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México D.F. Jueves 6 de noviembre de 2003

Angel Guerra Cabrera

El mundo contra el bloqueo

a aplastante votación con que la Asamblea General de la ONU ha condenado el bloqueo a Cuba es una resonante victoria de la resistencia de su pueblo a una política basada en la arrogancia y el uso desmesurado e ilegal de la fuerza. Sólo el régimen colonialista y genocida de Israel e Islas Marshall, entidad formalmente vasalla de Washington, sumaron su voto al de Estados Unidos.

En un hecho sin precedentes, 179 Estados se opusieron a las leyes de alcance extraterritorial con que 10 administraciones estadunidenses han intentado sin éxito doblegar a la isla. Es la duodécima vez consecutiva que ocurre, pero ahora reviste una trascendencia mayor, no sólo por haberse alcanzado de forma casi unánime sino, principalmente, porque se da en un momento en que las relaciones entre Washington y La Habana han alcanzado su mayor deterioro como consecuencia de los estrechos vínculos del actual inquilino de la Casa Blanca con la mafia contrarrevolucionaria de Miami. Fue el fraude electoral en Florida lo que llevó al poder al grupo neonazi que rige hoy el destino de la superpotencia.

La asociación del presidente ilegítimo de Estados Unidos con esa mafia -en la que cifra su continuidad en el cargo a partir de 2004- y la digna postura conque el gobierno cubano se opone al orden mundial de esclavitud generalizada que pretende imponer Washington, hacen que su conflicto con Cuba se haya situado en el centro de la disputa internacional. En ella se decide si aquel se impone por la fuerza como único amo y señor del mundo, como proclama el documento Estrategia de Seguridad Nacional aprobado el año pasado por Bush. O, si, por el contrario, la rebelión en marcha de los pueblos barre con el neoliberalismo e impone un sistema internacional fundado en la justicia y el imperio de la razón.

El bloqueo contra Cuba representa la antítesis de lo que busca esa rebelión, cuyo epicentro se ha desplazado hacia América Latina. Así se evidencia por distintos caminos en Argentina, Bolivia, Brasil y Venezuela y, en general, en un terremoto social aún no tan perceptible, pero igualmente impetuoso, que está por atravesar las tierras que Simón Bolívar soñó con ver convertidas en una sola gran patria. El bloqueo es una política de expreso objetivo genocida, concebida en Washington desde el momento mismo en que el gobierno surgido de la victoria revolucionaria de 1959 mostró su voluntad de poner en práctica la idea de José Martí de "hacer la ley primeLra de la república la del respeto a la dignidad plena del hombre".

El propósito de Fidel Castro y sus compañeros implicaba necesariamente poner fin a la subordinación de la mayor de las Antillas al imperialismo del norte y la edificación de una nación de hombres y mujeres libres. Algo que los señores del dinero en Estados Unidos decidieron suprimir, sin importar la crueldad de los métodos que exigiera, porque comprendieron que de enraizarse ese proyecto, significaría el principio del fin de su dominación sobre América Latina. Habían transcurrido sólo 15 meses después del triunfo de la revolución cubana y todavía no se había decretado el bloqueo cuando el 6 de abril de 1960 un memorándum del Departamento de Estado en Washington afirmaba: "el único medio previsible para enajenar el apoyo interno es a través del desencanto y el desaliento basados en la insatisfacción y las dificultades económicas (...) debe utilizarse prontamente cualquier medio concebible (las cursivas son mías) para debilitar la vida económica de Cuba (...) a fin de causar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno".

La recomendación del Departamento de Estado se estaba aplicando en la práctica desde antes de esa fecha y ha sido el principal basamento de la política estadunidense hacia Cuba desde 1959, pero no el único. Los intentos de destruir a la revolución llevaron en 1961 a la invasión organizada por la CIA y el Pentágono, más tarde a un sinnúmero de planes subversivos que continúan hasta la fecha y que incluyen más de 600 intentos contra la vida de Fidel Castro. Todo eso fracasó y es obvio que el recurso al viejo plan de una invasión directa de la isla es hoy más improbable que nunca después que la heroica resistencia iraquí ha puesto en jaque a la primera potencia militar de la Tierra.

El bloqueo y la prohibición de viajar a Cuba ya no cuentan con apoyo ni de los ciudadanos, ni de la mayor parte del sector empresarial, ni de las dos cámaras del Congreso de Estados Unidos, y Europa se verá forzada a distanciarse de la actitud anticubana a que ha intentado arrastrarla Aznar. Entre otras razones porque la economía mundial atraviesa graves dificultades que tienden a agravarse y no permiten renunciar a un mercado donde sólo un pequeño resquicio en el bloqueo y la voluntad política de La Habana le han permitido por ahora a Estados Unidos vender bienes por más de 500 millones de dólares en los dos últimos años.

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