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México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003

Adolfo Pérez Esquivel *

La pena de muerte en Cuba y Estados Unidos

Desde hace más de cuarenta años Estados Unidos viene presionando a Naciones Unidas, gobiernos y organizaciones para lograr la condena de Cuba, acusándola de violar los derechos humanos, a fin de justificar el bloqueo unilateral que viene realizando sobre la isla.

Esto no es novedad: la política de Estados Unidos imparte premios y castigos a los gobiernos que desobedecen sus órdenes, como el condicionamiento de los créditos y las relaciones comerciales, para que voten contra Cuba en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra. Busca someter a gobiernos sumisos. Naciones Unidas no se atreve a condenar a los Estados Unidos por sus largas y sangrientas intervenciones en muchas partes del mundo, como las invasiones a Panamá, Santo Domingo, Haití, Nicaragua, El Salvador, Camboya, Vietnam, Afganistán, entre otras, y el apoyo sistemático a las dictaduras militares que responden a sus intereses.

El hecho más dramático y notorio es la reciente invasión a Irak, con miles de muertos y mutilados, desconociendo a las Naciones Unidas y el derecho internacional, provocando el colapso de las relaciones internacionales y desconociendo el clamor de los pueblos que se alzó con fuerza para decir "No a la guerra".

Los derechos humanos deben estar vigentes en todas partes del mundo y defendidos los derechos de las personas y los pueblos. No es posible que se condicionen para algunos y se silencien cuando responden a intereses políticos, económicos o ideológicos de las grandes potencias.

La pena de muerte debe ser desterrada en todos los países que la incluyen en sus constituciones y leyes. Cuba aplicó la pena máxima a tres personas responsables de actos terroristas al secuestrar embarcaciones y frente a otros hechos como el secuestro de aviones que se dirigieron a Miami. Hechos que fueron juzgados y condenados conjuntamente con otros responsables a duras condenas de prisión. Este hecho motivó una fuerte campaña y amenazas crecientes de George W. Bush contra Cuba para que la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra la condene. Muchas voces en pro y en contra de Cuba se alzaron. El gobierno cubano explicó su decisión extrema frente a los actos terroristas de que fue víctima y la escalada de los Estados Unidos en contra del pueblo cubano.

José Saramago alzó la voz para decir "Hasta aquí he llegado", rechazando la pena de muerte y las duras condenas aplicadas contra disidentes apoyados por Estados Unidos. Las iglesias evangélicas se pronunciaron contra la política de Estados Unidos y frente a las penas de muerte; intelectuales cubanos a los que se sumaron algunos premios Nobel, como Gabriel García Márquez, Rigoberta Menchú, Nadine Gordimer y Pérez Esquivel, apoyaron el llamado a la conciencia y comprensión sobre la situación cubana.

El papa Juan Pablo II pidió clemencia y se expresó una vez más contra la pena capital, siendo uno de los más claros oponentes contra la guerra en Irak.

Personalmente rechazo y condeno la pena de muerte en el mundo; considero que debe ser desterrada definitivamente. También he señalado que Estados Unidos no tiene autoridad moral para condenar a otro país y menos aún a Cuba, que viene soportando durante más de 40 años un bloqueo injusto y la agresión permanente impuesta por la gran potencia.

Estados Unidos es responsable de crímenes de lesa humanidad, igual que Gran Bretaña y Australia, por los crímenes cometidos contra el pueblo iraquí; sus mandatarios deben ser juzgados como criminales de guerra y representan una amenaza creciente para la humanidad. Debemos tener responsabilidad con nuestros pueblos y el mundo; señalar y reclamar políticas que hacen a la vigencia de los derechos humanos en todos los países y la abolición de la pena de muerte, en Cuba, en Estados Unidos, en Nigeria y en cualquier otro país donde estuviere vigente.

Es necesario ser solidario con el pueblo cubano y apoyarlo decididamente en el levantamiento del bloqueo impuesto por Estados Unidos, reclamar el derecho de autodeterminación de los pueblos y la integración continental. El mundo se encuentra frente a un imperio que busca por la fuerza de las armas imponer sus propios intereses y avasalla los derechos de otros pueblos; que no tiene respeto por la vida y los derechos humanos de los demás; una potencia que desconoce a Naciones Unidas y el derecho internacional, como la Corte Internacional Penal, y pretenden imponer a los demás sus propios tribunales, desconociendo todo estado de derecho. Esa actitud y decisiones totalitarias arrastran a la humanidad a situaciones imprevisibles y pretender imponer un nuevo desorden internacional. La solidaridad con Cuba debe ser coherente con los principios y valores humanitarios, rechazar la pena de muerte y reclamar al gobierno su abolición. Apoyar al pueblo cubano en sus derechos de autodeterminación y soberanía. Cuba es uno de los pocos países con decisiones propias que hacen a su identidad, valores y soberanía.

* Premio Nobel de la Paz 1980 y director del Servicio

de Paz y Justicia (Serpaj) en Argentina

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