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México D.F. Jueves 5 de junio de 2003

Adolfo Sánchez Rebolledo

La democracia del escándalo

Lo más extraordinario de nuestra situación política es la facilidad con que hemos pasado de la ausencia de reglas democráticas a la imitación de los peores ejemplos de la (entre comillas) democracia americana. Ya no se piensa en función de nuestros propios códigos constitucionales, nacidos de la experiencia histórica de México, sino en virtud de las enmiendas que rigen, por ejemplo, las libertades públicas en Estados Unidos.

Cada vez que alguien se queja por la intemperancia de las campañas o la mediocridad de la vida pública se topa con la misma peregrina respuesta: "así es la democracia", se dice. ƑCuál democracia?, pregunto. Porque no es lo mismo la democracia escandinava, por mencionar un ejemplo en las antípodas, y otra muy distinta la que existe hoy en Estados Unidos, secuestrada por las grandes corporaciones que detentan y administran la riqueza global y la industria mediática. Y eso sin poner en el tapete viejas definiciones, "modelos" de régimen democrático que en la teoría y en el mundo han sido. "Así es la democracia", repiten los soldados de la democracia liberal tardía para justificar la intrascendencia de los partidos sometidos al poder de la mercadotecnia y la encuestocracia, la pequeña guerra sucia que algunos consideran el máximo ejercicio de su libertad.

En nombre de la libertad de expresión consagrada en el artículo sexto, los obispos violan el 130 y de paso ponen en entredicho la legitimidad de la Carta Magna. Y ese mismo texto invocan los panistas para justificar la publicidad degradada y degradante que se pasa por el arco del triunfo las disposiciones del código respectivo, así como los insultos que el abogado del PRI quiere hacer pasar por argumentos legítimos.

Se nos trata de hacer creer que las libertades son valores absolutos, que no están sujetos a ninguna clase de restricción, cuando que la democracia es, justamente, una régimen de derecho en el que la libertad de unos termina donde comienza la de los demás.

La pretensión de los obispos o los partidos de no sujetarse a ninguna regla en esta materia es una expresión de la impunidad que hasta hoy ha imperado en México, la demostración de la inoperancia del Poder Judicial para defender a la ciudadanía que se halla en desventaja ante la calumnia o el daño moral de los detentadores de cualquier forma de poder. Si la justicia en México diera pronta respuesta a las quejas por "daño moral" y otros ilícitos, sin pasar por un largo y costoso juicio, sería innecesario que la ley electoral, por ejemplo, se ocupara de vigilar estos aspectos, pero no es así, por desgracia...

Se asegura que el arma de los ciudadanos para castigar a los políticos que incurren en tales actitudes es el voto. Sin embargo, no es tan sencillo: la democracia no es el mercado, del que se dice funciona gracias a una todopoderosa "mano invisible". Si los ciudadanos tuviéramos, al menos, la posibilidad de replicar efectivamente en los medios para contrarrestar esas campañas, creando así una "opinión pública", tal vez nuestro voto serviría para algo. Pero si la única oportunidad que tengo es la de elegir entre el menos malo, a sabiendas de que todos aceptan esas reglas del juego; si además los medios no se interesan en las campañas y únicamente destacan el escándalo y si mi único acceso a la política es la propaganda basura, Ƒquién entonces defiende mis derechos de simple ciudadano?

Cuando Winston Churchill dijo aquello de que la democracia era el menos malo de los regímenes fue en una época en la cual a los políticos se les reconocía por lo que eran, no por lo que sus agentes de ventas decía que eran. Churchill era popular y su figura legendaria un símbolo, pero la gente votaba por él o lo rechazaba en virtud de los valores y las propuestas que encarnaba, por su ideología, no como ahora que los políticos se ocultan bajo el velo de la mercadotecnia que prefiere ensuciar al adversario en vez de resaltar las virtudes propias.

ƑEs ésta la democracia que queremos?

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