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México D.F. Domingo 4 de enero de 2004

Guillermo Almeyra

Lo viejo y lo nuevo del zapatismo

El levantamiento zapatista en Chiapas no fue un rayo en el cielo sereno ni sólo la obra de un grupo de revolucionarios. Fue preparado, a nivel general y en los años anteriores, por la autorganización de la juventud de la ciudad de México para socorrer a las víctimas del terremoto de 1985 ante la insensibilidad del gobierno neoliberal y por la gran movilización electoral y social de 1988, que dio la victoria a Cuauhtémoc Cárdenas y que fue detenida por el fraude que llevó al gobierno al neoliberal Carlos Salinas de Gortari (el Menem mexicano), así como por la represión de éste que costó la vida a 800 dirigentes y cuadros del partido de centro izquierda cardenista: el Partido de la Revolución Democrática. A escala chiapaneca e indígena fue "organizado" también por más de 20 años previos de movilizaciones sociales, que contaron con el apoyo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, organizadora en 1974 de un importante Congreso Nacional Indígena. Y a nivel mundial, lo fue por el derrumbe del mal llamado bloque socialista y por los terribles efectos de la mundialización dirigida por el capital financiero, que condujo a la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994, contemporáneamente con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) -constituido clandestinamente en 1984. Condenados por el TLCAN a su desaparición, muchos indígenas chiapanecos prefirieron, como declararon, morir combatiendo antes que de hambre o de diarrea. La inmediata y sangrienta represión del Ejército fue detenida por una enorme movilización del pueblo mexicano y por la protesta internacional, hecha posible por los nuevos medios de comunicación, como Internet, que permitieron un inmediato respaldo internacional al EZLN e hicieron imposible al gobierno mexicano decirse democrático y simultáneamente asesinar en masa a indígenas pobrísimos.

El surgimiento del EZLN, que contó con el apoyo militante de las comunidades eclesiales de base y de la diócesis de San Cristóbal, además del de la izquierda mexicana y de los indígenas de las 56 etnias que existen en el país, opuso a la legalidad gubernamental la legitimidad de la resistencia. Demostró además que era posible oponerse a la política neoliberal, que se presentaba como única posible, y crear, utilizando el territorio y la democracia directa, espacios de poder local duraderos (el levantamiento chiapaneco tiene ya 10 años) frente a fuerzas internacionales y nacionales muy superiores. Dio a la lucha por la autonomía de las naciones o pueblos indígenas un impulso muy grande y una base territorial y, así, promovió su unificación sobre una base política y social que anuló tanto el esencialismo indígena, de fondo milenarista y racista, como el paternalismo indigenista, asimilacionista, del Estado. Asimismo, comprobó que el hilo de la conciencia profunda en la resistencia jamás se rompió, ya que Emiliano Zapata, quien fue asesinado en 1920, no había tenido influencia en Chiapas, pero los movimientos sociales, en todo el país, se inspiraban en un zapatismo jamás desaparecido, porque había hecho de la comunidad la protagonista de la lucha y había sido radical en la autorganización de los dominados. Los indígenas chiapanecos intentaron reconstruir el país sobre la base de una democracia incluyente y de la soberanía nacional, no balcanizarlo. Y, al construir su poder frente al del Estado, con las juntas de Buen Gobierno sientan el ejemplo para la extensión de la autonomía a todo México y no sólo luchan, por consiguiente, por sus reivindicaciones étnicas. De ahí el poder de atracción de su presencia, que ha hecho del zapatismo el "partido" de quienes rechazan los partidos y, además, el eje de una política combativa antiestatalista.

ƑQué encuentran en el ejemplo del neozapatismo quienes apoyan al EZLN en otras partes del mundo? No lo particular, como el indigenismo que sucedió al primer momento en que el EZLN llamaba a la toma del poder y de la ciudad de México por las armas, porque quienes lo siguen en Italia, Francia o Argentina no son indígenas ni rurales, sino jóvenes urbanos, ni tampoco la organización de un ejército guerrillero, por fuerza vertical. Sí su lucha por la justicia (social, económica, política) y su rechazo a los aparatos, sean éstos estatales o no. No es posible, por consiguiente, "exportar" el zapatismo, como muchos antes exportaban las políticas impuestas a los revolucionarios rusos por la necesidad de enfrentar clandestinamente la represión zarista; sí es posible y necesario, en cambio, tomar del zapatismo lo que antes o simultáneamente han hecho o hacen otros oprimidos. O sea, la autorganización, la independencia del Estado, la Iglesia o los partidos, la lucha por sentar las bases de la autonomía y la autogestión. Tampoco es posible identificar lisa y llanamente al zapatismo con la obra de algunos de sus exégetas, como Holloway, por bien intencionados que éstos sean, ni encontrar teoría en escritos que no pretenden ofrecer tal cosa. Pero sí es indispensable estudiar el método de los mismos y la acción de las bases zapatistas, así como las transformaciones cotidianas de éstas en sus relaciones y en su subjetividad, porque eso es realmente lo que decidirá a largo plazo. El EZLN no es un modelo, sino un estímulo para que los oprimidos de otros países encuentren su propia organización democrática y autogestionaria

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