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México D.F. Martes 28 de octubre de 2003

José Blanco

En defensa de la humanidad

La Declaración final de un grupo de intelectuales reunidos los días 24 y 25 de octubre en Polyforum Siqueiros ha sido acallada por la mayor parte de los medios de comunicación y ese hecho, sin duda, resta impacto político a un conjunto de tesis que seguramente podrían ser compartidas por numerosas voces de muchos lugares del mundo.

Puede percibirse una reafirmación de los nacionalismos. Peor para todos. La aceptación de la diversidad multicultural del mundo es algo muy distinto de la intolerancia incivilizada de la afirmación nacionalista.

La Declaración, en la medida en que reúne ideas, que deberían ser útiles para orientar las luchas populares, adolece, a mi juicio, de algunas ambigüedades e imprecisiones que, por ello mismo, restan efectividad de largo plazo a esas luchas.

El texto no deslinda -y en esa medida se vuelve confuso- la globalización del neoliberalismo. No son lo mismo, no van por necesidad juntos. Marcos, en su texto, habla en particular de la globalización "del poder" y de su sostén ideológico: el neoliberalismo.

El poder, como parece obvio, no está globalizado, sino partido en mil pedazos. Hay, sí, una fuerza hegemónica planetaria basada en el poder tecnológico y, por ende, en una de sus ramas, el poder militar. El imperialismo militarista, que es Estados Unidos bajo Bush, es el mayor desafío que enfrentan todas las sociedades del mundo. Qué hacer con esta amenaza a la humanidad es, con mucho, el mayor reto intelectual y político que hoy amaga a la humanidad. Qué hacer frente a ese poder tecnológico en todos los órdenes, no sólo en el militar.

Lo que veremos en el futuro de largo plazo es lo que hemos visto en los últimos cinco siglos: el crecimiento permanente de la globalización de la economía, que aún está muy lejos de haberse globalizado enteramente. Nuestro desafío es que en ese mundo no reine el neoliberalismo. Y éste es un problema que exige una comprensión profunda de su origen y de las bases que lo hacen posible. Este problema se ha debatido apenas incipientemente en unos cuantos rincones de la academia.

En 1973 se rompió en el mundo el consenso keynesiano y se inició el neoliberalismo. No fue asunto de una voluntad todopoderosa de nadie que así lo ha decidido. Ocurrió porque cambiaron las bases de operación de la economía mundial. Los países desarrollados se amoldaron rápidamente a la nueva situación mediante una política económica que no buscó más el crecimiento y el empleo, sino la estabilidad a toda costa. Los países subdesarrollados continuaron entonces con una política económica como si ese cambio profundo no hubiera ocurrido, y a ello siguieron terribles catástrofes económicas. ƑSobre cuáles bases de operación de la economía mundial puede eliminarse el neoliberalismo?

El mejor instrumento con que cuenta la humanidad para diseñar las bases de otro mundo económico es la ONU; ese nuevo mundo no brotará de los actuales organismos financieros y comerciales multilaterales, entre otras razones porque un nuevo sistema monetario y financiero es imprescindible, como ocurrió en Breton Woods en 1944.

Por esa razón es preocupante la forma imprecisa en que es tratada esa organización en la declaración del Polyforum. Fue una lectura superficial decir que la ONU convalidó la invasión de Irak con el voto por su reconstrucción. Que no haya equívocos; en primer lugar quien actuó fue el Consejo de Seguridad, no la ONU, que sólo puede entenderse como su asamblea general. Por otra parte, como nos ha recordado puntualmente Noam Chomsky, "la guerra en Irak, liderada por Estados Unidos, se concretó sin el respaldo de la ONU. Washington actuó según su Estrategia Nacional de Seguridad anunciada por el gobierno del presidente George W. Bush en septiembre de 2002, que afirmó el derecho a usar la fuerza, de manera unilateral de ser necesario". Lo que ahora ha votado el Consejo de Seguridad es la reconstrucción de Irak, bajo un conjunto de reservas y condiciones que, entre otras cosas, incluye la entrega explícita del poder político a Irak. El desplante de Bush de actuar de manera unilateral fue puesto en su lugar por la fuerza de las cosas. Washington ha vuelto humildemente -aunque pusiera careta de gran poder- al seno del multilateralismo de la ONU. Ha debido tragarse sus palabras sobre su derecho a usar la fuerza unilateralmente.

Como escribe Chomsky, "China, Francia y Rusia, miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se opusieron a la resolución y no han ofrecido ni tropas ni más dinero, pero, junto a Alemania, Pakistán y otros, se sometieron a la presión estadunidense para preservar una simbólica unidad". Que Pakistán mismo haya votado en ese sentido muestra cómo la fuerza de esa simbólica unidad consistió en someter a Washington al marco multilateral. No es fácil, ciertamente, leer los entretelones de las decisiones de la ONU.

Esta institución requiere reformas múltiples para ampliar la democracia mundial. Pero es el organismo multilateral que más debemos cuidar.

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