Iván Restrepo

Productos contaminados en México

Cuando el año pasado el pintor Francisco Toledo inició un movimiento para impedir que instalaran un McDonald's en el Zócalo de la ciudad de Oaxaca, algunos diarios y columnistas políticos tacharon al reconocido mecenas de "provinciano", "ciego ante los cambios que sufre el mundo", "enemigo de la diversidad alimenticia" y de "todo lo que signifique progreso".

La noticia sobre ese movimiento, al que se adhirieron reconocidas personalidades de la vida pública nacional y la mayor parte del pueblo de Oaxaca, dio la vuelta al mundo y logró que el gigante de la comida rápida desistiera de su proyecto.

Y ahora, de nueva cuenta, la corporación tuvo que ceder y tomar en cuenta la crítica de grupos ecologistas, científicos y consumidores: McDonald's acaba de ordenar a sus proveedores que reduzcan el uso de antibióticos en los animales que después sirven para elaborar los productos que expende en diversos países, entre ellos México.

La inmensa mayoría de consumidores ignora que es costumbre suministrar antibióticos a aves y ganado para que crezcan más y de manera más rápida. Pero esta práctica tiene, entre otros inconvenientes, uno poco divulgado: debilita el uso de los antibióticos que se usan en la medicina humana.

En los dos últimos años, McDonald's sostuvo reuniones con grupos interesados en este problema; finalmente, aceptó los argumentos que están a favor de no adquirir ni elaborar comidas que contengan carne de aves, cerdos y ganado vacuno, cuyo crecimiento haya sido acelerado con antibióticos.

Esta compañía es una de las que más carne compra en el mundo: un millón de toneladas anuales, pero de ahora en adelante sus proveedores deberán presentarle un certificado que garantice que cumplen con dicho requisito; de lo contrario, buscará proveedores "limpios" desde el punto de vista ambiental y de salud.

Sin embargo, el compromiso al que llegó McDonald's no es gratuito: con el segundo lugar en establecimientos de comida rápida en el planeta (el primero lo ocupa Subway y el tercero Burger King,) quiere recuperar clientela, aumentar sus utilidades, que han ido a la baja en los últimos años, y congraciarse con los millones de personas que consumen sus productos. Y nada mejor que ofrecerlos sin que despierten la menor sospecha en cuanto a origen y calidad.

En México también se suministran antibióticos a los animales para que crezcan más y más rápido, lo que se presenta hasta en un producto que estaba libre de toda sospecha: la miel. Para que las abejas aumenten su capacidad de producción del endulzante, muchos apicultores aplican en las colmenas un antibiótico llamado Estrepén vitaminado, que se usa con fines de engorda en cerdos y aves. Para lograr más y más rápida cosecha, los dueños de colmenas aumentan el suministro del Estrepén vitaminado de 20 a 250 partes por billón en promedio.

Como la mayor parte de la miel de origen nacional va al exterior, los compradores europeos advirtieron que le cerrarían sus fronteras si llegaba contaminada con antibióticos. Estados Unidos, en cambio, principal comprador, acepta por ahora esa contaminación, pero nada garantiza que, como una de sus acostumbradas formas de presión, resuelva mañana no adquirirla porque no tiene la debida pureza.

Para evitar problemas, la Secretaría de Agricultura (Sagarpa) acordó que a partir del próximo mes no concederá permisos de exportación a la miel contaminada con antibióticos. Esa medida afecta, por lo menos, a los tres estados que conforman la península de Yucatán, principal zona mielera del país, aunque los apicultores de Quintana Roo afirman que no aplican "sustancias extrañas" en sus colmenas.

Está bien que la Sagarpa garantice la calidad de los productos que exportamos, como en el pasado tuvo que hacer con la fresa y el melón -la primera era cultivada con aguas negras y el segundo con residuos de plaguicidas tan altos que era rechazado por los países adquirientes-, pero, junto con las secretarías de Salud y del Medio Ambiente, mucho más debe proteger a los mexicanos que consumimos miel y algunos otros productos sin saber que están contaminados.

En un gobierno inspirado en principios empresariales, el ejemplo de McDonald's debe servir, por lo menos, para que nuestros funcionarios actúen en bien de la población.