México D.F. Lunes 28 de julio de 2003
El documental narra con imágenes las
historias reales de personajes de la ciudad
Conmueve a los cubanos Suite Habana, de Fernando
Pérez
"Rechazábamos la mirada unilateral... porque
la realidad de Cuba no es en blanco y negro", dice el director La producción
será estrenada oficialmente en septiembre en el Donostia
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 26 de julio. Un nuevo fenómeno
fílmico está conmoviendo a los cubanos: Suite Habana.
Es un documental que narra sólo con imágenes, sin entrevistas
ni voces, las historias reales de personajes de la ciudad, y que ha provocado
el elogio amplio y unánime de la crítica, el respaldo entusiasta
y masivo del público y el viraje de los reflectores hacia su director,
Fernando Pérez.
La cinta, de coproducción hispano-cubana, se estrenará
oficialmente en el Festival Internacional de San Sebastián, en septiembre
próximo. Pero su prestreno en Cuba, previsto para unos días,
se convirtió en una pretemporada de más de un mes, con la
sala llena, aplausos finales, rostros llorosos y emocionados y, sobre todo,
el comentario de boca en boca, que ha llevado a la película a ser
la mejor acogida en la isla desde el campanazo de Fresa y chocolate,
hace 10 años.
Suite Habana es una mirada de los cubanos a sí
mismos. Pérez se metió en barrios populares de la capital,
como La Habana Vieja, Centro Habana, Lawton y 10 de Octubre, para contar
en forma entrecruzada un día en la vida de numerosos personajes,
algunos de ellos centrales: un niño con síndrome de Down
y su padre, un arquitecto que dejó su carrera para atender al hijo
tras la muerte de su esposa; una anciana que vende cacahuate tostado en
un bulevar; un hombre que se va a Miami siguiendo al amor de su vida; un
bailarín de ballet clásico que por la mañana es un
albañil que arregla su propia casa; un ferrocarrilero evangelista
que en la noche toca el saxofón en un club; un médico que
en las tardes hace de payaso, y un empleado de un hospital que en la madrugada
actúa travestido.
Realidad y ficción
"Rechazábamos
la mirada unilateral", dice el realizador a La Jornada. "Lo que
buscábamos era la asociación de las ideas para llevar a una
reflexión y, por lo tanto, alcanzar, si era posible, una complejidad
en la mirada. Porque la realidad cubana no es en blanco y negro. Muchas
veces se mira en blanco y negro, de un lado y de otro. Queríamos
dar esa riqueza y lo primero que teníamos que hacer era despojarnos
de cualquier tipo de prejuicio o preparación. La realidad surgió
tan compleja como es. Nosotros sólo tuvimos que mirarla."
El proyecto original era una serie de piezas de 55 minutos
para la televisión europea, basada en historias de varias ciudades
del mundo. Por diversas causas el plan fracasó y sólo quedó
en pie la filmación de la capital cubana, que creció a 80
minutos.
"La idea fue surgiendo poco a poco", señala el
cineasta. "Ibamos a contar historias reales de habaneros en un lenguaje
no tradicional, con una puesta en escena narrativa. Es una película
inclasificable. Tiene de ficción el lenguaje, pero no el contenido,
porque todo es real."
El autor dice que la exhibición ante el público
cubano desbordó sus expectativas. "Nunca nos imaginamos que iba
a tener tanto poder de convocatoria. Siempre pensamos que una película
que planteaba un lenguaje no habitual para el espectador común tendría
que sortear obstáculos, pero hay un público medio amplio
que la ha asimilado con un nivel de emotividad que nos hace reflexionar
todavía."
Fernando Pérez, graduado en lengua y literatura
hispánicas, es director de cine y escritor. Hizo numerosas ediciones
del Noticiero ICAIC (Instituto Cubano de Artes e Industria Cinematográficos)
y más de una decena de documentales. Entre sus largometrajes de
ficción con premios internacionales están Clandestinos
(1987), Madagascar (1994) y La vida es silbar (1998).
En Suite Habana el equipo fue protagónico.
La directora asistente, Gloria María Cossío, salió
a la calle a buscar los personajes; Julia Yip hizo una edición decisiva;
el fotógrafo Raúl Pérez Ureta encontró imágenes
inéditas en una de las ciudades más fotografiadas del mundo
y Edesio Alejandro produjo una banda sonora que recrea ruidos y ambientes
citadinos.
Fernando Pérez recuerda que el recurso narrativo
en un documental no es nada nuevo. Ya en 1922 el canadiense Robert Flaherty
lo usaba con su Nanook, el esquimal. Pero el autor cubano quiso
emplear expresiones dramáticas, como un barco que pasa o un ventilador
que gira, unidos a una historia en curso, donde hay una puesta en escena,
para provocar la asociación de ideas y finalmente una trama.
Hablar con el silencio
-Esta fórmula de "hablar con el silencio", para
usted ¿es una herramienta o una tesis?
-Es como una obsesión que yo tengo por el cine
que hago últimamente. En mis dos últimas películas
de ficción (Madagascar y La vida es silbar) hay momentos
en los que el diálogo es inexistente y la narración descansa
mucho más en imágenes. Trato de buscar las herramientas expresivas
del cine en la imagen y el sonido. Yo siento que una imagen en silencio
puede expresar muchísimas cosas, muchos estados de ánimo,
pensamientos que no se dicen y es el cine que me gusta hacer. No tengo
nada en contra de la entrevista en el documental, pero es un recurso muy
manido.
-¿Cómo hicieron para encontrar imágenes
originales en una ciudad tan fotografiada?
-Es obra, sobre todo, del fotógrafo, Raúl
Pérez Ureta. Estudiamos mucho la intención de la imagen,
por ejemplo, para recrear las atmósferas. Nos inspiramos en el pintor
estadunidense Edward Hooper (1882-1967), en sus personajes sumidos en sus
pensamientos, con cierta melancolía, en una situación que
yo veo y creo que logra transmitir la interioridad de la persona. Esto
formó parte de la estética de la película.
"No sabíamos qué iba a ocurrir, cómo
se iban a comportar nuestros personajes, lo cual no deja de provocar polémica.
Aquí falta el cubano que ríe, falta el cubano que baila,
pero yo pienso que ese cubano es el que siempre aparece. El que faltaba
siempre era este otro cubano..."
-Algunos dicen que faltan los ricos...
-Que también los hay. Es cierto: faltan los ricos.
Falta Quinta Avenida... En un principio pensamos dar muchas Habanas, pero
por cuestión narrativa y estética se decidió así.
"Escoger lo que la vida nos diera"
-Hay una parte del público que ve en la película
una fuerte crítica social. Por ejemplo, la escena en la que el ferrocarrilero
sube una cuesta al lado de su bicicleta y en sentido contrario pasa un
Mitsubishi con placas "HM" (la matrícula de un cubano particular).
-Muchas veces yo salí a rodar imágenes de
la ciudad con determinados propósitos, pero no con la claridad exacta
de lo que íbamos a tener. Era escoger lo que la vida nos diera.
"En la escena del Mitsubishi y el ciclista le habíamos
dicho al Chino (el rielero-saxofonista) que subiera con la bicicleta. Ya
teníamos el encuadre. Y en eso entró el Mitsubishi. Hizo
el efecto y nos regaló la toma. Por eso yo digo que es una película
que parte de la realidad. Este caso nosotros no lo inventamos. No dijimos:
vamos a hacer ahora el contraste del Mitsubishi y la bicicleta. Pero la
vida nos lo dio una vez que estaba el plano, con la cantidad de lecturas
que puede tener. La película ha logrado dejar en muchísimos
espectadores cubanos una emoción y una idea y eso no se da tan fácilmente."
-¿Qué ha sido de sus personajes?
-Nos entregaron sus vidas en absoluta confianza y nunca
vieron nada hasta el resultado final. Nunca nos pidieron dinero y eso habla
mucho de ellos. De inmediato aceptaron participar y han venido a ver la
película. La primera exhibición fue para ellos. Fue un momento
conmovedor. El abuelo de Francisquito (el niño Down) murió
el día de la primera exhibición. El esposo de Amanda (la
vendedora de cacahuates) también murió.
Gloria Cosío, la directora asistente, cuenta que
para Amanda su aparición en la película ha sido lo más
grande que le ha pasado en la vida. Además, con los mil pesos cubanos
que recibió de honorarios (unos 37 dólares) se compró
un refrigerador de los años 50.
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