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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 26 de julio de 2003

DESFILADERO

Jaime Avilés

De la ética en México

Fox privatiza una parte de Pemex

Jesús Ortega coyotea en sus horas libres

Alejandro Encinas solapa a un falsificador

Fernando Vallejo defiende ladrones

QUINIELAS. En su entrega del sábado 5 de julio, esta página intentó adivinar (no era muy difícil tampoco) el resultado de las elecciones del día siguiente. A grandes rasgos, los pronósticos fueron seis: (1) la votación del PAN sufrirá una gran caída; (2) el PRI aumentará, pero no mucho, su número de curules; (3) el PRD pasará de 52 a más de 80 diputados; (4) los partidos enanos serán borrados del mapa, y (5) el abstencionismo ascenderá a 60 por ciento, excepto (6) en el DF, Nuevo León y Sonora, donde será de 20 puntos menos.

No fue un cálculo muy exacto que digamos: (1) el PAN se fue al hoyo, (2) el PRI creció un poquito y (5) el abstencionismo quedó en 59 por ciento (hasta allí todo iba muy bien), pero (3) el PRD conquistó algo "más de 80 diputados" (acumuló 95 en realidad), (4) los partidos enanos fueron borrados del mapa, excepto Convergencia (que cuenta con las bases de Dante Delgado en Veracruz y Layda Sansores en Campeche) y (6) la asistencia a las urnas en el DF, Nuevo León y Sonora no se acercó ni de lejos al 60 por ciento previsto.

También se dijo que, fuera cual fuese el marcador final del juego, de todos modos los diputados de PRI y PAN reunirían los 375 votos necesarios, equivalentes a las tres cuartas partes de la Cámara, para formar una mayoría calificada y aprobar una reforma constitucional. En los hechos el PRI recabó 224 sillas y el PAN 153, lo que suma 377 deditos levantables (más 16 del Partido Verde Ecologista de México, PVEM), una ventaja más que holgada para sacar adelante la privatización de la industria eléctrica y preparar la de Pemex.

En el aspecto no numérico de la quiniela, se anticipó que de la mano del PRI y del PVEM, Carlos Salinas de Gortari volvería como Santa Anna para gobernar en la sombra detrás de Vicente Fox y culminar las "transformaciones estructurales" (léase el desmantelamiento final del país) que exigen el FMI, la Casa Blanca y el grupo asesino de los Amigos de Bush. Este no era un pronóstico sino una carambola cantada. Poco después de los comicios, en efecto, la Procuraduría General de la República dio un insolente carpetazo al escándalo del Pemexgate, creando el ambiente propicio para que, bajo la batuta sangrienta de Salinas, el violín solista y corruptor de Roberto Madrazo y la mezzosoprano y mezzodelincuente Elba Esther Gordillo, la orquesta de San Lázaro comience a ejecutar en septiembre la ópera de las nuevas y últimas privatizaciones. Hasta ese punto, el guión se estaba cumpliendo al pie de la letra pero...

¡Oh, sorpresa!, al más puro estilo de Fox, que es el de arrojar el contenido de la bacinica por la ventana sin decir "¡agua va!", el pasado jueves 17 de julio, sin que nadie se enterara, la Secretaría de Energía "inició la licitación pública internacional de contratos de servicios múltiples (CSM), lo que implicará en los hechos conformar un Pemex paralelo, ya que se concesionará hasta por 20 años la exploración y explotación de yacimientos de gas", denuncian intelectuales petroleros desde los campos de la región sur, con oficinas en Villahermosa, Tabasco.

Claudicando ante Bush


"Esto significa que, dada la complejidad operativa y los montos de la inversión, las grandes trasnacionales petroleras como Chevron-Texaco, Halliburton, Shell, ConocoPhillips, Japan National Oil Corporation, British Petroleum y China National Petroleum Service suplantarán a los técnicos y trabajadores mexicanos en la realización de servicios de exploración, desarrollo, producción, transporte y procesamiento", añaden los especialistas en estado de alerta.

"Los CSM son la modalidad contractual propuesta por el gobierno de Fox para que las grandes compañías internacionales participen nuevamente en la exploración y producción petroleras -explica Víctor Rodríguez Padilla-. Según Pemex, estos contratos no requieren cambios en la Constitución ni en la legislación secundaria, y los justifica por la urgente necesidad de atraer capital para ampliar la oferta de gas natural no asociado, pues de lo contrario las importaciones crecerán abrumadoramente. No nos convence."

Rodríguez Padilla enfatiza: "No es cierto que los CSM se apeguen al marco jurídico vigente, porque no son contratos convencionales de servicios y están orientados a las petroleras internacionales, no a compañías de servicios. Lo que se trata de ocultar es que son equivalentes a los títulos mineros del tiempo de Porfirio Díaz, prohibidos por las leyes mexicanas. Su aplicación violaría la Constitución y la ley reglamentaria del artículo 27 en el ramo del petróleo, pues el sector público ya no tendría a su cargo de manera exclusiva la explotación y exploración de hidrocarburos, actividades estratégicas reservadas al Estado, sin mencionar que los contratistas se llevarían una buena tajada de la renta petrolera, que hoy por hoy es esencial para la economía del gobierno y, por ello, del país..."

El investigador pone un ejemplo para demostrar la incongruencia del proyecto de Fox. "Para obtener cerca de 600 millones de dólares anuales de inversión para el proyecto Cuenca de Burgos (la "dona" del golfo de México, yacimiento gigantesco que compartimos con Texas), se pretende abrir de nuevo las puertas a las trasnacionales. ¿Para qué? No es necesario. Esa suma representa menos de 2 por ciento de los impuestos que Pemex pagó al fisco el año pasado (33 mil millones de dólares). ¿No hay otra manera de conseguir ese dinero? Por supuesto que sí. Lo que no hay es voluntad política".

Desde el punto de vista económico, los CSM son una pésima opción. "Esta es la respuesta de Fox al ultimátum que le hiciera Bush el año pasado, cuando le pidió que le dijera de una vez por todas si estaba dispuesto o no a abrir los yacimientos de gas. Los círculos de poder en Estados Unidos creen que las reservas de petróleo y gas de Canadá y América Latina son suyas", finaliza el especialista.

Grandeza de espíritu


No se puede no estar de acuerdo con el intelectual petrolero. La debilidad política de Fox es gigantesca, su "gobierno" se desvanece en el aire y todos los vivales cobran ventajas. Bush le arrancó esta jugosísima conclusión y los líderes del sindicato petrolero sin duda acrecentaron su pliego petitorio a cambio de no bloquear la movida: también por eso los exoneraron, podemos verlo con claridad.

Falta un mes y pico para el relevo en la Cámara de Diputados. Si bien nos va, los 95 legisladores del PRD tomarán el caso en sus manos, promoverán un debate y perderán todas las votaciones, porque su fuerza es meramente simbólica. Tampoco están en condiciones de movilizar a nadie. El único Chapulín Colorado que puede salvarnos en este momento es el bloque legislativo del PRI bajo la influencia de Manuel Bartlett. Así de paradójica y triste es la crisis de la representación política del país.

No tenemos razones para esperar nada bueno, pero como dijo el otro la consigna es no angustiarse porque lo absurdo y lo grotesco se multiplican por doquier. He aquí un ejemplo infinitamente menor. Durante la temporada de corridas de toros que se verificó entre finales de 2002 y principios de 2003, llegó a la Plaza México un hato de animales procedente de la ganadería de Vaca Hermanos, ubicada en el centro del país. El "encierro", como se le llama en la jerga, venía en busca de "cartel", es decir, iba a someterse a una prueba de bravura para obtener la licencia que le permitiera a sus futuros hermanos actuar regularmente en el redondo escenario de Mixcoac.

Sin embargo, los desdichados cuadrúpedos no dieron sino lástima; rodaban por la arena incapaces de sostenerse en sus débiles patas y desanimados por su palpable mansedumbre. Una vez finalizado el deprimente espectáculo, la Comisión Taurina del Distrito Federal -órgano consultivo del jefe de Gobierno capitalino-, emitió un dictamen y concluyó que Vaca Hermanos de ningún modo conseguiría el ansiado cartel, porque, en el colmo de la incompetencia y la falta de celo profesional, sus propietarios habían mandado a la Plaza México seis novillos de apenas tres años y medio de vida, que incumplieron con el límite mínimo de cuatro años que ordena la ley para las corridas de toros.

En esas cirunstancias, una mañana de no hace mucho, Alejandro Encinas, titular de la Secretaría de Gobierno del GDF, recibió en su despacho del Zócalo la visita del senador Jesús Ortega, quien llegó a preguntarle si no había manera de que, a pesar de no haber pasado la prueba, los criadores de Vaca Hermanos recibieran la licencia indispensable para regresar a la México. En esas patrióticas ocupaciones derrocha su tiempo el coordinador de los senadores del PRD.

Esto viene a cuento porque, más temprano que tarde, ya que el tiempo apremia, Andrés Manuel López Obrador tendrá que intervenir en el problema de la Plaza México, donde el empresario que la ha regenteado por una década tiene serias dificultades para organizar la próxima temporada. Está peleado con algunos de los principales toreros de España y pesa en su contra una grave acusación por haber falsificado el contrato del matador José Tomás. Con ese documento, el torvo sujeto que responde al nombre de Rafael Herrerías sacó un permiso de la delegación Benito Juárez para convocar a los poseedores de los abonos que se renuevan cada año para que canjearan sus tarjetas y se frotaran las manos de gusto para disfrutar del arte de José Tomás, operación fraudulenta que le permitió embolsarse más de 20 millones de pesos.

Pero esa, me cuentan, es sólo una de las incontables irregularidades que el gerente de la Plaza México ha cometido en agravio de la ley, el público y la polémica pero sin duda riquísima tradición cultural de la tauromaquia. Lo incomprensible es que, no obstante la crapulosa trayectoria del sujeto de marras, Alejandro Encinas procura por todos los medios ayudarlo a salir del pozo en que se ha hundido, un empeño tan incomprensible como la gestión del senador Ortega en pro de un ganadero impostor e inepto. Esta página aspira a que López Obrador se entere de lo que está ocurriendo en la oficina contigua a la suya, antes de que la marea hedionda lo empiece a salpicar.

Valga todo lo anterior como pretexto para oponer al desánimo la deslumbrante anécdota que en fecha reciente protagonizó el escritor colombiano Fernando Vallejo, cuando en el estacionamiento del edificio donde vive en esta ciudad, la policía y sus vecinos atraparon a dos infelices desvalijadores que se habían deslizado a través de la reja para robarse los tapones y los espejos de los coches que ahí se guardaban.

Munidos de antorchas morales y ávidos de justicia y deseos de castigar a los pobres rateros -que para colmo de patetismos eran padre e hijo-, los orondos vecinos despertaron a Vallejo y le exigieron que los acompañara a la delegación. El último gramático de Colombia aceptó de buen grado, pero al verse ante la barandilla del Ministerio Público levantó el índice flamígero y pronunció un torrencial discurso de cuatro horas para demandar la inmediata libertad de los acusados, con el argumento de que su arresto era moralmente inaceptable mientras continuaran en libertad Salinas de Gortari, El Divino y otros gángsters de la misma calaña.

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