Marco Rascón

Más allá de Slim y Bartlett

La usurpación del registro y la representación del PRD, producto de la suma de ilegalidades, llevó al partido a la ruina programática y de su identidad ideológica.

Si Manuel Bartlett y José Murat representan hoy a la vanguardia ideológica de la "izquierda" y el nacionalismo; en lo económico el vacío lo llenan Carlos Slim y Yeidckol Polevnsky, presidenta de Canacintra, quienes han eclipsado cualquier luz del PRD en las cámaras o desde la dirección usurpada por las mafias.

ƑSlim y Bartlett son el horizonte de la izquierda? ƑAmbos acumulan capital y prestigio político para apoyar al candidato del PRD a la Presidencia de la República? ƑEs correcta la estrategia inmovilista que siguen chuchos, amalios, ahumadistas y demás grupúsculos marginales en espera de que López Obrador se mantenga indestructibles en las encuestas para llevarnos al triunfo en 2006?

Hoy se requiere no sólo ver los aspectos de la descomposición corrupta de la estructura formal del PRD, sino el alto grado de ineptitud que impide mantener un mínimo de coherencia en el debate programático e ideológico del país. Los vacíos cubiertos por el senador Bartlett y Carlos Slim, en política y en el programa económico respectivamente, reflejan que, aunque el jefe de Gobierno del Distrito Federal sea indestructible, el PRD no lo es, según se ha observado en los últimos años: mientras López Obra-dor se levanta más en la encuestas, el partido cae más en todos los niveles, situación que se ha recrudecido gracias a la unificación de las mafias, que cuentan con un albacea como presidente, encargado, durante un largo año, del despacho que manejará la quiebra, mientras elaboran las bases de las nuevas siglas atrás de las cuales podrán ocultarse todos.

En este vacío surge el partido Social Liberal Independiente de México (SLIM), que agrupa al sector universitario, con Ramón de la Fuente y empresarios de la Canacintra, adonde llega a beber agua Andrés Manuel López Obrador en busca de respaldo.

La oligarquía nacional, hoy convertida en sector "artístico" dada su atracción por la farándula, cómodamente y en el reventón permanente de noches llenas de cocaína y carcajadas reconstruye sin prisa su vieja estrategia: apoyar a todos los candidatos que surjan de los pactos de sus facciones reconocidas. Esa oligarquía improductiva, hoy dedicada a hacer alianzas políticas con negocios inmobiliarios y a crear paraísos fiscales para sus negocios espectaculares, muestra parte del vacío.

No obstante, esta situación no necesariamente tiene que verse desde una perspectiva pesimista, ya que la nueva unidad oligárquica que ha unificado a la clase política y a las cúpulas del PAN, del PRI, del PRD y la escamocha sufre tal desgaste, que es incapaz de unificar al país en torno a una salida creíble.

Para ellos el siguiente paso será la fusión y creación de nuevas siglas con los mismos actores, al estilo de las novelas de Agatha Christie en las que el malo era el menos sospechoso. En esa ola, donde seguramente el PRI buscará regresar al poder con un "candidato ciudadano" y el PRD esperará a que su inmovilismo sea premiado, existe una coyuntura favorable para replantear la reconstrucción de un programa, de un proyecto de nación que vaya más allá de Slim y de Bartlett, cuya fuerza política y económica a final de cuentas tiene su origen en el salinismo.

La visión del tiempo de los usurpadores mafiosos del PRD no es otra que el calendario electoral, pues el oxígeno de su gasto corriente se traduce en votos, que luego convierte en dinero y prerrogativas. Su más larga visión llega a 2006, y la intermedia a las elecciones en 10 estados, donde los interlocutores de la negociación de 1998 ahora son competencia, así que difícilmente podrá mantener como sus marquesados las plazas de Tlaxcala, Zacatecas, Nayarit (que se fue antes) y Baja California Sur, que ganó, en parte, por instrucción presidencial a cambio de Guerrero y el estado de México.

Esta situación profundizará el vacío, así que llegó el momento de abrir y generalizar el debate desde una perspectiva de izquierda distinta que nos lleve por un camino independiente, no por el del destino manifiesto de la oligarquía mexicana, que cree controlarlo todo y decide con un poco de dinero.

Más allá de Carlos Slim y Manuel Bartlett, la izquierda debe construir un proyecto de nación que incluya, pero no dependa de la fusión inmediatista de negocios y política, sobre todo más allá de la decadencia de una oligarquía que ha pretendido secuestrar para sí misma la idea de transformación y cambio.

Es necesario hacer un gran esfuerzo ideológico y político para recuperar la necesidad de un reagrupamiento que vaya más allá del horizonte político e ideológico actual que representan un nacionalista, campeón del fraude en 1988, y un rico bueno que nos salva de las trasnacionales y reinvierte generosamente en lo que era patrimonio de todos los mexicanos. Para ello es fundamental reconstruir los lazos con el pueblo de México y su visión frente a la descomposición nacional.

Vivimos un momento de mucha oscuridad, pero también de gran tensión. Es necesaria la ruptura para que se libere la acción y el pensamiento.

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