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México D.F. Domingo 16 de noviembre de 2003

Debido al cúmulo de trabajo es frecuente que atiendan varias audiencias de forma simultánea

Defensores de oficio atienden en ocasiones 65 casos a la vez

En muchas ocasiones recibimos muy tarde los procesos y ya nada podemos hacer, subrayan

JESUS ARANDA Y VICTOR BALLINAS

Aquí necesitamos dos defensores de oficio, uno para la secretaría A y otro para la secretaría B, porque estamos en desventaja con el Ministerio Público, que sí tiene un agente permanente para cada instancia, reconoce Gustavo Espinoza Rangel, defensor de oficio adscrito al 21 juzgado penal con sede en el Reclusorio Oriente, quien tiene conocimiento de 12 consignaciones diarias.

Afable en su trato, Espinoza Rangel reconoce que al igual que sus compañeros, arrastra con la "mala imagen" con la que se identifica a los defensores del Estado. "A veces esa mala fama nos la hacen los mismos familiares o el cúmulo de trabajo que tenemos, porque la gente cree que por tener muchos asuntos no le ponemos atención a su caso".

Pero también los defensores particulares hablan mal de nosotros, porque cada asunto que tenemos deja de ser negocio para ellos.

En gran parte de los casos, ya sea porque no se puede seguir pagando al defensor particular, o bien porque se trata de vividores que piden diversas sumas de dinero con la promesa de que liberarán al detenido "sin importar la acusación de que se trate" y después desaparecen sin dejar rastro, los defensores de oficio toman procesos cuando muchas veces ya se vencieron plazos legales que inciden directamente en el sentido de la sentencia.

El defensor, que percibe un sueldo de 12 mil pesos mensuales, llega a tener 65 procesos a la vez; del total de consignaciones hay que restar las que no concluyen en un proceso penal por falta de pruebas o desistimiento o los casos que son retomados por abogados particulares.

"Muchas veces los casos no nos llegan directamente y cuando nos asignan el asunto ya viene muy avanzado, o el particular no ofreció pruebas, ya se venció el periodo probatorio y, en consecuencia, nos dejan asuntos en un estado muy crítico, ante lo cual queda muy poco que hacer.

La plática transcurre en la pequeña oficina que tiene adscrita en el juzgado. En el reducido espacio caben su escritorio y una vieja máquina de escribir. En un extremo está una mesa en la que trabaja la secretaria que tiene adscrita y que es su único apoyo; sin embargo, por razones de presupuesto ella trabaja cada tercer día, "aunque lo deseable sería no sólo tener dos secretarias, sino que fuéramos dos defensores, porque este juzgado se divide en A y B".

La plática es seguida con atención por los familiares de un detenido, quienes asienten con la cabeza cuando se habla de falta de recursos económicos y apoyo material.

De repente interrumpe su secretaria para recordarle que tiene dos audiencias en el juzgado en unos cuantos minutos. Más tarde, se sentará en una silla que está justo en medio de los dos escritorios en los que los secretarios del juzgado desahogan sendas audiencias, y el defensor tendrá que utilizar al máximo su don de la "ubicuidad" que consiste en atender al mismo tiempo la lectura de dos asuntos, preparar las preguntas para la parte acusadora y para el defendido con una estrategia legal hecha prácticamente sobre las rodillas.

Acepta que en el tiempo que lleva como defensor de oficio ha tenido que adaptarse para atender dos audiencias al mismo tiempo, y muchas veces, al finalizar éstas, prepararse unos minutos para atender otras más.

Si sólo se tratara de audiencias. Sin embargo, también tiene que elaborar los escritos con alegatos, preparar pruebas y al finalizar el periodo de instrucción tiene que elaborar sus conclusiones.

Además, explica, "tenemos que preparar testigos -que tiene que llevar por su propia cuenta la familia del detenido-, el día de hoy tengo que atender varias audiencias, tengo que dejar para después la preparación de escritos o posponerlos para cuando venga la secretaria.

"Son situaciones que no se ven, pero nosotros sí las sentimos, la dirección (de defensoría de oficio del gobierno capitalino) sí las ve, pero tampoco las puede remediar, porque no hay presupuesto".

Pese a las limitaciones, afirma que las carencias económicas, salariales y de personal no son pretexto para no garantizar una buena defensa, y asevera orgulloso que se ha avanzado en la calidad de la misma defensoría de oficio.

"Antes los jueces ni siquiera llamaban al defensor de oficio; convocar al defensor era llamar a un X, ahora cuando citan al defensor saben que ahí va a estar presente; si no viene el defensor particular lo más fácil es decirle al acusado, ¡tome al de oficio!; si no viene el defensor de oficio, no pueden decir ¡nombren a un particular!"

Hay veces, reconoce, que no hay mucho qué hacer en la defensa de un acusado y no queda más que tratar de hablar con el juez "para ver en qué puede ayudar".

Ha ocurrido que viene gente confesa y si vemos que tiene ocho antecedentes de ingreso, ¿qué podíamos alegar?

Constituimos una parte toral en el sistema de justicia y los problemas de falta de presupuesto que tenemos no son sólo consecuencia de la actual administración, aunque sí vemos otras instituciones como el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, en las que sus condiciones materiales y los sueldos son superiores a los nuestros.

Cuando se le pregunta sobre la conveniencia de tener como apoyo a un pasante de licenciado en derecho, comenta: "deberíamos tener un oficial judicial que nos ayude a desahogar la carga de trabajo, pero él debería devengar un sueldo; y el problema son los sueldos. Se va a oír ridículo, pero, de que le paguen más sueldo a otra persona a que mejor me lo paguen a mí, entonces mejor dámelo a mí y ya voy a ver cómo saco el trabajo".

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