.. | México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003
SECTOR ENERGETICO: ILEGALIDAD E INJUSTICIA
El
gobierno de Vicente Fox ha sostenido, de diversas maneras y en diferentes
foros e instancias, que el Estado carece de los recursos para solventar
las cuantiosas y necesarias inversiones en el sector energético
nacional, particularmente en los ámbitos de la electricidad, el
petróleo y el gas, por no hablar de los ingentes montos requeridos
para cubrir el saldo histórico en materia de desarrollo incluyente
y justicia social. La atención oportuna y suficiente de los rezagos
y los retos que enfrenta el país en prácticamente todos los
rubros -entre ellos educación, salud, vivienda, transporte, agricultura
y, desde luego, energía- demanda cantidades mayúsculas que
no se encuentran disponibles, según el mensaje oficial. Pero en
el caso del sector energético se percibe un inaceptable doble discurso,
la concesión de privilegios ilegales que transfieren vitales recursos
públicos a manos privadas y un amañamiento de cifras por
parte del gobierno federal.
En primer término, resulta reprochable que mientras
en el frente interno el Ejecutivo y sus principales operadores en el gabinete
y en el Legislativo reiteran que las eventuales reformas en materia de
energía se realizarán en el marco de la legalidad y previo
consenso de los diferentes actores políticos del país, en
el exterior el gobierno federal continúe promoviendo la participación
foránea en campos no autorizados por la Constitución como
si esa posibilidad estuviese ya resuelta y aceptada por el Congreso y por
la sociedad en general. Tal es el caso de la próxima participación
de funcionarios públicos en el "foro de promoción de inversiones"
que se celebrará, por iniciativa de una empresa extranjera, en Houston,
Texas. Que representantes del gobierno de México ofrezcan a empresas
trasnacionales oportunidades de inversión en energía actualmente
inconstitucionales o de dudosa legalidad permite suponer que existe una
profunda irresponsabilidad de parte del Ejecutivo y que la presente administración
actúa de facto -de espaldas a la sociedad, a la normatividad
y a las instituciones facultadas para realizar las eventuales reformas-
con el convencimiento de que finalmente impondrá sus posiciones.
Por otro lado, resulta igualmente inaceptable que las
autoridades federales aleguen incapacidad para financiar el desarrollo
futuro de la industria energética nacional y al mismo tiempo otorguen
permisos irregulares y privilegios multimillonarios a empresas extranjeras
que comercializan electricidad en México de forma ilegal. Tan sólo
en 2002, las 14 concesiones más importantes en manos de compañías
trasnacionales, de un total de 225, recibieron subsidios -expresados en
el uso casi gratuito de la red de distribución eléctrica
nacional y en tarifas de respaldo inferiores a su costo- equivalentes a
3 mil 339 millones de pesos. Además, esas empresas arrebatan a la
Comisión Federal de Electricidad sus 550 mayores clientes y 20 mil
millones de pesos anuales en ingresos.
Tales subsidios y el mercado de electricidad en el que
se inscriben se encuentran al margen de la ley e implican un severo deterioro
del patrimonio público: se trata de una privatización en
los hechos y de una violación de los preceptos constitucionales
con el aval tanto de la pasada administración de Ernesto Zedillo
como de la presente de Vicente Fox. Además, favorecen injustamente
a unos cuantos en detrimento de las mayorías. ¿Cuántos
sistemas energéticos, hospitales, escuelas o apoyos legítimos
a la industria nacional podrían construirse con los multimillonarios
subsidios y contratos entregados a las trasnacionales? ¿Cuántos
mexicanos enfermos, hambrientos o desempleados seguirán padeciendo
mientras se llenan ilegalmente los bolsillos de unos pocos extranjeros?
Para colmo, la Secretaría de Energía ha
sobredimensionado, según denuncias de expertos en la materia, los
requerimientos futuros de inversión en el sector eléctrico
del país al situarlos por encima de su nivel real, el cual se ubicaría
entre 40 y 70 por ciento por debajo de las estimaciones oficiales. Esta
circunstancia revela o bien la negligencia de los funcionarios responsables
de tales cálculos o una intención manifiesta de desinformar
a la opinión pública con la finalidad de "demostrar" que
el Estado se encuentra incapacitado para financiar el desarrollo energético
del país y validar, por la ruta del miedo o la impotencia, la entrada
de capitales privados en este campo.
La ciudadanía mexicana y los actores políticos
y sociales del país deben mantenerse alertas para denunciar y corregir
estos flagrantes atropellos contra la Constitución y la dignidad
de la nación. Por ello, debe exigirse al Ejecutivo la inmediata
eliminación de los subsidios y los mercados energéticos ilegales
y la formulación de explicaciones claras sobre sus pretensiones
y lealtades. De igual modo, debe demandarse al Legislativo que al tramitar
las reformas que requiere el país se tomen decisiones con estricto
apego a la legalidad y a la realidad de la industria energética
pública, y se anteponga en todo momento el interés general
de México. La soberanía nacional, el bienestar de las mayorías,
la viabilidad futura del país y la primacía de la ley están
en juego.
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