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México D.F. Lunes 28 de julio de 2003

Hermann Bellinghausen

Nada es ajeno

Hacía tiempo que no hablaba con nadie de mi misma edad, algo que tiene su chiste. Por alguna razón, oculta en el calendario, existe una sincronía especial con las personas de nuestra misma, exacta edad. Encontrarme en-el-lugar-menos-pensado con Doménico Laborditi fue inquietante. Me miró imperativamente a los ojos, ordenó dos tragos, y se sumergió en una extraña reminiscencia suizomexicana y cósmica, casi obviando el saludo y las explicaciones de qué hacía él ahí, y que hacía ahí yo. Su coartada de seguro académica, profesor visitante en alguna universidad. Me sorprendió escucharlo tan obsesionado con su infancia, contemporánea mía:

"Nunca me sucedió tanto que me importara menos. Esa clase de desprendimiento que sólo se tiene de joven. Y yo era tan joven que ni 'joven' me decían. Quería llegar a serlo, harto y aburrido de que me chamaquearan.

"Mi plan (pues plan tenía, al menos según yo) era, inmediatamente que creciera, dejarme el bigote y ponerme a fumar. Entonces nadie oponía razones de peso para evitar el cigarro, salvo 'te vas a quedar chaparro' o 'allá tú y tus dientes amarillos'. A lo mejor por eso salí chaparro. No por fumar, que no lo hacía, sino por las ganas de tener ganas de fumar.''

Entendí a qué se refería. Doménico tiene un estilo más histriónico y extrovertido para decir cosas también familiares para mí, ex vecino de los Laborditi a pocas cuadras del valle de Anáhuac. Guardé silencio para escucharlo. Hizo un primor de figuras galopantes con el humo que exhaló en anillos.

"Humo. Bah. Hay cosas mejores. Cuando una edad se está acabando, es preferible que termine de una vez. La siguiente es sin duda más entretenida. Viniendo y contraviniendo de una familia donde las pasiones no eran bien vistas pues causan problemas que alteran la programación, decidí desde el principio meterme en problemas edad tras edad, hasta la fecha. Ha de ser bien bueno prevenir. Lástima que sea imposible.

"Sé que seguido me he pasado de serio, y la seriedad es una güeva. No que la vida sea una broma, bueno fuera, sino que de todos los momentos los mejores son cuando sueltas el diafragma, relajas el ceño y los nudillos, y sólo puedes sonreír.

"Por algún tipo de transferencia simbólica que hoy me abochorna, me nació un amor absoluto por los perros. Como sea, ellos me enseñaron a interesarme sin cesar en el mundo de las personas. Aún a riesgo de que resultara peor que otras bestias, compartí el canino interés, exclusivo e incondicional (que los gatófilos llaman servil), por el género humano.

"No lamento haber nacido en un país donde la gente está acostumbrada a ser morena. Allí al menos nunca se te ocurre que vida podría ser dorada o de cristal. Los colores son tantos que poco falta para también ser negro. Allá en México descubres que los colores no tienen límite. Y eso es bueno. En estos países caucásicos creen que lo que no es blanco está sucio.''

Doménico alzó la copa como señalando a la concurrencia del bar. Se sentía protegido por hablar en español. "Aquí no saben de combinaciones cromáticas, les tienen miedo". Su razonamiento dio un salto: "A pesar de que fuimos la primera generación con televisión desde que abrimos los ojos, la gente interesante seguía fuera de la pantalla.''

El orden lógico no era esa tarde el fuerte de Doménico: "Mi padre, imagínate, vendía elevadores. Suizos, claro. Eramos modernos", agregó.

"Aunque te suene raro, eso lo relaciono con los tacos. Quiero decir, la costumbre del taco, que permite que teniendo tortillas todo quepa si lo sabes acomodar. Te bastan las manos. La tortilla es el cubierto para comerte la tortilla".

Laborditi o el discurso del método. Lo miré con simpatía. Recientemente supe que es abuelo. Pero es historia complicada, con su precoz hijo no se habla, etcétera. Evité tocar el punto. Permanecí callado ante sus disquisiciones tacográficas, que se acercaban a su fin, y fui pidiendo la cuenta a la mesera con el ademán de "la cuenta" que se entiende en cualquier idioma.

Laborditi o el alivio, y mis párpados le agradecieron cuando dijo: "Con las reservas del caso, me contagió la esperanza de lo imposible no es ajeno. Con las reservas del caso, no sabes eso cuánto ayuda".

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