México D.F. Martes 14 de octubre de 2003
CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Democracia de segunda y arrogancia judicial
TAL VEZ nadie recuerde cuándo la justicia
empezó a medirse con la vara del poder político o cuándo
se rindió frente a los intereses económicos. Sería
injusto por ello señalar un momento o un lapso en la historia del
país o de la humanidad que ubique correctamente el fenómeno,
pero esto no debe llevarnos, por ningún motivo, a pensar que esa
situación no existe.
LA JUSTICIA hoy no sólo es ciega, también
es sorda y muda. La incapacidad del sistema judicial mexicano para buscar
en los hechos y no en la interpretación dolosa de la realidad las
razones de sus fallos ha llevado a la procuración de justicia a
convertirse en la forma más temida por la sociedad para encontrar
la verdad jurídica.
DICE TONI Negri en El Tren de Finlandia
que "la justicia es un poder pequeño, pero arrogante", cuando se
refiere al juicio que padeció en Italia y que le instauró
un grupo de jueces que antes de enjuiciarlo ya lo habían declarado
culpable.
NEGRI NO sabía, es necesario aclararlo,
cómo se las gastaban los magistrados mexicanos, porque de haberlo
sabido seguramente habría añadido uno o dos calificativos
más a aquella frase.
Y ES que uno no da crédito a la parcialidad
de algunos jueces que fallan en favor de quien miente y luego protegen
con interpretaciones legales sus juicios equivocados para crear
instancias de impunidad: el lado oscuro de la justicia.
NO CONFORME con ello, su actuación manda
señales inequívocas de que esto de la democracia no ha sido
más que un timo, un gran engaño para la sociedad, principalmente
en la capital del país.
AFIRMAN LOS magistrados de la Suprema Corte de
Justicia una obviedad: que López Obrador no es ni Presidente de
la República, diputado o gobernador, y por ello no está en
condiciones de reclamar actos de justicia.
ES DECIR, López Obrador no puede emprender
la defensa de sus gobernados y por ley debe ser cómplice de quienes
actúan, como los abogados panistas, en contra del interés
de las mayorías.
LA COSA es que ese mismo tribunal, esos jueces,
deberían habernos explicado que la elección democrática
en el DF no es más que otro mito genial, para que cada ciudadano
supiera a ciencia y conciencia que su voluntad política expresada
en el voto no tiene ningún valor real porque sus representantes,
en este caso el jefe de Gobierno, sea quien sea y del partido que sea,
no tiene el peso jurídico para reclamar justicia para los habitantes
de la capital.
SI ESTO es así, será necesario aprender
que existe democracia de segunda. Que hay votos de primera mediante
los cuales se eligen a diputados y senadores, gobernadores y Presidente,
y otro de segunda, en el que se vota por un jefe de Gobierno con derechos
acotados.
CONFORME A esa ley habría que poner en marcha,
de inmediato, una serie de reglas lo más claras posibles para que
podamos entender que el famoso voto democrático, en el caso
de la ciudad y sus habitantes, sirven exactamente para un carajo.
LA LUCHA que empieza una vez más el gobierno
de la ciudad por tratar de hacer valer lo mismo ante la ley a los habitantes
de la ciudad y sus gobernantes, no podrá triunfar mientras se enfrente
a un Poder Judicial lleno de intereses que no procura establecer la verdad
jurídica, ni mucho menos piensa en la justicia social.
EL RESULTADO que arrojen las inconformidades del
gobierno de la ciudad frente a los jueces, que ya se han vuelto a exhibir,
tendrá que responder con certeza a un reclamo de justicia que más
allá del ámbito de las cortes huele mal en el terreno político.
PERO querían un gobierno del cambio, ¿no?
Pues allí lo tienen.
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