones, que incluso cuestionaron la calidad moral y educativa de alguien, hicieron concluir con prontitud que el mensaje del gobierno era que como reportero no debías asomarte a investigaciones pesadas.

Está visto que en el Pemexgate no va a avanzar la parte vinculada al lavado de dinero, porque ello implicaría inmiscuir delincuencia organizada e involucrar a políticos distinguidos, y no se ve que el gobierno foxista se la vaya a jugar. Pero tampoco se observa que vaya a suceder gran cosa con el caso Amigos de Fox, pese a que están en juego la credibilidad y legitimidad de un gobierno que llegó con la promesa de no incurrir en los mismos vicios y anomalías que los priístas.


"Mi mayor gusto es buscar la información, pelearla"

Actualmente cubre el Partido Revolucionario Institucional

ROSA ELVIRA VARGAS

Enrique Méndez es de esos reporteros de a deveras, para los que no hay satisfacción mayor que ganar la nota. Le apasiona su trabajo. Por eso ganar el Premio Nacional de Periodismo era algo que tarde o temprano llegaría. Revelar el Pemexgate junto con Gustavo Castillo fue, ciertamente, una noticia bomba. Pero en su quehacer cotidiano fue apenas el cumplimiento de una obligación. No más, pero tampoco menos.

"No tengo otra cosa que hacer más que reportear. Es un trabajo que me apasiona, y mi mayor gusto es tener la información antes que nadie, pelearla. Luego está la satisfacción de verla publicada."

Méndez es de carcajada franca y rápida, de ojos limpios. Y quienes lo conocen saben que es bueno como el pan. Además de mucho trabajo, lo ha ayudado en esto una buena dosis de suerte. Su paso por otras redacciones, antes de llegar a La Jornada, lo platica muerto de risa.

"Hice estudios de periodismo en la Carlos Septién García. En enero de 1991 empecé a trabajar en El Heraldo, en la guardia de redacción. A veces hacía suplencias de reportero. En 1992 se formó ahí un grupo para reportajes especiales, donde empecé a ensayar los géneros. En febrero de 1993 pasé a El Economista. Por esos días una reportera se fugó con el novio. Me iban a asignar la cobertura de la Sedeso, pero por ese ajuste... ¡que me mandan a la Presidencia! Llegué verde; antes cubría aeropuerto y el PAN."

Y no cesó ahí su buena estrella. "En enero de 1994, cuando la aparición del EZLN, Paco Barradas, quien era mi jefe, se fue a Chiapas; (Jorge) Teherán se quedó a cargo de la edición y por eso a mí me mandaron a la campaña de Colosio. Cuando lo asesinaron en Tijuana ya no me tocó cubrir la de Zedillo, pero sí la de Fernández de Cevallos. Todavía en El Economista estuve en la crónica parlamentaria y de nuevo en la fuente presidencial, en 1997.

En abril de 1998 ingresó a La Jornada. Desde entonces tiene asignada la cobertura del PRI, al que vio todavía bajo la férula dominante del Presidente de la República y luego los ensayos de su democracia interna, "pero que para mí sólo es algo que aún no logran. La dirigencia sigue imponiendo la línea junto con algunos gobernadores. En 2002 sólo cambió el grupo que controla al partido".

-¿Cómo viste la derrota del PRI en 2000?

-Desde 1988 yo tenía la esperanza de que el PRI pudiera dejar la Presidencia. En 1994 también tuve esa expectativa, que se cayó cuando Fernández de Cevallos nos salió con la vacilada de que él nunca quiso ser candidato del PAN, sino que lo había elegido una convención. Pero en 2000 ya vimos el derrumbe del PRI, acelerado por la pugna entre Roberto Madrazo y Francisco Labastida.

-¿Cuándo empezaste a intuir que el PRI perdería la Presidencia?

-En el proceso interno para elegir candidato se vio que el PRI no sólo podía hacer fraude hacia fuera, sino también hacia dentro. Ahí ocurrió, además, como con las boletas electorales de 1988: los paquetes con los votos nunca aparecieron.mendez_enrique_ii02

"Ya con Labastida como candidato en el PRI tenían urgencia de dar a conocer sus encuestas. Hacían ensayos muy curiosos. Presentaban simultáneamente varios sondeos y por el promedio de los mismos ubicaban la ventaja que decían tener."

-¿Crees que en el PRI ya les latía la derrota?

-Sabíamos que estaban demasiado preocupados, que Fox les quitaba el sueño. Y ahora que sabemos lo que ocurrió con las transferencias del sindicato de Pemex, que no todo se invirtió en la campaña, era porque un mes antes ya sabían que iban a perder y algunos lo utilizaron como bono de retiro.

-Y el año pasado La Jornada, ustedes, descubren el Pemexgate.

-El 19 de enero se dio la nota. Obviamente en el PRI lo negaron, pero de ahí mismo surgió información adicional que demostraba además que el PRI y sus gobiernos usaron siempre a las paraestatales como cajas chicas. Ahí estaba la prueba fehaciente por primera vez.

"Se le dio seguimiento en el ámbito judicial, donde se inició la averiguación previa, con la operación Crudo, que derivó en el Pemexgate. Investigamos quiénes eran los testigos protegidos de la UEDO, sus vínculos con el equipo de campaña."

-¿Cuál ha sido el significado personal de haber descubierto esta malversación de fondos públicos?

-Cumplir el trabajo de reportero a diario; parte de la satisfacción que te da es que en algunos casos y más en uno como éste los reporteros encuentran datos que a veces la autoridad no tiene o los guarda en reserva.

"Y nos pasó que el citatorio que nos giró la PGR -a mí y a cinco jornaleros más- vino de una fiscalía para delitos cometidos por servidores públicos, porque suponían que la información del Pemexgate nos la había dado el fiscal que llevaba el caso. Su intención era que dijéramos que sí. Fue algo molesto, coercitivo, porque utilizan la fuerza del Estado para tratarnos como informantes y no como informadores."

Pero eso tiene su medida y conductos, Méndez sigue reporteando.


Antonio Helguera, premiado en el género caricatura

Casi 20 años de trazos, de hacer cartones políticos

Dice que "el foxismo es un paraíso" para los moneros

JUAN MANUEL VENEGAS

El Premio Nacional de Periodismo que hoy recibe Antonio Helguera, en el género de caricatura política, deviene en la imagen de lo que podría ser la sátira del momento mismo del país: es un reconocimiento a la crítica hacia la doble moral de la jerarquía católica, que por un lado condena cierto tipo de libertades que tienen que ver con la vida privada de los individuos, y por otro encubre a algunos de sus miembros acusados incluso de pederastia.

Y ahí está "lo notable" del acontecimiento: el premio ocurre a pesar de la "impresionante impunidad" de que todavía goza la jerarquía católica (por encima de políticos y empresarios) y en la primera Presidencia de la República que, públicamente, ha confesado y practicado su fe católica.

"Me parece muy importante que este tipo de crítica no solamente se pueda hacer, sino que quien la haga, en un momento dado, pueda resultar premiado", comenta Helguera entusiasmado. No es para menos. Si bien se trata de un tema "difícil y delicado para la sociedad en general y para este gobierno tan cercano a los Legionarios de Cristo", ya es momento de que los mexicanos "dirimamos este tipo de asuntos abiertamente".

helguera_antonio_pp01Merecedor ya del premio nacional en 1996 (también, como ahora, por su trabajo en La Jornada), Helguera celebra que el gobierno haya quedado fuera de la convocatoria, pues el solo hecho de que desde hace dos años sea entregado por un consejo ciudadano, integrado por periodistas y universidades públicas y privadas del país, lo "reviste de mayor prestigio".

Pero no hay descrédito en lo ganado hace siete años. Cuenta su experiencia de "haber probado las dos opciones": aun cuando en la anterior etapa estaba auspiciado por el gobierno, "yo no le encontré mayor objeción, porque el jurado actuó con absoluta independencia, como pasó en muchas otras ocasiones cuando el premio lo recibieron caricaturistas de larga trayectoria y prestigio y cuya independencia está fuera de toda duda, como Rius, Naranjo y Helioflores".

Sin embargo había que ciudadanizarlo, porque "también es cierto que hubo momentos en que algunos gobiernos quisieron hacer uso político del premio y mencionaré aquí, específicamente, a Carlos Salinas. Obviamente, este tipo de cosas hicieron que se demeritara. Por eso no podría seguir el premio así, auspiciado por el gobierno, y menos cuando la sociedad tiende a madurar y a ganar espacios y la prensa independiente a consolidarse y a encontrar un espacio importante dentro de la misma sociedad".

Su convicción jornalera

A Helguera se le ve en plenitud: está próximo el nacimiento de su segundo hijo. Sabe de la trascendencia del tema que abordó, y con el reconocimiento a su trabajo reafirma su convicción jornalera.

"La libertad que tenemos en La Jornada es muy amplia. Creo que no todos podrían decir que su medio les da los márgenes de libertad que tenemos aquí y el apoyo que se te da, porque no sólo gozas de libertad, sino que hay realmente un ambiente distinto para nuestro trabajo. Y aquí quiero decir que, en el caso de la caricatura, La Jornada fue innovadora, pues creo que fue el primer diario que dio un trato especial, relevante, al género. Haber llegado aquí cuando apenas iniciaba ha sido, evidentemente, algo muy importante".

Venía de El Día cuando se incorporó a La Jornada, "donde me formé realmente y aprendí el oficio directamente de mis compañeros, específicamente de El Fisgón (Rafael Barajas), que en aquella época daba un taller de caricatura. Era un taller muy completo e importante para quienes teníamos la inquietud de dedicarnos a esto. Destacaba, además, porque la caricatura no te la enseñan en ningún lado..."

Hoy, a casi 20 años de aquellos primeros trazos, se siente ubicado en un "verdadero paraíso para los caricaturistas". Explica: "este gobierno se ha convertido en eso, y es que Fox se ha convertido en el personaje ideal para cualquier caricaturista. De hecho, aunque ya en la campaña se veía que nos iba a dar mucha materia de trabajo, las expectativas se quedaron cortas y la realidad superó cualquier cosa que nos hubiéramos imaginado. ¡El propio Fox supera las caricaturas que se le hacen! Sus declaraciones y actos son un paraíso, pero a la vez un reto, porque en un momento dado las cosas que hace y dice pueden llegar a ser más chistosas que las caricaturas que uno haga".

Incluso aquí advierte un riesgo para él y sus colegas, pues cuando aún faltan más de tres años de gobierno "podemos llegar a saturarnos de Fox, y no sólo nosotros. También los lectores. El problema es que prácticamente todos los días el Presidente crea una confusión o se contradice o sale con declaraciones como aquellas en las que propuso ¡unificar las dos Coreas! Ahí, por ejemplo, el chiste está ya hecho. Y si seguimos los ejemplos son inagotables, a grado tal que últimamente yo creo que sólo ha sido superado por George W. Bush, que es tan rústico como él, pero mucho más peligroso, con mucho más poder".

Y para no saturarse, enfrentar "ese reto", Helguera confía que optó ya por dedicarse a Fox sólo en "temas relevantes", independientemente de que el Presidente esté empeñado en ofrecernos "chistes prefabricados" todos los días.

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