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México D.F. Viernes 11 de julio de 2003

Horacio Labastida

Atrás de la elección

Por igual las encuestas de salida honestas, las menos, que los resultados preliminares del IFE, descorren cortinas de triunfos y fracasos partidistas en las elecciones del domingo, y desnudan un hecho altamente significativo. La abstención de casi 60 por ciento de ciudadanos evidencia no ineptitud de partidos para atraerse sufragios, y sí el peso gravitacional de una historia que todos condenamos: la inutilidad del voto para lograr gobiernos que atiendan demandas del pueblo. Nuestra democracia del siglo XIX fue miserablemente burlada primero por Antonio López de Santa Anna y después por Porfirio Díaz. Los comicios no tuvieron que ver con la libertad del voto y fueron convertidos en perversas maniobras que entregaban el poder político a autoridades al servicios de clases opulentas nacionales y extranjeras con la excepción de dos momentos admirables: el de los ilustrados de Gómez Farías en 1833 y el de Benito Juárez a partir de 1858 hasta su muerte en 1872. Lo demás fue un saqueo del país por la deformación monstruosa de los actos electorales.

La revolución iniciada en 1910 no logró cambiar la mentira por la verdad. Obregón y Calles le dieron la puntilla al ignorar la Constitución de 1917 y asesinar vasconcelistas en Topilejo (1929), y luego siguió la debacle hasta nuestros días con la singularidad notable del presidente Lázaro Cárdenas (1934-40), identificado con el campo y la ciudad. El teatro moderno de la nación es una comedia de democracia sin pueblo y de una sociedad dependiente de la globalidad imperial estadunidense. Ahora bien, Ƒqué develan las recientes elecciones?

En nuestros 192 años de vida independiente, y especialmente en los últimos 50, se formaron las distintas clases de ciudadanos que modelan hoy nuestra democracia electoral, adaptada a la urgencia de incrementar ganancias y disminuir costos en las empresas de elites locales y foráneas. En este ambiente desaparecieron los ciudadanos libres imaginados por las generaciones ilustradas, reformistas y revolucionarias, para dar entrada a los tipos de ciudadanos que enumeramos enseguida: el ciudadano corporativo, que obedece al pie de la letra las órdenes de su jefe, el ciudadano espot o programado por los medios de comunicación masiva, y el ciudadano vendedor del sufragio a quien mejor lo paga, y una mínima proporción de ciudadanos que votan de acuerdo con su conciencia política y moral. Estos distintos estratos de la ciudadanía, que por cierto no son exclusivamente nuestros, descubren con facilidad la dinámica comicial.

Obtuvo más votos el PRI por la influencia que aún tiene en las organizaciones de obreros y campesinos. El PAN fue tras el PRI en la medida en que los muchos patrones que lo sostienen con más asiduidad desde que Manuel Clouthier levantó la bandera neopanista en las elecciones de 1988 -no apoyar al presidente sino ganar la Presidencia- impusieron el sentido del voto a los obreros a través de sindicatos manipulados. La intensa propaganda que desató el gobierno y buena parte de obispos y sacerdotes agregó sufragios espot a los corporativos, y a esta masa sumáronse buen número de votos comprados. En el PRD hubo variantes que se irán clarificando. No tuvo votos corporativos, programados ni comprados y sí comprometidos con la "lógica de grupos y cuotas internas de poder", señalada por Juan N. Guerra, secretario perredista de asuntos electorales. Se trata de algo cierto que nadie puede negar. Al lado de los anteriores tipos de ciudadanos comprometidos consciente o subconscientemente están los no muchos ciudadanos libres que en buena parte cruzaron las marcas del PRD en las sorprendentes votaciones de la capital de la república, ciudadanos éstos convencidos por el carácter honesto y social del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

El peso de cada uno de esos estratos ciudadanos en el juego electoral inclinó la balanza en los comicios del seis, provocándose así la ineludible pregunta: Ƒcrecerá como sucedió en el Distrito Federal, el número de ciudadanos libres en cantidad suficiente para vencer a los no libres y hacer que el pueblo se adueñe de la democracia mexicana?

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