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México D.F. Lunes 24 de noviembre de 2003

La Guardia Nacional se pasa al lado de los opositores y jura lealtad a Burdzhanadze

Dimite Shevardnadze; nuevos comicios a más tardar en 45 días

El ex gobernante decide "evitar un baño de sangre" y desmiente rumores de que irá al exilio

Igor Ivanov, canciller ruso, tendió los puentes para una salida negociada con la oposición

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 23 de noviembre. La dualidad de poder en Georgia duró apenas unas horas: el presidente Eduard Shevardnadze, al darle la espalda el ejército, no resistió la presión de las multitudes que tomaron las calles de Tbilisi, la capital de esa república caucásica ex soviética, y se vio forzado a dimitir este domingo, con lo cual se evitó un factible baño de sangre.

georgia_rally_oopLa renuncia de Shevardnadze, una de las principales exigencias de la oposición, volcada durante más de tres semanas en mítines y manifestaciones de protesta por el fraude electoral del pasado 2 de noviembre, despeja el camino para celebrar nuevos comicios legislativos. Al capitular el mandatario ante sus enemigos, también habrá elecciones presidenciales anticipadas. Ambas votaciones se llevarán a cabo en un plazo máximo de 45 días, según establece la Constitución georgiana.

Alrededor de 50 mil personas reunidas frente a la sede del Legislativo, tomada el sábado por la oposición mediante un asalto que precipitó la salida de Shevardnadze del recinto y la proclamación de Ninó Burdzhanadze, la presidenta del Parlamento anterior, como jefa de Estado interina, recibieron con júbilo el anuncio oficial de que el mandatario había renunciado.

Al cierre de una jornada de señales contradictorias, deserciones políticas, presiones internacionales y pactos sin más garantías que la palabra de los protagonistas, muy acorde con el concepto de honor caucasiano, Mijail Saakishvili, líder del radical Movimiento Nacional, la mayor fuerza opositora, dio a conocer la noticia de la caída de Shevardnadze.

El desenlace incruento

"¡Vencimos!", gritó Saakishvili, una y otra vez, al salir de la residencia de Shevardnadze en la localidad de Tsvanisi, mientras el dimitido presidente -en breves declaraciones a la televisión georgiana- trataba de guardar las formas y ofrecía su propia versión de lo ocurrido:

"Llegué a la conclusión de que esta crisis no se podría resolver sin derramar sangre y, para evitarlo, decidí dejar el poder. Hablé con Zurab (Zhvania) y Mijail (Saakishvili). Gracias por su franqueza", dijo Shevardnadze que por primera ocasión se refirió por su nombre de pila a los dirigentes opositores, a quienes llamó apenas unas horas antes "criminales" que encabezaban "un intento de golpe de Estado", junto con la señora Burdzhanadze.

Y, para acabar de ponerle buena cara a la derrota, Shevardnadze agregó: "Para mí no es ninguna tragedia (renunciar). Todavía tengo mucho que hacer, voy a escribir mis memorias. No firmé nada, no era necesario, sostuvimos una conversación entre hombres de palabra".

En el transcurso del domingo corrió el rumor de que Shevardnadze podría irse del país, más aún, que el gobierno alemán hizo pública la disposición de acogerlo en su territorio en caso de que solicitara asilo político, en reconocimiento a su papel -cuando era canciller soviético-, para facilitar la reunificación de Alemania.

La insistente mención de este país europeo como probable destino del ya ex presidente georgiano, para sus adversarios, no es casual por cuanto -aseguran- Shevardnadze es propietario de un palacete en una de las zonas más exclusivas de Baden Baden, la estación termal que se encuentra al pie de la Selva Negra.

georgian_paliament_yrdPor lo pronto, las principales cadenas de televisión de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros países, que instalaron cámaras para transmitir en directo durante horas desde el aeropuerto de Tbilisi, se quedaron con las ganas de cazar la imagen de Shevardnadze huyendo.

"Me voy a mi casa, me quedo en Georgia", puntualizó el dimitido mandatario.

La mediación rusa

Todo parece indicar que para Shevardnadze perdió sentido seguir aferrándose al poder, en el momento en que la Guardia Nacional, el destacamento mejor preparado y armado del ejército georgiano, se pasó al lado de la oposición y juró lealtad a la presidenta interina Burdzhanadze, a primera hora de este domingo.

Sin el apoyo de los militares se volvió amago fallido el estado de excepción decretado ayer por Shevardnadze, que aprovechó la llegada a Tbilisi del canciller ruso, Igor Ivanov, antiguo colaborador suyo en el Ministerio de Relaciones Exteriores soviético y cuya madre es georgiana, para negociar la salida menos humillante posible.

En esas circunstancias, el aliado coyuntural de Shevardnadze, Aslan Abashidze, prefirió concentrar fuerzas en su feudo particular de Adzharia, donde ordenó redoblar la protección de sus límites territoriales, ante lo que denominó "peligro cierto" de que grupos armados identificados con las nuevas autoridades de Tbilisi intenten derrocarlo.

Cuando Ivanov llegó a Georgia, en plena madrugada, se dirigió de inmediato al mitin que celebraban los enemigos de Shevardnadze frente a la sede del Parlamento, donde fue vitoreado por la multitud al afirmar que Rusia no tenía intenciones de entrometerse en los asuntos internos de Georgia, pero que tampoco podía ser indiferente a lo que ahí estaba ocurriendo.

El significativo gesto del mediador ruso reforzó la impresión de que era inminente el triunfo de la oposición y puso de relieve que ni Rusia ni los otros países ex soviéticos que avalaron la misión de Ivanov tomarían partido por Shevardnadze, que se quedó sin el importante respaldo de sus vecinos.

Ivanov tendió con eficacia los puentes para que los líderes de la oposición y Shevardnadze negociaran los términos de la renuncia de quien tuvo en sus manos las riendas de Georgia, antes y después del periodo en que fue canciller soviético, durante casi un cuarto de siglo.

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