Javier Oliva Posadas

La construcción de la mayoría en San Lázaro

Conforme se aproxima la instalación de la 59 Legislatura, las futuras fracciones y las dirigencias nacionales de los partidos políticos han ido manifestando algunas propuestas y fijando posturas ante lo que consideran las prioridades nacionales.

Desde una perspectiva muy general y poco precisa, las reformas que se discuten van y vienen sobre el texto constitucional. Sin embargo, bien podrían considerarse otro tipo de temas de igual e incluso mayor relevancia. Por ejemplo, la necesidad de sanear las finanzas del IMSS o establecer políticas públicas específicas en materia de protección ambiental o la promoción de la equidad de género permiten, a simple vista, mejores condiciones para propiciar los acuerdos entre los partidos políticos y sus bancadas.

En efecto, considerando que los acercamientos en asuntos como la reforma laboral de entrada parecen difíciles y aun poco probables si nos atenemos a los resultados electorales y las distintas fórmulas matemáticas para que el PRI, principal partido de oposición, pueda legislar sin necesidad del PAN, la construcción de la mayoría simple (la mitad más uno de los diputados presentes) conferirá al mismo tiempo, la responsabilidad de que aquellos contenidos discutidos y aprobados habrán de tener consecuencias directas sobre la percepción de los trabajos en San Lázaro.

Una práctica que podría agilizar los contactos, es que en vez de quedar al libre arbitrio o criterio de las dirigencias de los diputados, las propuestas y programas debieran presentarse por lo menos con un mes de anticipación, para que así, además de las prioridades de cada fracción, se tiendan los puentes necesarios y la coyuntura o la circunstancia no termine por imponerse a los temas nacionales, no porque los temas de coyuntura no sean relevantes, sino porque lo que requiere el país no puede quedarse en puras buenas intenciones o en discursos. Permitir que la deliberación de los temas que cada partido tenga, como aquí se propone, cuente con el suficiente tiempo para contrastarlos, abriría las opciones para un acuerdo duradero que, a pesar de las obvias diferencias, fortalecería a su vez la capacidad de gobierno del mismo Poder Legislativo.

Bajo esa perspectiva, con razonable optimismo podemos analizar cuáles y por qué serán las prioridades de cada partido.

Debemos tener en cuenta que en el siguiente año habrán de renovarse 10 gubernaturas, además de otros cuatro procesos locales. Esa intensa dinámica electoral es muy probable que afecte los trabajos legislativos, de allí que sea crucial anticipar los acuerdos para que existan condiciones adecuadas para legislar.

La política es, fundamentalmente, un proceso para la construcción de acuerdos duraderos en las tareas de gobierno. Privilegiar esos acuerdos es, por lo tanto, privilegiar a la misma política, como herramienta muy valiosa a la hora de discutir si en efecto hay preocupación por el futuro del país. De allí que en la siguiente legislatura actuar y conducir bajo el mandato de asamblea (que eso es el Congreso) debe poner de manifiesto que la colectividad sí puede actuar en conjunto. Falta poco para constatar si política, deliberación, asamblea y agenda son aspectos complementarios entre sí. De lo contrario, la sensación ya no se diga de inmovilidad, sino de incapacidad para acordar, irá en detrimento de las cámaras, pero también del oficio de la política. Me refiero al debilitamiento de la legitimidad y al fortalecimiento, como consecuencia directa, de las propensiones autoritarias e impositivas.