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México D.F. Viernes 16 de mayo de 2003

Uno de los requisitos: "no haber matado a nadie"

Putin envía a la Duma proyecto de ley de amnistía para separatistas chechenos

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 15 de mayo. El presidente Vladimir Putin envió este jueves a la Cámara baja del Parlamento ruso (la Duma), un proyecto de ley de amnistía para los separatistas chechenos que se rindan y depongan las armas antes del próximo primero de agosto, pero podrán beneficiarse de esta medida sólo aquellos que, a criterio del ejército y la justicia federales, no entren en ninguna de las categorías de exclusión.

No es la primera vez, ni será la última, que el titular del Kremlin -en lugar de sentar las bases para negociar un verdadero arreglo político que ponga fin a la guerra de Chechenia-, lanza una iniciativa que carece de la mínima posibilidad de éxito.

A menos que el propósito de esta ley de amnistía sea dejar en libertad a los cientos de chechenos -o quizá miles, este tipo de estadísticas no pueden ser exactas- que, aun sin haber tomado nunca un arma, se encuentran hacinados en las cárceles militares como sospechosos de colaborar con la guerrilla.

Porque cuesta imaginar que algún combatiente rebelde se rinda, sabiendo que ello implica pasar por centros de filtración, eufemismo de campos de concentración donde pocos resisten los interrogatorios.

En Chechenia es difícil hallar un guerrillero separatista que no tenga las manos manchadas de sangre, algo por lo demás comprensible después de 10 años de guerra, descontando el breve periodo de cese del fuego entre las dos campañas militares rusas.

Por lo mismo, nadie en su sano juicio depone las armas ahí, pero cuando ello sucede es producto de una negociación encubierta con el jefe de todo un clan, la autoridad máxima en una región, que recibe garantías de impunidad, dinero y otras ventajas por cambiarse de bando y, con él, todos sus combatientes.

Es el caso, para no tener que buscar demasiado, del propio gobernante interino impuesto por el Kremlin, Ahmad Kadyrov, que en la primera guerra ruso-chechena (1994-1996), la de Boris Yeltsin, era mufti, líder musulmán, y acérrimo enemigo del ejército federal ruso.

Este conflicto armado ha causado ya decenas de miles de muertos, entre un mínimo de 30 mil y un máximo en torno de los 100 mil, según diversas estimaciones, mientras uno de los requisitos para acceder a la amnistía es no haber matado a nadie.

Así lo da a entender Putin en la carta que, para subrayar la necesidad de que los diputados "examinen de manera urgente" el proyecto de ley, dirigió hoy al presidente de la Duma, Guennadi Selezniov.

"Se supone -escribe el mandatario ruso- que la amnistía no debe extenderse a personas que hayan perpetrado asesinatos, secuestros, violaciones, atracos armados y otros delitos graves."

De este modo, junto con excesos que merecen repudio y presuponen fincar responsabilidades penales, Putin restringe el alcance de la amnistía al sugerir que no debe beneficiar a los miles de combatientes separatistas que han matado en esta guerra y, en cambio, al usar el vago concepto "y otros graves delitos", deja amplio margen para que los diputados precisen las otras categorías de exclusión.

Al mismo tiempo, el proyecto presidencial no recoge ninguno de los criterios para aplicar la amnistía que pidió tomar en cuenta el único diputado checheno que tiene escaño en la Duma, Aslambek Aslajanov.

Este legislador, según se comenta en los pasillos de la Duma, propuso a Putin indultar a todas las mujeres, a los menores de edad y a los hombres mayores de 50 años, así como aplicar la amnistía en todo el territorio de Rusia.

En opinión de Aslajanov muchos chechenos, a quienes se acusa de delitos fabricados por la policía, terminan injustamente en la cárcel. El titular del Kremlin plantea que la amnistía tendrá validez únicamente dentro de la república separatista.

La de Chechenia es una guerra que no se puede ganar, pero la importancia estratégica del Cáucaso del Norte determina que Rusia tampoco se pueda retirar sin más.

El proyecto de amnistía presentado hoy por Putin difícilmente ayudará a salir de este atolladero. Más bien forma parte de la estrategia propagandística que, derivada del amañado referéndum de marzo pasado, busca legitimar la imposición de un gobernante subordinado a Moscú, sea Kadyrov o quien designe el Kremlin.

La urgencia de Putin para que los legisladores aprueben la amnistía, más que un gesto magnánimo después de dos atentados suicidas en esta semana, parece responder al deseo de dar un espectacular golpe de efecto.

Muy oportuno a escasos días de que Putin sea anfitrión de una treintena de jefes de Estado que asistirán a los festejos dedicados al 300 aniversario de San Petersburgo, la ciudad natal del presidente ruso.

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