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México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003

Guillermo Almeyra

Las argentinas contrapropuestas

La Argentina política está ganando popularidad gracias a diversos actos simbólicos -todos importantes- como son el apresamiento de torturadores y genocidas; la modificación, favorable a los jubilados, del sistema de pensiones; la destitución de jefes policiales corruptos o de magistrados menemistas de la Suprema Corte, o una negociación con mayor firmeza con el Fondo Monetario Internacional. El gobierno y el Parlamento recuperan credibilidad, aunque la de-recha económica y política sigan haciéndole la guerra al presidente Néstor Kirchner (o también por eso). Pero esa Argentina del poder está descolada de la Argentina social porque, aunque han mejorado un poco las ventas en el comercio y la construcción y ha disminuido levemente la desocupación, la situación económica sigue sin cambios en lo esencial, y el forcejeo de las empresas privatizadas y del FMI en favor de un aumento de tarifas no cesa ni se ha adoptado ninguna medida contra la oligarquía terrateniente y financiera que controla el país, ni hay un plan de importancia para el empleo y de obras públicas.

Las clases medias movilizadas por el congelamiento y la pesificación de sus ahorros ahora se han desmovilizado, y como el movimiento obrero, muy golpeado por la desocupación y el miedo al cierre de empresas, parece haberse enterrado a varios metros de la superficie del territorio nacional, la izquierda se ha esfumado gracias a sus propias divisiones y errores, y el peronismo es una confederación de tribus en disputa; da la impresión de que Kirchner ocupa todo el espacio político. Pero ahí está el conservadurismo del país, y ahí está la derecha económica y social ligada al capital financiero para acotar su margen de maniobra, aunque esa derecha por primera vez en su historia no cuente con el aval de la Iglesia católica local, dirigida por un jesuita, que a los sectores del establishment les parece incluso tan subversiva como Kirchner, quien, por lo tanto, tiene a su favor varias cartas, pero está lejos de ser omnipotente.

Por el lado social subsisten algunas de las asambleas populares, aunque reducidas en peso numérico y en influencia, mientras los piqueteros están divididos según las sectas que controla cada grupo o algunos de esos grupos tienen un apoyo meramente clientelar, resultante de la administración de un paquete de Planes Trabajar (400 pesos argentinos mensuales, o sea, cerca de mil 300 pesos mexicanos). Pero, por ejemplo, D' Elia, ligado a la Confederación de Trabajadores de Argentina (CTA), que controlaba 50 mil de esos planes (teóricamente los votos de más de 100 mil personas), ni siquiera fue elegido diputado en la provincia de Buenos Aires porque la que creía su gente votó por el peronismo, sobre todo de derecha, que fue ampliamente mayoritario. Por consiguiente, el movimiento social alternativo, que muchos creían era el protagonista nada menos que de una revolución social, está en reflujo y en proceso de reorganización, pero todavía no tiene claridad ni sobre lo que sucedió ni de lo que debe hacer en el futuro. De modo que nuevamente la Argentina gubernamental e institucional se refuerza no porque tenga fuerza propia, sino porque existe, mientras a su alrededor hay un vacío, ya que ni la izquierda social ni la política ni la derecha política (la social actúa en cambio, y cómo) tienen proyecto.

El país, sin embargo, tiene una vitalidad que se expresa en la gran calidad y creatividad en el teatro, el cine, las artes plásticas, que por su número e importancia le dan características únicas a escala mundial, sobre todo si se piensa en la profunda crisis que vive la Argentina. Pero esa actividad cultural se contrapone a la parálisis del pensamiento político, visible al leer lo poco, y malo, que hay sobre los acontecimientos de los años recientes. Uno encuentra entre las novedades en librerías o en los libros de tema histórico que no hacen historia ni tratan de analizar al país. Quien conoció la Unión Soviética recuerda ese país al ver que la capacidad cultural y científica no tiene nada que ver con la pobreza política. Los llamados "especialistas" de la política -politólogos, militantes de los muchos grupos de izquierda que se dicen revolucionarios, en especial- viven, en efecto, al día y envueltos en polémicas canibalescas con su pariente ideológico más cercano, y no son capaces de sacarse los anteojos ideológicos para estudiar la realidad.

El problema central de la Argentina, por consiguiente, es que no ha hecho un balance del pasado ni un diagnóstico del presente. El cadáver del peronismo, insepulto, sigue ahí, contaminando al gobierno y a la sociedad, incluida la parte que, en la izquierda, se dice independiente del gobierno de Kirchner. Y nadie se pregunta cómo llegar a esa masa aparentemente inmóvil, pero presente, que es el movimiento obrero.

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