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México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003

Marcos Roitman Rosenmann

Bolivia: la ambición del poder

El problema es de fondo. La alianza de poder entre el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), liderado por Gonzalo Sánchez de Lozada, y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), dirigido por Paz Zamora, pactó una estrategia cuyo principal objetivo ha sido disfrutar del ejercicio del poder evitando enfrentamientos enconados con la oposición tanto política como social. Mientras todo anduviese bien, el tiempo transcurriría apacible hasta las siguientes elecciones. Una vez producido el estallido social, sus ansias de poder se tornan miedo; el miedo, represión, y la represión, violencia indiscriminada. Todo un operativo destinado a acallar las voces de democracia y dignidad levantadas por las organizaciones populares y ciudadanas pertenecientes a la sociedad civil.

Hoy el MIR hace mutis por el foro y se deslinda de las políticas del MNR. Paz Zamora y Sánchez de Lozada tienen una larga tradición de amor y odio. Este último vio cómo Zamora entregó los votos de su bancada y el suyo propio al dictador Hugo Bánzer en las penúltimas elecciones presidenciales para hacer posible la vuelta del tirano, esta vez como presidente constitucional.

Paz Zamora, político oscuro, involucrado en múltiples escándalos de corrupción y blanqueo de dinero y financiado por el narcotráfico, fue considerado persona non grata en Estados Unidos, que le retiró su visa de entrada hasta mediados de 2001, fecha coincidente con la precampaña presidencial de 2002, en la que se presentó como candidato del MIR. Eufórico por poder entrar nuevamente a Estados Unidos, se comprometió a realizar una política más complaciente con los intereses de sus trasnacionales y seguir los dictámenes del Departamento de Estado. En esto último no hay gran diferencia con Sánchez de Lozada. No por otra razón los encargados de la política exterior estadunidense para Bolivia decidieron rehabilitarlo. Ya se cobrarían los intereses.

Tras las elecciones, Paz Zamora apoyó a Gonzalo Sánchez de Lozada, bloqueando la opción de Evo Morales, mucho más cercana, en principio, a los planteamientos del MIR que los defendidos por el MNR. Sin embargo, al sellar el acuerdo dejaron al descubierto el sentido bastardo de los mismos, así como la infinita ambición de poder que identifica la personalidad de ambos. Zamora, entregado sin condiciones a Estados Unidos, y Sánchez de Lozada, preocupado por mostrar una cara nacionalista, así sólo fuera por respetar las siglas de su organización y evitar el abandono de una base popular que fiel a los principios de la revolución de 1952 no claudica. Pero el MNR busca que Goni pueda realizar una acción de gobierno sin sobresaltos a fin de dejar la presidencia a un correligionario. Todo apuntaba a Carlos Sánchez Berzain, apodado El Zorro, hoy manchado de sangre, ejerciendo de ministro de la Defensa Nacional y con las posibilidades más que disminuidas de ser el candidato. Abogado de fortuna con el control del partido, su papel fue esencial en el nombramiento de Carlos Mesa, un periodista independiente e intelectual de prestigio como vicepresidente. Hoy su prestigio en la defensa de los derechos humanos se contradice con su silencio; tal vez el poder del MNR y el MIR haya socavado su dignidad.

Para el nuevo gobierno, la prioridad de la agenda se cubría con gobernar, dejar hacer a las trasnacionales y seguir el proceso de privatizaciones. Su fracaso, a un año vista, es evidente. Las opciones de una transformación democrática en las estructuras de poder no entraron en las perspectivas de los dirigentes bolivianos articuladores del pacto de gobierno; de aquí la respuesta. En estos dos últimos meses, agosto y septiembre, los muertos, detenidos y encarcelados por la acción indiscriminada de las fuerzas de seguridad del Estado indican la nula capacidad de negociación y talante democrático del actual gobierno.

Legitimar el pacto en la mera razón de Estado desapareció de la mesa los problemas cuyas soluciones requerían una acción valiente e inmediata. Me refiero a luchar contra la pobreza, la marginalidad, el analfabetismo, amén de ampliar la cobertura de las políticas sociales en áreas tales como la sanidad, la vivienda y las relaciones laborales. También existía la necesidad de dirimir el conflicto con los campesinos cocaleros y plantear sin vacilar el control nacional del gas natural, así como establecer el sentido de las reformas económicas, combatir la corrupción o luchar por el reconocimiento total de los derechos de los pueblos indígenas hasta hoy casi inexistentes. Era una demanda de las asociaciones de derechos humanos, de detenidos desaparecidos y las asociaciones democráticas de juristas asumir con dignidad el necesario compromiso ético-político de enjuiciar a los responsables de su violación durante las dictaduras de Bánzer o García Meza. Por último no podía pasar al olvido la obligada clarificación de la venta de las empresas públicas al capital privado trasnacional durante administraciones pasadas del propio Gonzalo Sánchez, que tanta suspicacia levantaron.

El resultado de no querer enfrentar con responsabilidad los problemas nacionales termina por hacer de Sánchez de Lozada un presidente débil, sin legitimidad y abandonado a su suerte. Nadie que espere tener un futuro político dentro del MNR querrá verse involucrado en las acciones represivas del actual gobierno. En esta dinámica, gobierno y oposición de derechas tienen los mismos objetivos: evitar a toda costa el triunfo de Evo Morales en el corto y medio plazos.

Cuando las cosas se ponen de esta guisa, Estados Unidos interviene abiertamente. El embajador actúa como un procónsul, más aún en Bolivia, donde la soberanía hace ya mucho tiempo no forma parte del léxico de sus dirigentes gubernamentales. No olvidemos que sus intervenciones fueron decisivas para evitar el desarrollo democrático en los años 60 y 70 en Bolivia, y en general en toda la región. Promovió la dictadura de Barrientos, muerto en su helicóptero, regalo de la Gulf, y posteriormente patrocinó a Ovando, cuyo gobierno, en palabras de René Zavaleta, "jamás desmontó el aparato barrientista ni la presencia estadunidense en el control de la inteligencia militar del país... Es por eso que su gobierno asume un carácter contradictorio, a la vez con actos antimperialistas como la nacionalización del petróleo, de apertura política y de solapamiento de una larga serie de asesinatos vinculados a la historia de la corrupción en tiempos de Barrientos, así como de una matanza premeditada de los guerrilleros que habían iniciado acciones en la región de Teoponte". Curiosamente ambos generales fueron miembros del MNR. Más tarde se comprometió con la dictadura de Bánzer en 1973 y posteriormente con García Meza, entre 1980 y 1982. Ahora, prefiere aliados menos problemáticos. Gonzalo Sánchez de Lozada, Paz Zamora o cualquier miembro de la derecha extrema son buenos peones para cumplir sus proyectos: adueñarse de sus riquezas naturales y dejar en manos de sus esbirros el mantenimiento

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