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México D.F. Viernes 5 de septiembre de 2003

Silvia Gómez Tagle

Lo nuevo y lo viejo del ritual presidencial

Los rituales sirven para dar sentido a la vida cotidiana, marcan periodos sobresalientes, puntos de quiebre o repetición de ciclos. Hay rituales para festejar el nacimiento y para elaborar el duelo por una persona que ha fallecido. Si vemos el tercer Informe de gobierno del presidente Vicente Fox en este contexto, no podremos negar su importancia. A pesar de que en el futuro podría cambiar el formato, el informe anual marca un ciclo fundamental en la vida política del país. Lo viejo y lo nuevo del Informe son en sí mismos signo de los tiempos que vivimos.

El domingo previo al Informe el Presidente fue al centro histórico de la ciudad de México, asistió a misa en la iglesia de San Felipe de Jesús, hizo un recorrido a pie, sin vallas ni guardias presidenciales ostentosos. Recuerdo muy bien las épocas cuando una visita del primer mandatario a El Colegio de México implicaba un enorme aparato de seguridad para cercar todo el edificio horas antes de su llegada. Tampoco se acostumbraba que hiciera de sus creencias religiosas un acto público.

En la presentación del Informe de Vicente Fox, y en su conducta política, se observan cambios importantes. En la primera parte, dedicada a dar un conjunto de cifras sobre los "logros" de su gobierno, privó un tono de justificación que se parece mucho a los informes tradicionales de los gobernadores priístas, a pesar de que hay que reconocer el mérito de una mayor brevedad. La calidad de la información oficial es muy discutible. Más allá de si los estudiantes de secundaria aumentaron con relación al ciclo anterior en proporción mayor al simple crecimiento demográfico, que sería el criterio para afirmar que ha crecido en términos reales el porcentaje de población con acceso a ese nivel escolar, el problema de fondo es que en México las cifras estadísticas oficiales se han manejado tantas veces con criterio político que ya no se les tiene confianza.

El INEGI ha sido incapaz de abrir sus puertas a una inspección ciudadana para que todos podamos constatar la veracidad de sus datos; hay muchas áreas de la administración pública cuya información es todavía muy discutible porque los datos de diferentes fuentes no coinciden, como es el caso de la producción de energía, salud, educación, finanzas públicas y, sobre todo, respecto de la pobreza. Los sistemas de autoevaluación, como el creado para el sector educativo, no funcionan porque no tienen credibilidad.

Esto mismo ocurre cuando el Presidente ordena todas esas cifras de sus "fuentes oficiales" y las presenta como parte sustantiva de su Informe. Ese informe que en forma sintética nos ofreció el lunes pasado a todos los ciudadanos, y que en su versión extensa entregó al Congreso de la Unión para su análisis, carece de credibilidad.

Hay que preguntarnos Ƒcómo se gana la credibilidad? En México hubo debates inacabables sobre la confiabilidad del padrón electoral, hasta que la autonomía del IFE y la transparencia en todos los procesos que involucran el registro de electores, supervisados en muchos niveles por representantes de los partidos, han ganado esa tan valiosa credibilidad. Ese ejemplo debería seguirse con el INEGI tanto por la creación de un consejo de dirección autónomo del Ejecutivo como por mecanismos de participación ciudadana en diferentes instancias mediante colegios profesionales y representantes de instituciones académicas.

Sin embargo, Fox presentó una visión realista de la crisis por la que atraviesa el país y sobre todo su autocrítica, signo de nuevos tiempos. A pesar de todos los errores atribuibles al Ejecutivo en estos tres primeros años de gobierno, el paso de una actitud retadora y triunfalista a la búsqueda de diálogo con su propio partido y con las demás fuerzas políticas abre nuevas perspectivas para salir de un estancamiento en el que habían naufragado los grandes proyectos de la mercadotecnia foxista. La renovación de su gabinete evidencia una voluntad política, cuando menos de acercamiento con su propio partido.

No cabe duda que estamos en una nueva época, a pesar de que en términos formales el Informe ante el H. Congreso de la Unión se rige por el mismo protocolo de antaño. En los rituales de Fox se expresa una visión de la política menos autoritaria y más cercana al ciudadano; ahora se espera que el Congreso juegue un papel activo en el diseño de las políticas públicas. Corresponde a los partidos promover los acuerdos necesarios para resolver problemas fundamentales que no resisten más espera: energéticos, reforma laboral, reformas fiscales, solución a los problemas del campo, reactivación económica y el problema del agua.

Esperamos que las soluciones que promuevan los legisladores reflejen la pluralidad del Congreso y no sean sólo resultado de alianzas que contemplen el punto de vista de la derecha del PAN y del PRI.

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