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E D I T O R I A L
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México D.F. Martes 2 de septiembre de 2003

 

CONTRADICCIONES Y OBSTACULOS

El mensaje político leído ayer por el presidente Vicente Fox ante el Congreso de la Unión, como parte de su tercer Informe de Gobierno, resultó un ejercicio un tanto extraño, cuya primera parte, autocomplaciente en extremo, resultó anulada y desmentida por la segunda, autocrítica, lúcida y valerosa.

En su recuento de logros, Fox se refirió a cuatro hechos innegables que deben ser saludados: el fortalecimiento de las prácticas democráticas, la consolidación de la libertad de expresión, la ausencia de actitudes represivas y la creación de un comisionado especial para investigar -y resolver, esperemos- los crímenes de Ciudad Juárez. Aparte de esas cuatro referencias positivas y concretas, la primera parte de la alocución presidencial resultó evocación descorazonadora de las fórmulas retóricas tradicionales de las presidencias priístas: cifras fantásticas, logros portentosos que superaban en 12 meses lo conseguido en las décadas previas al de la voz, infinidad de metas superadas y quiebres épicos que, cada primero de septiembre, colocaban al país en una nueva etapa histórica: "la inflación menor en 34 años", "el programa de vivienda más amplio de la historia", "en dos años superamos lo alcanzado en los 10 anteriores".

Si el presente gobierno pretende seguir presentándose como "del cambio", su principal exponente tendría que empezar por prescindir de semejantes usos oratorios que lo posicionan, ante la opinión pública, como "más de lo mismo". Vaya un simple ejemplo, el Presidente afirmó: "Estamos en pie de guerra contra el narcotráfico (y) los resultados no tienen precedente. Hemos minado la fuerza de todos los cárteles. (...) Hemos capturado a más de 22 mil personas vinculadas con delitos contra la salud, entre financieros, líderes y distribuidores al menudeo. Ello ha sido posible gracias a la coordinación de esfuerzos". Posiblemente los datos presentados sean reales, pero el párrafo habría podido ser tomado de cualquier informe presidencial de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas o Ernesto Zedillo, y eso le resta credibilidad.

Más allá de ese estilo proverbial de informar, en los ámbitos de educación, salud, profesionalización de los cuerpos policiales y lucha contra el crimen organizado, combate a la pobreza, defensa de la soberanía nacional, observancia de la Constitución y reactivación del campo, entre otros, es difícil encontrar las correspondencias entre los éxitos enumerados por el mandatario y la percepción que el país tiene de sí mismo.

En cambio, cuando el Presidente asume un tono autocrítico y realista -"reconozco que el crecimiento económico y la generación de empleos han sido hasta hoy insuficientes"-, coloca ante el Congreso de la Unión los problemas que deben orientar el debate nacional y la búsqueda de soluciones. El realismo con que Fox admitió la existencia de "un reclamo social generalizado en favor de un cambio más profundo y dinámico", y su honestidad para reconocer las debilidades -inexperiencia, ineficacia, pleitos internos- de su equipo de trabajo son puntos en su favor. Es digno de subrayarse, también, su reconocimiento de que "la estabilidad macroeconómica (...) no se ha traducido aún en crecimiento sostenido y en generación suficiente de empleos (...) Las finanzas familiares no reciben todavía sus beneficios".

Ese señalamiento constituye, asimismo, un primer punto de partida para pensar que el actual gobierno tiene capacidad para enfrentar, en alguna medida, en la segunda mitad de su mandato, la pavorosa desigualdad, la carestía y la miseria que han sobrevivido intactas en la era de la alternancia. Si existe voluntad política para ello, el jefe del Ejecutivo federal tendría que plantearse, como puntos centrales para su segundo trienio, el combate a la exasperante y peligrosa deuda social, la persistente corrupción y los ofensivos rezagos e ineficiencias en materia de procuración de justicia.

El obstáculo central para acometer tales tareas fue mencionado, aunque tangencialmente, por el propio Fox. "El ambiente político está congestionado", dijo, y agregó: "Existe desconfianza y recelo social hacia la política". La verdad es que hay una profunda descomposición de la clase política, de los partidos y, por extensión, de las instituciones republicanas. Una vertiente de esa crisis es el desacomodo ideológico que viven las formaciones políticas desde las pasadas presidencias priístas, que puede ilustrarse con el hecho de que Fox no cuenta con pleno respaldo del PAN, el PRI no cuenta con el apoyo de sí mismo y el PRD ha renunciado a favorecer a los sectores sociales a los que dice representar.

La política como ejercicio de negociación republicana ha sido remplazada por intereses pecuniarios, enjuagues clientelares, mangoneos para la ocupación personal de posiciones de poder y demás prácticas ajenas al debate, así como la disputa por proyectos de nación. Los permanentes jaloneos entre las tribus perredistas; el control del PRI por sus estamentos más canallas y mafiosos, la proliferación en el PAN de coyotes legislativos, o el patético manejo del Partido Verde como empresa familiar, son expresiones evidentes de la descomposición de la clase política, fenómeno que se presenta como el principal obstáculo para aterrizar la transición y convertirla en cambio, valga decir, para establecer la agenda de las reformas nacionales y llevarlas a cabo. Si el entorno político presente no es capaz de sanearse a sí mismo, parece poco probable que el actual jefe del Ejecutivo federal pueda concretar cambios significativos y logros reales en la segunda mitad de su mandato.

La ceremonia del Informe mostró ayer la imperiosa necesidad de cambiar radicalmente su formato. De alguna manera, la paradoja de un Presidente que alaba y critica al mismo tiempo el desempeño de su administración es indicativa de la necesidad de abrir esos encuentros -los únicos formales entre el Ejecutivo y el Legislativo, salvo la toma de posesión y la entrega del cargo- al debate, la interpelación reglamentada y la participación de los legisladores. Otorgar a diputados y senadores el derecho a cuestionar las expresiones presidenciales daría al mandatario, en contrapartida, el derecho de defenderlas. Esa simple modificación sería en lo inmediato una inyección de aire fresco en la descompuesta vida republicana del país.
 

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