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México D.F. Domingo 12 de octubre de 2003

Angeles González Gamio

La raza

Diferentes significados tiene este término para distintas personas y grupos sociales. José Vasconcelos, aplicando el concepto de raza a la comunidad de países latinoamericanos, hermanados por su lengua y cultura, adoptó el lema de la Universidad Nacional: "Por mi raza hablará el espíritu". Los norteños lo utilizan afectuosamente y se refieren a los amigos como "la raza". La tía Conchita se refería a la gente de mala educación como "raza", y así podríamos seguir con inumerables ejemplos; desde luego, el antropológico.

La idea de conmemorar el Día de la Hispanidad surgió en España, alrededor de 1915, y fue secundada por los países de América Latina. En México se adoptó a iniciativa de Vasconcelos, durante la presidencia de Alvaro Obregón, y se le denominó Día de la Raza. Se escogió el 12 de octubre, recordando la fecha en que Cristóbal Colón tocó por vez primera tierras americanas.

Hoy que se conmemora esa fecha nos ha parecido pertinente recordar algunas novedades históricas que hemos comentado con anterioridad. Se había dicho siempre que el navegante era genovés, sin embargo recientes investigaciones del historiador español Fernando del Valle Lersundi, le atribuyen origen gascón o navarro. Al margen de ello, sorprende conocer su perseverancia, que lo llevó a intentar durante años conseguir apoyo para su empresa en la conflictiva época de la expulsión de los moros de España. El 17 de abril de 1492 finalmente se firmaron las capitulaciones de Santa Fe, que le otorgaban a Colón el título y cargo hereditarios de almirante y virrey de las tierras que se descubriera y el diezmo de todas las ganancias.

La investigación histórica ha desechado la simpática versión de que la reina hipotecó sus joyas para financiar la aventura. La realidad es que el escribano Luis de Santángel prestó a los reyes 140 mil maravedíes de los fondos de la Santa Hermandad, a los que el almirante añadió otros 500 mil que le prestaron sus amigos mercaderes y banqueros que vivían en Andalucía.

Todos saben la historia, los triunfos y los fracasos que dieron como resultado que se conociera un nuevo continente con culturas prodigiosas, que a pesar de ser sojuzgadas por los europeos, brindaron al mundo aportaciones extraordinarias que enriquecieron a la humanidad.

Increíblemente, el autor de la hazaña murió pobre y mal querido en Valladolid, España; ni siquiera se bautizó al nuevo continente con su nombre, llevándose ese crédito el cartógrafo Américo Vespucio. Años más tarde Cristóbal Colón comenzó a ser reconocido; en su memoria se nombraron calles, plazas y se erigieron estatuas por toda España y América.

En México su figura ha sido polémica; hay grupos que lo denostan, considerándolo el causante originario de todos nuestros males, al abrir el camino a los conquistadores que destruyeron las culturas autóctonas. También están los que lo admiran y guardan reconocimiento. Uno de éstos fue don Antonio Escandón, acaudalado empresario que en el siglo XIX donó a la ciudad de México el grupo escultórico que preside una de las glorietas del Paseo de la Reforma.

Admirador de todo lo extranjero, encargó el monumento al escultor francés Enrique Carlos Gardier. En estilo renacentista italiano, los pedestales son de granito ruso y las cinco esculturas son de bronce. La principal, al centro y en lo alto, es de Colón erguido y con el brazo derecho levantado. Las otras representan a fray Juan Pérez de Marchena, prior del convento de La Rábida; fray Diego de Deza, protector del navegante; fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indios, y el insigne fray Pedro de Gante, fundador de los colegios de Letrán y de Niñas. La inauguración se llevó a cabo en agosto de 1879, en presencia del presidente Porfirio Díaz.

Hablando de la hispanidad, en las cercanías del monumento a Colón se encuentran varios de los mejores restaurantes españoles de la ciudad: en la Plaza de la Revolución, Puerto Chico, con excelentes mariscos. En el lujoso hotel Meliá, enfrente del caballote de Sebastián, esta El Albúfera, con la mejor y más variada oferta de paellas. Un favorito de siempre es el Centro Castellano, en Uruguay 16; su lomo de guachinango deshuesado a las brasas, con su capita de perejil, es incomparable. Con la misma calidad de hace casi un siglo, el Casino Español, en su sede de Isabel La Católica 34, ofrece excelentes carnes y una fabada de chuparse los dedos. Otro clásico, que se distingue por los buenos pescados, es el Círculo Vasco, en 16 de Septiembre 51, y para los que están cortos de presupuesto, la Casa Rosalía, en San Juan de Letrán 46, los dejará satisfechos con su generosa carta corrida, con varios platillos, que siempre incluye paella.

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