México D.F. Viernes 11 de julio de 2003
Versión de que comandos de mujeres suicidas
se desplazan a Moscú y otras localidades
Temor en ciudades rusas ante posibles atentados de
las viudas negras
Chechenas que perdieron a sus maridos o padres no encuentran
el sentido a seguir viviendo
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 10 de julio. Ingush de origen y residente
en Chechenia, Zarima Muzhijoyeva, la joven mujer que llevaba en su bolso
el artefacto explosivo que, al intentar desactivarlo la pa-sada madrugada,
mató aquí al mayor Grigori Trofimov, experto del Servicio
Federal de Seguridad (FSB, por sus siglas en ruso), vino a esta capital
con la misión de inmolarse y causar el mayor número de víctimas.
Trofimov, considerado uno de los mejores artificieros
del FSB y cuya muerte atribuyen sus superiores a una rara combinación
de factores técnicos que habría provocado el estallido, sin
que se descarte que algún cómplice de la mujer pudiera haber
explotado a distancia la bomba apenas se acercó a ella el experto,
iba a cumplir pronto los 30 años y deja una viuda y una hija pequeña.
Antes
de ser detenida por la policía en el restaurante Imbir, Muzhijoyeva,
de 22 años y quien hace cinco meses partió con destino desconocido
del poblado checheno de Assinov, trató de accionar tres veces el
detonador de la bomba, pero -para fortuna de decenas de personas que estaban
cenando ahí, que hubieran muerto por la devastadora potencia del
explosivo, equivalente a no menos de dos kilogramos de trinitrotolueno-
algo falló.
Así lo confesó -de acuerdo con filtraciones
de fuentes cercanas a la investigación policial- en su primer interrogatorio
en la cárcel de máxima seguridad de Lefortovo, donde permanece
recluida a la espera de que la procuraduría rusa concluya los trámites
legales para presentar una acusación formal.
Muzhijoyeva, quien llegó en un vuelo procedente
de Nazrán, Ingushetia, el jueves de la semana anterior, con la idea
de llevar a cabo un atentado suicida, acompañada de un hombre un
poco mayor que ella que bien podría parecer su pareja, empezó
a recorrer anoche el centro de Moscú en busca de un local apropiado
para reditar una tragedia como la ocurrida el sábado en el aeródromo
de Tushino, durante un festival de rock.
Junto con su cómplice -según el FSB, Zurab
Dadayev, checheno de 26 años que vive en Moscú, también
detenido horas después-, Muzhijoyeva puso el ojo en el Mon Cafe
de la calle Tverskaya, una de las arterias más animadas de esta
ciudad, que desemboca en la Plaza Roja, si bien permanecieron en ese café
algo más de media hora, pagaron la cuenta y se fueron.
Los meseros todavía recuerdan el nerviosismo de
la pareja y creen que no detonaron la bomba porque había poca gente.
Algunos guardias de seguridad de las tiendas de lujo de
la calle Tverskaya también se fijaron en los dos jóvenes
de apariencia caucasiana, aunque no les llamó la atención
que anduvieran por ahí: finalmente no todos los habitantes de Moscú
tienen apariencia eslava y cerca de 100 mil chechenos, de la diáspora
provocada por las últimas dos guerras, residen aquí, igual
que cerca de un millón de azerbaiyanos y otro millón más
de armenios y georgianos, todos con rasgos que denotan ser originarios
del Cáucaso.
Avanzaron sobre Tverskaya hasta que eligieron un nuevo
sitio para cometer el atentado, el restaurante Imbir, ubicado en una calle
cercana, donde su comportamiento pareció sospechoso al gerente,
quien no dudó en llamar a la policía cuando el hombre se
despidió y dejó sola a la mujer, pasadas las 23:30 horas
del miércoles.
Se consuma la tragedia
Una patrulla acudió al restaurante en cuestión
de minutos y cuando los policías pidieron a Muzhijoyeva que se identificara,
ésta acabó por perder el control y amenazó con hacer
volar el restaurante con la bomba que -dijo- llevaba en una bolsa, tipo
mochila.
En un descuido, la mujer fue neutralizada y entregada
por la policía al FSB, al tiempo que se desalojó el restaurante
y, a unos 400 metros de ahí, se trató de destruir la mochila
con un robot especial, dotado de un potente cañón hidráulico.
Algo volvió a fallar, y cuando se acercó
el mayor Trofimov para acabar de desactivarlo el artefacto explotó,
muriendo al instante.
Funcionarios del FSB y del Ministerio del Interior no
descartan que Muzhijoyeva for-me parte de un grupo de atacantes suicidas,
junto con las dos chechenas que el pasado sábado hicieron explotar
las bombas que llevaban adosadas a sus cuerpos, durante un festival de
rock en los accesos del aeródromo moscovita de Tushino.
Muzhijoyeva y al menos una de las responsables del atentado
anterior, Zulijan Lijadzhieva, identificada por fragmentos en-contrados
de su pasaporte, tienen en común ser lo que la prensa local denomina
viudas negras, es decir, chechenas que tras perder a sus maridos,
padres o hermanos no encuentran sentido para seguir viviendo.
Aparte de ello y más que estar dispuestas a morir
por la independencia de Chechenia, de lo que sin duda se aprovecha el sector
más radical de la guerrilla separatista, las viudas actúan
con estricto apego a una tradición caucasiana de siglos: la venganza
de sangre, con la cual honran la memoria de sus muertos.
No obstante la delicada situación -agravada por
constantes falsas alarmas que desquician la vida normal de Moscú:
tan sólo este jueves hubo amenazas de bomba en un autobús,
un hospital y una escuela-, el alcalde, Yuri Luzhkov, dijo que no se va
a introducir el toque de queda en la capital.
Se reforzarán las medidas de seguridad, si eso
cabe en una ciudad que ya de por sí tiene más de 100 mil
policías, sin contar las decenas de miles de agentes del FSB y las
tropas del Interior listas para cumplir labores de vigilancia, hasta que
se tenga la certeza de que se ha podido desarticular el centro de coordinación
de los comandos suicidas.
Además de Moscú, se teme que puedan ocurrir
atentados en San Petersburgo, Rostov del Don, Saratov, Volgodonsk, Mozdok
y algunas otras ciudades, donde insistentes rumores señalan que
desde Chechenia, a través de las repúblicas caucásicas
vecinas, ya se han desplazado hacia allá grupos de entre dos y cuatro
viudas negras cada uno.
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