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México D.F. Sábado 11 de octubre de 2003

Celebra la Academia Mexicana de la Lengua 50 años de El Llano en llamas

Rulfo definía la literatura como una mentira que dice la verdad, rememora Montemayor

CESAR GÜEMES

La noche de este jueves se llevó a cabo la sesión pública y solemne de la Academia Mexicana de la Lengua para celebrar el 50 aniversario de la publicación de El Llano en llamas, de Juan Rulfo, en la cual se develó, por fin, uno de los misterios de la escritura del entrañable prosista.

Moderada por Jaime Labastida, en la sesión habló el director de la academia, el lingüista José G. Moreno de Alba. En su participación, titulada ''Americanismos, léxico en El Llano en llamas'', identificó, clasificó y nombró los cerca de 80 vocablos de origen indígena, principalmente náhuatl, utilizados por Rulfo en sus cuentos, así como los 120 originarios de España, pero que se han modificado en América.

''Parece indudable que el autor de El Llano en llamas debe considerarse un escritor que hace uso de un vocabulario regional, que incluye buen número tanto de indigenismos como de vocablos de raigambre hispánica, pero que hoy poco o nada se usan en la península ibérica y siguen vivos en algunas áreas y registros americanos. Rulfo, sin duda conscientemente, utiliza no pocas voces que pueden calificarse no de americanismos, ni siquiera de mexicanismos, sino se trata de vocablos que sólo tienen vitalidad en una pequeña zona mexicana de Jalisco."

En su participación, el escritor y académico Carlos Montemayor rescató la capacidad de Rulfo para que su literatura permaneciera en los territorios de México y de ese modo hacerla universal. Lo rememoró con dos anécdotas. La primera ocurrió en la Universidad Nacional de Venezuela, en Caracas, ante críticos literarios como Angel Rama, en la que, citado por Montemayor, Rulfo explicó sus creaciones:

''Yo tenía un tío que se llamaba Celerino, un borracho; y siempre que íbamos del pueblo a su casa, o de su casa al rancho que tenía él, me iba platicando historias. Yo no sólo iba a titular los cuentos de El Llano en llamas como Los cuentos del tío Celerino, sino que dejé de escribir el día que se murió. Por eso me preguntan mucho por qué dejé de escribir, pues porque se me murió el tío Celerino. Pero era muy mentiroso, todo lo que me dijo eran puras mentiras y entonces, naturalmente todo lo que escribí eran puras mentiras.''

Gran cuentista

Montemayor contó que, después de algunos meses, Rulfo sostuvo una entrevista con Ernesto González Bermejo, Silvia Fuentes y Ernesto Parra. Ante la pregunta sobre su concepto de literatura, respondió: ''Es una mentira que dice la verdad -vuelve a citar Montemayor-. Hay que ser mentiroso para hacer literatura, esa ha sido siempre mi teoría."

Y Montemayor muestra la capacidad de Rulfo como conversador y novelista al leer otro fragmento de aquella entrevista: "En Caracas estuve en la Universidad Nacional de Venezuela, ante mil 500 estudiantes, con la condición de que hicieran preguntas previas, y lo que les respondí fue una serie de mentiras. Inventé que había un personaje que me contaba a mí los cuentos y que yo los escribía y que cuando ese personaje se murió yo dejé de escribir cuentos, porque ya no tenía quien me los contara.

''-O sea que se puso a hacer literatura". -transcribe Montemayor, que dice uno de los entrevistadores.

''-Seguramente estaba yo en vena porque allí mismo aparecían personajes, se armaban los cuentos. Apareció un cierto tío mío al que le decían el Bananas..."

-No, era Ceferino, no le decían el Bananas -recuerda Montemayor; ahí estaba inventando de nuevo.

Montemayor remata la anécdota: "Este Rulfo, que ante mil 500 estudiantes se ponía a hacer historias sobre su tío Ceferino y que a posteriores entrevistadores también les reinventaba la historia, ese conversador, cuando estaba en vena, fue el gran cuentista de las obras maestras que conocemos como El Llano el llamas y que hoy celebramos".

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