Las Marionas, una vida que es alimento

* A sus casi 80 años proclaman: "mientras hay vida ¡viva la vida y felicidad!"


Texto y fotos Ximena Bedregal

Una filósofa feminista con la que hablábamos de las consecuencias de la guerra me decía, 舠las guerras hacen desaparecer la inteli- gencia de todos, sin embargo allí donde hay una mujer se puede encontrar la inteligen- cia de la vida, el impulso y los actos para alimentar y hacer que sobrevivan los que la rodean舡. Me pregun té si la frase tenía algo de esencialista pero como dato fáctico es evidente que mientras ellos guerrean, en la batalla, en el trabajo o en la política, ellas 舑en general- alimentan y llevan el peso de la sobrevivencia del grupo.

Tal vez esa experiencia está de muchas maneras en nuestras memorias de mujeres. Tal vez por eso una de las películas más bellas para tantas amigas ha sido 舠El festín de Babette舡 donde la dedicación y el desarrollo del placer alimentario de una solitaria mujer logra romper las enemistades, las amarguras y las pequeñas guerras de un pueblo, para dar lugar a la convivencia, a la amistad, al baile y al amor.

Tal vez por todo eso me resultó tan hermosa la historia de dos mujeres que se conocieron escapando de la guerra civil española, que recuerdan el hambre pasado en esa etapa de sus vidas, que aprendieron a cocinar 舠sin estudiar舡 sólo porque sus madres eran 舠maravillosas cocineras舡 y 舠uno lleva esa memoria en el paladar, aunque no se haya aprendido es algo que se sabe舡 y que ahora, acercándose a los ochenta años de vida, después de haberse 舠jubilado de todas las obligaciones舡, en un pequeño y hermoso restaurante protegido por los mágicos cerros del Tepozteco, se dedican 舠¡encantadas, felices de la vida!舡 a llenar de placer gustativo a sus comensales, a preparar con carnes, hierbas, pescados y verduras, un poco de felicidad para quienes ocasionalmente llegamos a su mesa.

Pilar Alonso Arrondo, que en unos días más cumplirá 77 años y Michelle Alban, que acaba de cumplir 74, se conocieron en el año 42, en el barco que las trajo a México. Michelle, hija de franceses había salido 舠los últimos días de la guerra舡 desde Valencia porque su padrastro era un republicano español. Pilar, con su madre y sus dos hermanas, habían huido del país Vasco en el 37, 舠inmediatamente después del bombardeo de Guernica舡. Salieron a Francia donde fueron ubicadas en campos de concentración franceses.

Sus recuerdos de entonces están llenos de imágenes alimenticias. Pilar sonríe dulcemente cuando nos cuenta la llegada a Marsella 舠veníamos de la guerra con mucho hambre y llegamos a Marsella que tenía tantas tiendas llenas de ventanas con comida. Mi hermana se pegó a una vitrina llena de salchichones y quesos colgando, pero era de noche y estaban cerradas舡. Su mirada se pone seria cuando luego comenta 舠si los franceses tenían escasez de comida, en los campos de concentración donde nos tenían pasábamos más hambre, mis padres quedaron en los huesos, pero hay que decir que eran solo campos de concentración y no campos de exterminio como los de los nazis舡.

Ambas ríen pícaramente cuando empiezan a recordar 舠las lentejas con piedras舡 del barco que las sacó de Francia a Casablanca. Nos daban unas lentejas que tenían piedras, dice Pilar. ¿Cuales piedras Pili? ¡era caca de ratón! repica Michelle. Ambas ríen a carcajadas.

A Pilar no le gustan las lentejas. 舠En casa las hacía ocacionalmente por conseción a la familia, porque les gustan mucho. La primera y única vez que las hice aquí en el restaurant me resultaron en una tremenda pesadilla. Esa noche soñé que se me venía encima un mar de lentejas, me ahogaban las lentejas, era un magma que no acababa nunca y del que no podía salir. ¡Tremendo!舡.
- ¡Hay Pili, sería por tu costumbre de hacer, servir y comer mucho! ironiza Michelle.
- Será por lo que sea, pero no me gustan y no las he vuelto a hacer.
Las carcajadas nos envuelven ahora a todas.

Pilar cumplió 15 años el día que el barco que las traía a México paró en Trinidad, en Puerto España. Michelle era un poco más pequeña pero 舠tenía una trenza hermosa, color del trigo maduro, que me daba envidia ¿te acuerdas Michelle, me daba envidia y entonces te la peinaba?舡

舠Llegamos a México ya más repuestas porque en ese barco nos daban buena comida. La llegada a Veracruz fue emocionante, especialmente para los adultos, nos recibió mucha gente.舡 Nos subieron a un tren que nos trajo a Ciudad de México. El tren corria tan lento que en la cumbre nos bajábamos para visitarnos de un vagón a otro. ¿El primer recuerdo de Ciudad de México? 舠Nos recibieron las organizaciones de refugiados españoles y nos llevaron a desayunar舡.

Michelle, ya en México, terminó la secundaria, hizo la prepa y luego estudió Filosofía y Letras con especialidad en letras clásicas, al mismo tiempo que trabajaba como bibliotecaria y archivista; 舠después, por 29 años y diez meses di clases en Guanajuato, en la Universidad y luego aquí en prepas de la UNAM舡. Se casó dos veces y se divorció ambas 舠porque yo no mato a mis maridos, cuando las cosas se acaban sólo me separo de ellos舡, nos dice en literario tono de humor negro. Crió a una hija y un hijo mientras trabajaba como profesora de literatura.

Pilar en cambio entró a trabajar de inmediato. 舠Mi hermana mayor venía enferma de tuberculosis y mi hermana más pequeña entró al colegio. Yo me quedé enmedio y tuve que trabajar, tenía 16 años y no sabía hacer nada así que entré al trabajo que pude. Trabajé como cajera hasta los veinte años en que me casé y tuve dos hijas. Como no sé estar sin hacer nada quise estudiar la secundaria. Me fui con un señor que era del Colegio Franco Mexicano y que hacía de cónsul en Guadalajara 舑donde vivíamos en ese momento- para preguntarle como podía hacer para que me mandaran mis papeles de ese pueblito francés bombardeadísimo y me dijo ¿Para qué quiere estudiar? ¡No le van a enseñar nada!, usted habla perfectamente francés, véngase con nosotros, la vamos a formar. Me dieron unos stages: cursillos cortos, hasta me mandaron a México y con eso empecé primero a dar clases de francés a niños de primaria y luego en la Alianza Francesa. Después entré también en la Editorial ERA como ayudante de Vicente Rojo. ¿Qué hacía? Era correctora, hacía las citas de pié de página, supervisaba las impresiones y estaba a cargo de las ventas internacionales舡.

Pilar trabajó 23 años en ERA y dio 15 años de servicio en la Alianza Francesa. 舠Trabajé mucho, nunca gané mucho pero sí trabajé, trabajé mucho. Así que 舑como yo digo- soy analfabeta autodidacta porque no he estudiado; he aprendido, sí, porque en casi 80 años se aprende mucho y he leído mucho, pero no he estudiado舡.

El 75 me separé de Carlos, él era muy buena persona, tengo muy buenos recuerdos de él, pero yo necesitaba ser yo; yo sin vivir por interpósita persona ni trabajar marginalmente. Necesitaba ver de lo que era capáz y no, pero bueno, 舰eso fue hace mucho tiempo.

Al hablar del amor y el gusto por la cocina, sus historias regresan a sus madres y a esa genealogía de mujeres donde la sabiduría y la experiencia se confun- den con un 舠hecho natural舡 y donde el placer y el conocimiento del paladar quedan olvidados como hechos transmitidos. Más aún hoy, cuando los chefs -en general varones- han puesto a la cocina en el reconocido pedestal de los estudios profesionales.
¿La cocina? Siempre me gustó, confiesa Pilar. 舠Lo que nunca me ha gustado era la obligación, pero hacerla por gusto me encanta. Cuando pudimos tener alguien que ayudara en la cocina fue cuando yo empecé a hacerlo con gusto porque me metía cuando tenía ganas. Mi madre guisaba muy bien y entonces cuando me preguntan ¿Dónde aprendiste? Yo digo en la vida; mi vida es muy larga y lo que te gusta lo vas aprendiendo, además hacemos cocina tradicional, esa que comí de chica, esa que hacía mi madre cuando salió de allá. Aunque no teníamos dinero, siempre hacía las cosas al estilo de allá, al sabor de allá, a su manera, entonces tienes ya hecho el paladar y digo el paladar porque mi madre nunca nos enseño ni a cocinar ni a coser, aunque ella era una costurera de alta costura, además yo empecé a trabajar muy temprano y mi padre 舑hecho a la usanza de entonces- consiredaba que si la niña trabajaba era como un hombre y, por tanto, no tenía que hacer cosas de la casa舡.

También Michelle empieza diciendo 舠mi madre cocinaba espléndidamente pero yo no aprendí ni a freír un huevo así que compré un libro de recetas en francés, lo traducía y colgaba las recetas en español para que las preparara la señora que me ayudaba. Así fui aprendiendo, a través de las traducciones, yo soy una intelectual de la cocina, aprendí de libros, leyendo y traduciendo.舡

--Con libros aprendiste la técnica pero y ¿el gusto por la cocina, por cocinar?
舠Yo creo que todas las mujeres tenemos, como por naturaleza, el don de alimentar a la gente, desde los hijos, pero las mujeres aprendemos como de manera natural. En mi casa se comía divinamente y, como quiera que sea, algo se le pega a uno. Se hace como natural. Recuerdo una anécdota de cuando todavía era chamaca, mamá me mandó a casa de Concha Méndez y Manuel Altolaguirre, ambos poetas, y recuerdo que ella hizo el siguiente comentario: ¡Hay, este Manolo, cree que él tiene que ver con mi poesía y él no tiene nada que ver, nada, mire yo hago una salsa y hago un poema, pelo unas patatas y escribo otro poema! ¿qué tiene él que ver con eso? ¡nada!舡

Aunque ellas insistan en que sus vidas 舠son comunes y corrientes舡, en un mundo donde 4 de cada 10 personas de la mal llamada tercera edad sufren depresión y la mayoría siente que ya no puede ni debe hacer proyectos, el que estas dos bellísimas mujeres de más de 70 años impulsen y disfruten de su restaurante, al que llenas de fresca irreverencia y humor llaman 舠el ancianatorio舡, es otro de los elementos que nuestras genealogías de mujeres deben recoger.

舠Cuando me jubilé, según yo, me iba a rascar la panza porque ya había trabajado durante 40 años, desde los 16, pero a los dos meses ya estaba aburrida. Volví a trabajar en la biblioteca Montessori de acá de Tepoz, pero después de un tiempo se acabó. Si quisiéramos encontrar una chamba ¿quién contrata a alguien de 74 y 76 años? ¡Nadie! y aquí tenemos actividad, nos entretenemos, nos da motivos para salir a México, a Cuernavaca y tenemos harta actividad, especialmente los fines de semana舡 dice Michelle en un tono de cosa de poca importancia.

舠Cuando me jubilé estaba ya cansada, dice Pilar, 舠además más cansada porque a mi nunca me ha gustado el trabajo de oficina, ¡estar encerrada a las mejores horas! y dije no quiero hacer nada y, efectivamente, estuve unos cinco años sin hacer nada. Bueno, hacía cosas manuales, iba y venía, viajé mucho pero me sentía inútil, como un trasto viejo. Mi Hija me propuso venirme a Tepoz y poner una tiendita. Puse un localito lindo, donde vendía objetos preciosos que buscaba en Dolores Hidalgo, en San Miguel de Allende y también vendía tapas al paso, con vino que era gratis, pero no funcionó, la gente no tiene costumbre de salir del trabajo y pasarse a tomar un vino. ¡Solo a mí se me ocurre que mi tiendita iba a cambiar las costumbres! Me aburría mucho y cuando venía Michelle terminábamos por comernos todas las delicias que había preparado en la semana: le dije a Michelle ¡yo me aburro mucho aquí, quiero poner un restaurante pero tú éntrale con migo! Como a las tres semanas aceptó y lo pusimos en una hermosa casa donde iba poca gente, no perdíamos pero no ganábamos y era nuestro ancianatorio, lo pasábamos bien, guisábamos, nos entreteníamos, venían algunos clientes y platicábamos así que lo mantuvimos, más por placer que por negocio舡.

舠Un día nos pidieron la casa y después de mucho buscar nos trasladamos a este local. A Michelle no la convencía mucho, decía que ¡como a la orilla de la carretera, que el ruido y que no había espacio para poner nuestro rincón del conversatorio!, donde nos sentamos nosotras a platicar. ¡Ah, como no! le dije, verás que acomodo un lugar para nuestro conversatorio. Aquí estamos ¡encantadas! felices de la vida, viene bastante gente, gente a la que le gusta nuestra comida, estamos muy contentas, ese rincón es nuestro conversatorio, a veces se lo prestamos a los clientes para que se tomen un vino. Yo tengo 77, Michelle 74, nos hacemos compañía en nuestro ancianatorio en vez de estar en la casa, en un rincón, tejiendo carpetas y renegando, tengo salud, tengo ánimo y me gusta lo que hago, es un privilegio. Aquí estamos en actividad, en contacto con la gente, es vida y mientras hay vida, mientras dura ¡viva la vida y felicidad!舡

El restaurante, ubicado a las afueras de Tepoztlán, Morelos, se llama Las Marionas, que significa 舠las grandes Marías舡 o 舠las Marías Grandes舡.