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México D.F. Jueves 11 de septiembre de 2003

Carlos Montemayor narra en su nueva novela el asalto al cuartel de Madera, Chihuahua

Deslindar la verdad humana de la oficial, reto de Las armas del alba

Editada por Joaquín Mortiz, la obra se publicó también por entregas en La Jornada

Esos jóvenes guerrilleros pertenecían a una generación ''honestísima, brillante y limpia''

CESAR GÜEMES

montemayor_armas_ok01Frente a la verdad oficial están la verdades humana y social, expresa Carlos Montemayor quien en su nueva novela, Las armas del alba, hoy bajo el sello de Joaquín Mortiz y en su momento publicada por entregas en La Jornada, da a conocer narrativamente el combate mantenido por la guerrilla estudiantil y campesina contra la guarnición militar de ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965.

A propósito de lo que es verificable en esta obra y lo que pertenece al ámbito del trabajo literario, aclara el escritor: ''Para mí la literatura nunca ha sido ficción, sino una forma de conocimiento del mundo".

Entender la realidad

El contraste entre la versión oficial de los hechos y la verdad social que Montemayor, nacido en Parral, Chihuahua, conocía de primera mano, conformó su manera de entender la realidad. Recuerda: ''La mañana del 24 de septiembre de ese año vi en un periódico mural en la Facultad de Derecho la noticia del ataque. El texto se acompañaba de fotografías de algunos de los jóvenes guerrilleros que habían caído durante la acción. Ahí estaba la imagen de un amigo cercano, compañero de la preparatoria, a quien señalaban como desaparecido o posible víctima.

''Para mí fue muy desconcertante el tono de las notas en las que trataban a los jóvenes guerrilleros como criminales comunes, abigeos o gatilleros. Se trataba en realidad de una generación honestísima, brillante y limpia. Esa incongruencia entre la versión oficial y la verdad humana que conocía, y me constaba como testigo de muchos años, me sacudió.

''Sin duda éste fue el hecho que más me marcó como escritor, analista político, periodista e historiador. A partir de ese momento tuve muy claro mi compromiso de deslindar en todo tiempo la versión oficial de la social. Entendí que la verdad oficial puede desvirtuar la dignidad humana. Ese deslinde está, creo, en todos mis trabajos como analista y escritor."

Desahogo entrañable

-¿A qué obedece este tiempo que aguardó para hacer un ajuste literario con esa parte de la historia?

-En buena medida a que la información sobre estos movimientos no se obtiene de modo sencillo: permanece siempre de manera clandestina, ya sea en poder de la Inteligencia militar o de los guerrilleros mismos. Además, en 1965 yo ignoraba que sería escritor, la vocación literaria apareció después. Empecé, digamos tardíamente, con mi vocación literaria, sobre todo si tomamos en cuenta que muchos de los jóvenes que conocí en aquellos años en México presumían de haber aprendido a hablar en endecasílabos y haber tenido junto a sus pañales libros de Sartre.

''En mi caso me dediqué a mi formación literaria con gran paciencia y siempre apegado a la literatura que me facilitara la comprensión de una tarea que implicaba resolver literariamente temas sociales. Recordemos que en ese momento la idea predominante de la literatura política era el encomio o el esquematismo ideológico, y no una búsqueda que diera paso a la realidad humana, que a todas luces estaba anulada por la postura oficial o las deformaciones ideológicas. Yo necesitaba encontrar un camino de depuración literaria que me permitiera compartir la realidad que conocía sin que fuera un mero desahogo.

''Me parecía que un gran segmento de la literatura que a comienzos de los años 70 se llamaba comprometida cargaba con un discurso exacerbadamente ideologizado. Es verdad que había un desahogo entrañable y profundo, pero casi no había literatura en esas formas de escribir. Finalmente la literatura comprometida era el arte más difícil en ese momento. Un ingeniero civil o un médico, por ejemplo, no podían justificar su ineficacia como profesionales debido a su militancia. Lo mismo sucedía con los escritores. De modo que era un terreno al que había que entrar con cuidado y, desde luego, con conocimiento de causa."

-En este caso, la distancia entre los términos ficción y literatura es insalvable.

-El término ficción es terrible porque ha sido trastocado por el enorme mercado libresco que mantiene un mercado como el de Estados Unidos. Allá decir literatura equivale a decir catálogo, sea de tornillos o de autos. A todo lo demás le llaman fiction. Bien, pues tengo una postura distinta: para mí la literatura nunca ha sido ficción. Es una forma de conocimiento del mundo, de la vida y de profundización de la experiencia. Una gran literatura es aquella que nos hace vivir y sentir lo que narra. Así escribo poesía, novela y cuento para compartir no la idea de la vida, sino la sensación de lo que es vivir. En el caso de Las armas del alba, de lo que es luchar o combatir.

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