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México D.F. Sábado 20 de septiembre de 2003

Emir Sader*

Hegemonía y contra-hegemonía

"Un tigre de papel" -la caracterización del imperialismo hecha por Mao Tse Tung- parece aplicarse más que al Estados Unidos de hace cuatro décadas -cuando compartía la hegemonía mundial con la URSS- a la potencia unipolar que es hoy en día. La lista de sus debilidades parece interminable -y los críticos, de izquierda como Wallerstein, Amin y Arrighi, entre otros, pero también los conservadores, como Todd, no se cansan de apuntarlas, prácticamente con razón en todos los casos.

La economía -el punto más fuerte de la ascensión estadunidense como primera potencia mundial- se revela claramente más frágil de lo que fue en su ciclo de gran expansión que comenzara en los años 40 y concluyera en los 70. De gran exportador de capitales pasó a ser el mayor importador de capitales, para salvar sus déficit comercial y público. Su equilibro económico y su capacidad de reproducción de capital depende de los recursos invertidos en sus bolsas -en especial aquellos provenientes de Asia- y de las importaciones de Japón y China. Su moneda se muestra vulnerable, susceptible de resultar afectada por el crecimiento de las áreas euro en el mundo, inclusive en los países de la OPEP, a pesar del derribo del régimen de Saddam Hussein.

De economía industrial, la estadunidense pasó a ser una economía primordialmente de servicios. Entró en una recesión profunda y prolongada después del ciclo expansivo de los años 90, por la burbuja especulativa que finalmente explotó, tras la "exuberancia irracional" en la que se había asentado. El consumo familiar, motor de esa expansión, está estancado desde hace un buen tiempo, haciendo inviable una recuperación mínimamente sólida. Además, la desregulación económica comandada por Estados Unidos en las pasadas dos décadas y media, condujo a la economía mundial a una hegemonía del capital financiero, en su modalidad especulativa, lo que genera inestabilidad, incluso dentro de Estados Unidos, con fuga de capitales y amenaza de una salida generalizada, conforme las tasas de interés siguen bajas; el dólar se desvaloriza y la economía no presenta señales de una recuperación firme.

Socialmente, Estados Unidos es con mucho el país más desigual entre todos los del centro del capitalismo, habiendo extendido la jornada laboral hasta ocupar el lugar del país con la más larga. Esta desigualdad puede llegar a provocar variadas formas de explosión social, y de pérdida de legitimidad del Estado.

Políticamente, el rumbo adoptado por el gobierno de Bush llevó a Estados Unidos a situaciones que, primero, lo aislaron en el plano internacional a pesar de tener unificado el país internamente. Y que ahora lo enfrentan a los problemas que generó tanto en Afganistán como en Irak, y que vienen de vuelta al propio Estados Unidos, con muertos y la incapacidad del país de reconstruir Irak, teniendo por ello que pedir ayuda a los países que ofendió y menospreció al emprender la guerra.

Todo eso lleva a sumar una gran cantidad de elementos de fragilidad en la capacidad hegemónica de Estados Unidos. Se anuncia, con base en esto, el fin de la hegemonía estadunidense en el mundo. Pero se olvidan quienes lo hacen, que la hegemonía es una relación, se ejerce sobre otros, y por lo tanto, su fuerza y su debilidad depende siempre de la fuerza y debilidad de aquellos sobre los que se ejerce la hegemonía.

Estados Unidos es, aisladamente, más débil de lo que fue hace algunas décadas. Sin embargo, la comparación, desde el punto de vista de capacidad hegemónica, no es entre Estados Unidos en dos momentos diferentes, sino entre Estados Unidos y otras fuerzas mundiales.

La primera diferencia con el periodo histórico de bipolaridad mundial, quien ocupara el segundo lugar, como líder del campo opositor, la URSS, desapareció. Además, en su propio campo, Estados Unidos vio a Japón completar más de una década de recesión y a Europa mantener un nivel muy bajo de crecimiento. Así, su posición es mucho más favorable de la que tenía en el periodo anterior a la caída del muro de Berlín. Su principal adversario, aquel que funcionaba como líder del bloque que se oponía al bloque capitalista, desapareció, junto a todo lo que era el "campo socialista" en Europa occidental. Tan sólo esto significa un cambio estructural altamente favorable a Estados Unidos.

En segundo lugar, cuando la estructura de poder mundial era bipolar, el debilitamiento de uno de los bloques representaba automáticamente el fortalecimiento del otro. Los tropiezos de Estados Unidos representaban un fortalecimiento de la URSS o al menos de los No Alineados, un campo en general dominado por el antimperialismo estadunidense.

Ahora, la estructura de poder mundial es unipolar, con una polémica para ver quién polariza con Estados Unidos -Ƒel fundamentalismo islámico o el Foro Social Mundial de Porto Alegre?-. Los otros países -sean europeos o asiáticos, la alianza Francia-Alemania, o China- no capitalizan el debilitamiento estadunidense, salvo coyunturalmente, como en el caso de la guerra contra Irak para esa alianza, por ejemplo. Pero no se puede decir que sean polos de una alternativa hegemónica al predominio de Estados Unidos.

En este marco, Estados Unidos trata de proponer al mundo su forma de vida com prácticamente la única contrapuesta al tipo de vida del fundamentalismo islámico. De ahí el interés de Washington en consolidar la polarización Bush-Bin Laden, o Bush-Saddam Hussein.

Así, la mayor fuerza de la hegemonía estadunidense proviene de la debilidad de las fuerzas contra-hegemónicas. The New York Times escribió, en el momento de las inmensas movilizaciones mundiales contra la guerra, que el otro superpoder mundial sería la "opinión pública". La exageración verbal no impide que efectivamente, polarizada por el Foro Social Mundial de Porto Alegre, exista una acumulación de fuerzas para la construcción de una hegemonía alternativa. Desde el grito de los zapatistas en 1994, pasando por las manifestaciones contra la OMC en Seattle en 1999, hasta llegar a los Foros Sociales Mundiales, se fue constituyendo un cuerpo de propuestas, aglutinando fuerzas de lo más diversas y pluralistas, que comienza a aparecer como un núcleo de ideas y de fuerzas contra-hegemónicas. Será el desarrollo de esta propuesta contra-hegemónica la que servirá para medir la fuerza y el tiempo de supervivencia de la hegemonía estadunidense.

*Sociólogo y catedrático brasileño

Traducción: Alejandra Dupuy

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