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México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003

Jorge Santibáñez Romellón*

Migración de mexicanos: urge hacer más

Varios acontecimientos obligan a reflexionar sobre la urgencia de generar mecanismos que ayuden a los migrantes mexicanos que van a Estados Unidos. De entrada, es importante aceptar que el flujo migratorio continuará. Todos los estudios apuntan a que por lo menos en los próximos 15 o 20 años el proceso se mantendrá en sus niveles actuales y se incrementará. En estas condiciones lo mejor sería que los países involucrados (no sólo México) instrumentaran mecanismos que transformaran dicho proceso en uno predecible, seguro y ordenado. Por desgracia, eso no va a ocurrir. En Estados Unidos hay sectores poderosos que no quieren y no les conviene ni económica ni políticamente hacer nada. De hecho prefieren que las cosas sigan como están, y si eso provoca abusos, condiciones de trabajo desfavorables y hasta un número (reducido, dicen algunos con cinismo) de muertes en la frontera, en su análisis la culpa es de los polleros, de los malos empleadores y no hay nada que los obligue a cambiar.

Esto cierra, al menos temporalmente, la posibilidad en la que México había cifrado sus mayores expectativas. De nada sirve aceptar que esta situación se deriva del 11/9. Conocer las causas que detuvieron el eventual proceso de acuerdo migratorio, por desgracia no evita los riesgos de los migrantes ni disminuye los abusos de los que son objeto. La explicación de las causas puede ser muy clara y dejar a todos convencidos en una reunión académica o de funcionarios gubernamentales, y ésta es tan cierta como estéril. Aceptarla como justificante de la inacción es tanto como aceptar lo inaceptable, que el status quo puede continuar hasta que buenamente Estados Unidos decida analizar el tema y en la práctica subordinar las acciones mexicanas a la voluntad de otro país. Sin duda una buena definición de la pérdida de soberanía.

Estados Unidos se aleja cada vez más de una negociación migratoria. Tómese en cuenta, por ejemplo, la decisión de no permitir que los viajeros en tránsito, que estarían unas cuantas horas en algún aeropuerto de Estados Unidos -beneficiando así a compañías estadunidenses- lo hagan sin una visa que los autorice a ello. La medida en sí, contrariamente a lo que la mayoría de los medios mexicanos resaltaron, no impacta a México y, si se me apura, lo beneficia, porque los cerca de 73 mil viajeros que según la embajada estadunidense hacían estas escalas o cambios de avión en aeropuertos de Estados Unidos ahora tendrán la opción de volar directamente desde México, lo que beneficiaría a compañías mexicanas.

No nos engañemos, esos viajeros poco tienen que ver con los migrantes mexicanos. El problema de esta medida es lo que representa, ya que Estados Unidos, en aras de una supuesta guerra al terrorismo, toma decisiones migratorias aun en contra de los intereses económicos de compañías de ese país. La tendencia de hacer descansar las medidas de seguridad nacional en otras relacionadas con la migración es muy mala noticia y es el camino contrario a aquellas que favorezcan la migración, sea de migrantes mexicanos o de cualquier otra nacionalidad.

Así las cosas, México tiene el reto de hacer algo por el proceso, independientemente de Estados Unidos, porque lo malo de los procesos que nadie ordena, que nadie gobierna, en los que no se hace nada o lo que se hace no es suficiente, es que quien los "ordena" es el mercado y el vacío de autoridad lo ocupan actores oportunistas y sin escrúpulos. Esto es lo que ha provocado que compañías aéreas, bancos, polleros, algunas autoridades y hasta delincuentes presos, desde un penal, abusen y obtengan ventajas lícitas e ilícitas del proceso migratorio.

Ciertamente México ha mejorado algunos programas de protección y orientación para los migrantes; el Programa Paisano o los grupos Beta reportan resultados positivos, algunas campañas de orientación y prevención (independientemente que se esté de acuerdo o no con el contenido) están más presentes en medios de comunicación y llegan más a los migrantes; sin embargo, son insuficientes. Las decisiones que adopta Estados Unidos van en la dirección opuesta de un ordenamiento del proceso migratorio, ni qué decir de un acuerdo más amplio. Los abusos, lícitos e ilícitos, de los que son objeto los migrantes crecen en un espacio que nadie controla.

Hechos recientes reportados por los medios de comunicación, como la desarticulación de la red que extorsionaba migrantes desde un penal o la que defraudaba con promesas falsas de visas, pueden ser vistas como éxitos policiacos, pero reflejan que esas expresiones de la delincuencia se dan porque hay un espacio propicio, es decir, porque hay un "mercado" que lo permite. Detener a esos delincuentes es importante, pero si no se ataca el problema de raíz esos delincuentes se reproducen de otra forma o mutan a otros tipos de delincuencia.

En esta lógica quizá debamos tomar algunas decisiones en México, ordenar el proceso aquí, con acciones propias y visión integral, aceptando que el proceso continuará. Por ejemplo, desarrollar una especie de "enchilada completa", pero totalmente mexicana y dejar para un mejor momento aquella "enchilada" binacional que cada vez está más lejana. Si de todas formas se van a ir, más vale que se vayan informados, capacitados, orientados. De otra forma los abusos y las estafas continuarán en mayor escala. A la desarticulación de una red de delincuentes que usan el proceso migratorio como plataforma y espacio de acción seguirá una red más sofisticada y peligrosa para los migrantes. La solución de fondo no está en el terreno policiaco, mucho menos en la inacción o la omisión.

* Presidente de El Colegio de la Frontera Norte

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