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E C O N O M I A
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México D.F. Miércoles 7 de mayo de 2003

Alejandro Nadal

Buscando empleo en Bagdad

Hay una palabra prohibida en Estados Unidos: fragging. El término nació en Vietnam y se refiere al asesinato de suboficiales estadunidenses por sus propias tropas durante lo más violento de los combates, entre 1967 y 1971. Los soldados rasos que rehusaban cumplir órdenes para entrar en misiones casi suicidas con tal de tomar una colina o un caserío ferozmente defendido por regulares norvietnamistas o guerrilleros del Vietcong preferían liquidar a sus superiores. El arma predilecta en estos episodios era una granada de fragmentación; de ahí el término, que podría traducirse literalmente como "fragmentar" a un oficial.

La historia suprimida de la guerra en Vietnam registra mil 13 casos confirmados (por el Departamento de la Defensa) de asesinatos de oficiales estadunidenses por sus propias tropas con granadas de fragmentación (hubo muchos casos con otros métodos). En 1973 el Congreso confirmó que 3 por ciento de las muertes de oficiales en Vietnam fueron provocadas por episodios de fragging.

Por eso, cuando el sargento Hasan Akbar lanzó tres granadas de fragmentación contra sus colegas en Kuwait, matando a dos oficiales e hiriendo a 14 la primera noche de la guerra contra Irak, la pesadilla del fragging renació. No se trataba de bajas por "fuego amigo", sino de algo más cercano al fragging de Vietnam.

Pero la primera fase de la guerra pasó y la ilusión de una victoria en Irak se adueñó del dócil pueblo estadunidense, bombardeado por sus armas de distracción masiva con una oleada de propaganda sin precedentes. La bondad y generosidad de las fuerzas armadas estadunidenses son glorificadas nuevamente y el fragging pasó otra vez a la penumbra de la historia prohibida.

El mayor cambio del ejército estadunidense en las décadas recientes no se relaciona con su capacidad tecnológica. Se debe a su transformación de un ejército de conscriptos en uno de voluntarios profesionales. Esa mutación fue la respuesta a la tremenda desmoralización (y rebeldía) en el ejército estadunidense durante Vietnam, de la que el fragging sólo fue la experiencia límite.

Al dejar de ser un ejército de conscriptos y convertirse en uno de soldados pagados, el ejército estadunidense se alejó de las pretensiones de Jefferson y Adams para acercarse al espíritu de un ejército de legionarios. El sueño ingenuo de las funciones cívicas de un ejército de voluntarios se transfiguró en la pesadilla de las funciones imperiales de una tropa de mercenarios. Las implicaciones para la sociedad estadunidense, sobre todo en el marco de la pérdida de libertades civiles (šlas que se busca exportar a todo el mundo!), son muy graves.

En el marco de la desigualdad que genera hoy la economía estadunidense, el voluntariado militar representa un canal para aliviar la presión para los estratos más pobres. Por ejemplo, al ingresar en servicio activo en las fuerzas armadas durante cuatro años, el voluntario se hace elegible para recibir 536 dólares mensuales durante 36 meses (por un total de 19 mil 296 dólares) para estudiar. Aunque debe cotizar 100 dólares mensuales durante un año para entrar en este programa, es obvio que para muchos estadunidenses (sobre todo, negros e hispanos), ésta es la única oportunidad de obtener una educación. Otros programas del ejército también permiten beneficios en rembolso de colegiaturas y becas. La ironía es que ir a arriesgar el pescuezo en tierras lejanas (Mindanao, Colombia, o Fallujah) se ha convertido en una estrategia de supervivencia para los más pobres.

La Reserva Federal confirma en un estudio que la brecha entre ricos y pobres se profundiza en Estados Unidos. La desigualdad se acentúa al tomarse en cuenta el origen étnico de las familias. El análisis de la evolución del ingreso medio entre 1998 y 2001 revela que mientras el ingreso anual de las familias negras e hispanas cayó 3.5 por ciento para situarse en 24 mil 700 dólares anuales, el 10 por ciento más rico vio sus ingresos crecer 20 por ciento, para alcanzar 169 mil 600 dólares.

Esta desigualdad crece con la recesión que vive la economía estadunidense. En abril la tasa de desempleo en Estados Unidos alcanzó 6 por ciento, el nivel más alto en ocho años. En los pasados tres meses se perdieron 525 mil empleos, la merma más severa en dos décadas. Bush aprovechó la ocasión para insistir en que lo que se necesita es aprobar su plan de recortes de impuestos para reactivar la economía. Pero ya se sabe que ese plan está fuertemente sesgado a favor de los más acomodados y que recortar impuestos no reanima una economía.

Con la tenaz recesión, la desigualdad empeorará en Estados Unidos al tiempo que las fuerzas armadas se convierten en el principal instrumento de su política exterior. La combinación es explosiva.

La aparición de Bush disfrazado de piloto de combate es uno de los desplantes más grotescos de la maquinaria de propaganda estadunidense. Pero estoy seguro, aunque no lo puedo confirmar, que los militares que rodeaban al piloto Bush tuvieron que presentar armas con fusiles descargados. Por si las dudas.

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