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E C O N O M I A
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México D.F. Domingo 4 de enero de 2004

José Antonio Rojas Nieto

El difícil y delicado año 2004

El año 2004 será difícil y delicado, a pesar de que logremos sostener nuestras exportaciones de petróleo a precios altos, aunque ligeramente inferiores a los 24.80 dólares por barril de 2003, que nos dejaron casi 17 mil millones de dólares por ventas de un millón 861 mil barriles diarios. Y es que, según los especialistas en la economía vecina, su proceso de desintoxicación productiva y financiera apenas está por concluir.

Acaso por ello mismo nuestro estancamiento también, con un crecimiento medio de apenas 0.5 por ciento al año en este sexenio. Y, sin embargo, es posible pensar que en el segundo semestre de este difícil 2004 -una vez que se reafirmen ciertos aspectos virtuosos, es decir, una vez que haya seguridad de que la economía no desciende más- será posible pensar en la apertura de un nuevo ciclo económico, cuya extensión y profundidad se irán determinando.

Para reflexionar sobre esto -y acerca de nuestro futuro económico próximo- es útil observar cinco hechos interesantes de la economía más grande del mundo: 1) hasta junio de 2000 nuestros vecinos habían logrado 10 años de crecimiento industrial continuo, aunque se debate sobre la forma en que se logró del segundo semestre de 1998 al primer semestre de 2000; 2) entre julio de 2000 y junio de 2003, nuestros belicosos vecinos registraron un descenso industrial sin precedente, que los regresó al nivel de producción de mediados de 1999, es decir, en 36 meses tuvieron un retroceso neto de 54 meses; 3) ahora bien, a partir de julio de este año, el nivel de su producción industrial mensual ha ido en aumento y ya acumula seis meses de leve pero continuo crecimiento (medido, por cierto, respecto del nivel del mes anterior, no respecto del mismo mes del año anterior); 4) sin embargo, para lograr el más alto nivel de su historia -justamente el anterior a la crisis, registrado en agosto de 2000- se requerirán no menos de siete meses más (si no es que 12 o 13), y eso porque dada la drástica caída de la capacidad industrial utilizada, se cuenta con un amplio margen de capacidad ociosa, que rápidamente puede reaccionar a una mayor demanda y, con ello, recuperar más aceleradamente el alto nivel de producción industrial; 5) pero -šcuidado!-, regresar al nivel de la actividad industrial que se tenía hace casi cinco años no es sino retomar la senda perdida durante esos cinco años, y superarlo exigirá esfuerzos especiales, que francamente no resultan triviales, a pesar de que para ello se cuente con el encarecimiento del euro respecto del dólar, lo que propicia un ambiente más favorable para ello, dado el abaratamiento relativo de las mercancías estadunidenses.

La invitación a reflexionar sobre estos cinco hechos tiene el objetivo de advertir sobre el complejo panorama externo para nuestra economía. Y aceptar que no hay condiciones para que en el muy corto plazo alcancemos tasas elevadas en nuestra actividad económica. Esto nos exige evitar la tentación de pensar que el resto del sexenio creceremos a 5, 6 o menos aún, a 7 por ciento. Por el contrario, una actuación prudente y responsable nos podría conducir a estimar crecimientos y a asegurar que prácticamente bajo cualquier hipótesis resulta absurdo ofrecer altas tasas del PIB.

Esto nos advierte de quienes pudieran caer en la tentación de garantizar que las controvertidas modificaciones constitucionales que tanto ha apurado y promovido la Secretaría de Hacienda y Crédito Público nos conducirían a altas tasas de crecimiento, pues a pesar de que pudiera ser cierto que con inversión extranjera en Petróleos Mexicanos y en la Comisión Federal de Electricidad lograríamos fortalecer un poco su capacidad productiva y, de alguna manera, también la demanda agregada, dada la altísima dependencia de nuestra exportaciones de Estados Unidos resultaría irresponsable ofrecer ese alto crecimiento a cambio de apertura a los capitales privados -nacionales y extranjeros- en los sectores de propiedad nacional y de carácter estratégico (artículos 27 y 28 de la Constitución).

No nos engañemos: dada la situación por la que atraviesa la más grande economía del mundo es prudente hablar de crecimientos modestos para el resto del sexenio. Acaso podríamos alcanzar una tasa media del PIB de 2 por ciento, lo que siendo bueno no dejaría de ser frustrante. Menos por la irresponsable promesa de un gobierno incapaz de sopesar con detenimiento lo que representa crecer a tasas cercanas a siete por ciento. Más porque, efectivamente, la recuperación de rezagos, las exigencias de empleo y la atención de las necesidades sociales, siempre exige crecimientos cercanos a 5 por ciento, en promedio.

A riesgo de ser reiterativo y acaso un poco reduccionista, permítaseme decir que sólo el diseño de una estrategia de largo plazo, de amplio consenso, con una base fiscal crecientemente virtuosa (cada vez menos dependiente de las rentas petrolera y eléctrica), con una estructura de financiamiento del desarrollo menos atada a las transferencias externas y a mecanismos viciosos (Pidiregas, sin duda), con un amplio acuerdo de elevación paulatina pero firme de la productividad social del trabajo (asunto fundamentalmente político, por cierto), sólo ello permitiría que aprovechemos la recuperación estadunidense para retomar un ritmo de crecimiento y desarrollo.

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