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México D.F. Sábado 26 de julio de 2003

José Agustín

El camino de las tres

El camino de las tres, de Alonso Martínez, es una novela sobre jóvenes escrita desde la juventud misma, como El gran Meaulnes, de Alain Fournier; The catcher in the rye, de J.D. Salinger; El miembro de la boda, de Carson McCullers, o Gazapo, de Gustavo Sainz. En estos libros la juventud y su búsqueda esencial, consciente o inconsciente, se vuelve algo vivo, visto desde dentro, que sólo pueden lograr los que escriben siendo muy jóvenes. Como sus célebres hermanas, El camino de las tres a la larga trata del rito de iniciación a la madurez, ese camino que se hace al andar.

Alonso Martínez le entró a este gran tema arquetípico mediante tres mujeres jóvenes de tres países: Magdalena, es-pañola, le da un sentido esencial a su vida al buscar a su homónima, una vieja revolucionaria cuyo marido fue fusilado en 1939 y le dejó un libro de poemas de Machado que se entrega 60 años después; es un acto de amor que involucra a mu-chas buenas gentes. Rosalía, portuguesa, vive una profunda pena de amor que simboliza el poema de Rosalía de Castro sobre un clavo hundido en el corazón. Y Aurora, la mexicana, el personaje más desdibujado, quiere romper con un mundo que ya se volvió rutinario y para ello se lanza a Europa. Las tres emprenden sus caminos por su cuenta hasta que éstos se van uniendo en las dos partes finales.

Para llegar a ello, Alonso Martínez se va sin prisas pero sin pausas, porque también está fascinado con la península ibérica y sus dos países, que conoce muy bien. Como en gran parte de las novelas juveniles, la narración se toma todo el tiempo del mundo y se deleita en pintar los paisajes y las historias de Córdoba y Andalucía, especialmente Granada, además de Lisboa y otras ciudades portuguesas. En momentos se vuelve un libro de viajes con todas las de la ley, pero esto es natural y afortunado porque se empalma con el gran viaje interior de las tres jóvenes hacia sí mismas; de esa manera los escenarios de la península se vuelven protagonistas centrales, como se aprecia especialmente cuando las tres se unen en Galicia, que aquí es mágico en el sentido textual de la palabra. Es evidente que la estancia en España fue clave, decisiva, en el desarrollo del autor, y esto se transmite viva y eficazmente. Los lugares están muy bien observados con un espíritu juvenil, contenidamente romántico, que tiene viva la capacidad del pasmo y una gran humanidad para recrear suave, afectivamente, los paisajes ibéricos. México aparece poco, aunque también desde dentro, y resultaría muy interesante si Alonso decidiera utilizarlo como escenario de alguna novela futura.

El estilo, en apariencia sencillo y sin afectaciones, siempre es correcto y limpio; elegante e inspirado en momentos, con un sentimiento un tanto pudoroso pero de gran autenticidad, y también, ocasionalmente, con densas reflexiones, e inclusive combina el recurso décimonónico de hablarle al lector con el del siglo XX de escribir cómo se está escribiendo. ''Nada, y el lector me culpará de redundante", dice Alonso por ejemplo, refiriéndose no sólo a los resultados de unas elecciones sino también a un matiz esencial de la juventud. ''Nada, pero es que en verdad hay ocasiones en que lo único descriptible es la nada. Cuando incluso al aire le da pereza llevarse las palabras, cuando sólo son sonidos, códigos, símbolos, que quedan prisioneros en este sitio exacto, que no existen porque ni tan sólo permanecen en el lugar que el tiempo les asigna".

Como sin proponérselo también se establece el contexto contemporáneo, en especial los modos de vida de los jóvenes actuales y los hechos clave de la historia de los años 90, el fin del milenio. La Guerra Civil española, el posfranquismo y la revolución de los claveles están muy presentes, y hay una muy fina intención política. Sin embargo, la novela crea un aire de intemporalidad al complementar y equilibrar el interior de los personajes y la exaltación del paisaje exterior.

Siempre hay referencias a la poesía, al arte, a la cultura popular y a la historia sin pedanterías, intenciones ideologizantes, mero name-dropping o ego-trip, y por tanto Rosalía de Castro, Machado, Lorca, Saramago, Madredeus, Dulce Pontes, Emilio Cao y Kurt Cobain coexisten muy bien. Más bien hay una gran naturalidad en el estilo, muy adecuado para la expresión de la multiplicidad de intereses y preocupaciones en la concepción del mundo del autor. En eso Alonso Martínez es muy maduro y sólo algunas afectaciones delatan lo joven que es.

En la extensa parte inicial se establecen los personajes en capítulos alternados y Magdalena inicia su viaje; en la inter-media se junta con Rosalía, y en la final las tres finalmente se reúnen en Galicia. El lugar está manejado estratégicamente como mítico y esto permite romper con el ''realismo" de toda la novela para introducir el desdibujo de la frontera de la rea-lidad con lo mágico, simbólico y onírico. Esto no sólo era difícil sino riesgoso, pero Alonso lo logró muy bien. Las apariciones de Rosalía de Castro en Lugo, del rey Breogán que muestra Irlanda desde la Torre de Hércules de la Coruña y del coronel Zúñiga casi al final están logradísimas y hacen que la novela se enriquezca mediante la inmersión en los territorios míticos. De esa manera, el final, con su ritual de ''limpia por agua", o nuevo bautismo si se quiere, redondea la obra como debe ser.

Me gustó mucho El camino de las tres. Es una notable primera novela. Muchas felicidades a Alonso Martínez, un autor muy dotado de quien sin duda leeré todo lo que publique.

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