.. | México D.F. Viernes 10 de octubre de 2003
FORO DE LA CINETECA
Carlos Bonfil
Fandango
Pirotecnia verbal
Rivalidades cruzadas
LA VERSION 23 del Foro de la Cineteca cierra su programación
este año con Fandango, una nota de escepticismo en el cine
mexicano actual, un largometraje filmado en video digital por uno de nuestros
realizadores más interesantes, Marcel Sisniega, autor de la comedia
Una de dos, y de Libre de culpas, cinta de 1997. Otra experiencia
suya reciente, aún sin exhibir, es En las arenas negras.
EN FANDANGO, Bartolomé Espina (Martín
Zapata) es un escritor sin ilusiones, desencantado con la realidad, deseoso
solamente de recuperar algo del entusiasmo amoroso que por un tiempo compartió
con su ex mujer, Lía (Eugenia Leñero), quien se obligó
a abandonarlo. El poeta decide vivir el duelo de esa relación en
Tlacotalpan, lugar para él entrañable, y contrata a un camarógrafo
(Diego Arizmendi) para que grabe cada instante de su vía crucis
existencial. Durante un buen tiempo, el espectador debe padecer a un personaje
realmente insoportable, poseedor de una verborrea seudofilosófica,
seudopoética, que no parece dar tregua. Una pirotecnia verbal que
incluye también algo de canto, pues Bartolomé conoce el folclor
veracruzano, y en la Fiesta de La Candelaria repite infatigable una o dos
tonadillas (''¡Qué bonitas son las hijas, las hijas de don
Simón!").
BARTOLOME
ES UN intelectual insufrible que indiscriminadamente cita versos antiguos
y refranes populares y frases pretendidamente trascendentales, sin que
muchas veces vengan al caso. En un insospechado arranque de autocrítica,
dice a su acompañante tras la cámara: ''Sin duda ya estás
harto de este bufón pedante que no deja hablar a las imágenes".
Al público podría decirle exactamente lo mismo.
MARCEL SISNIEGA ES, sin embargo, dueño de toda
la situación, y en el tránsito al formato digital muestra
que no ha perdido del todo su solvencia narrativa. La película,
que languidecía al cabo de su primera media hora, cobra vida con
la llegada de nuevos personajes, y los nuevos conflictos distraen un poco
del egocentrismo del protagonista. Bartolomé encuentra en Tlacotalpan
a su ex mujer, a su hijastra Rosalía (una sensual Zamia Fadiño)
y al hombre que ha tomado su lugar, el ''jaranero" Miguel (Arturo Meseguer).
Crece así una historia de rivalidades cruzadas (madre-hija; ex marido
y su remplazo) con la festividad local como escenario privilegiado. Sorprende
que con un personaje central tan deliberadamente desagradable, y una historia
sentimental poco original y sin mayores revelaciones, el director y su
camarógrafo cómplice hayan conseguido crear una atmósfera
fascinante, que es, en última instancia, lo más rescatable
de la cinta.
ARIZMENDI, COLABORADOR habitual del cineasta Julián
Hernández (Mil nubes de paz...) brinda aquí uno de
sus mejores trabajos en color, particularmente en sus secuencias nocturnas
y en su rechazo de lo pintoresco. El trabajo de fotografía ilustra
inmejorablemente esos estados de ánimo que el protagonista manifiesta
verbalmente hasta el hartazgo -el nuestro. Una secuencia en la que se describe
la violencia humana contra los animales (tortura festiva del toro como
encarnación popular del Mal) es más elocuente que las lidias
verbales de los personajes resentidos o pendencieros, y transmite con precisión
el desencanto radical de Bartolomé con la mediocridad moral de su
entorno. Sucede así algo sorprendente: la forma depurada del filme,
su notable apuesta estética, confiere a los personajes un relieve
distinto, y el propio Bartolomé crece paulatinamente como figura
trágica en un ambiente crepuscular.
EN UNA PINTURA del artista Alberto Fuster -un tríptico
que presenta a Cristo, a Luzbel y a Prometeo como tres rebeldes-, el escritor
Espina parece reconocer algo de su propia flagelación y de su marginalidad
absoluta, y por un momento se vuelve fascinante. Fandango es imagen
límite de ese exilio interior y del amor irrealizable.
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