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México D.F. Viernes 9 de enero de 2004

José Cueli

Poesía versus guerra

ECn una época como la nuestra, cuando los medios masivos hacen reinar el terror, la poesía debe arraigarse en el otro extremo. Existe un hambre de espiritualidad que está faltando en un presente caótico. La poesía no encuentra cómo apropiarse ese futuro prohibido. En esta revelación siempre nueva de la transfiguración humana reside el gesto fundamental del poeta moderno. Abrir un mañana a los seres opuestos y reconciliarlos.

La fuerza del imperio estadunidense ha llevado a la degradación de la mística en la política. Ha desembocado en un encaminamiento unívoco con grave distorsión y deterioro del pensamiento, falta de discriminación de escenarios, rechazo de los develamientos y los engendramientos de la historia, acompañados de un sentimiento de profundo odio envidioso.

Envidia y odio hacia los marginales, los diferentes, los otros. Porque el odio, el sometimiento sadomasoquista de los débiles -provocándoles todo el dolor posible-, la rivalidad envidiosa omnipotente y narcisista, están al nivel de los viejos complejos edípicos (de castración) engullendo la historia y a los individuos.

Es obvio que el rechazo del otro, del desprotegido, sometiéndolo y viéndolo como perseguidor, trivializa, de manera burda y cruel, la evolución humana, buscando a la ''pequeña bestia".

Es el poeta, con su pensar flotante, quien puede rehacer, corregir, con los ojos desnudos, a reserva de quemárselos por los fulgores inhabituales el rumbo caótico y destructivo por el que se perfila la humanidad en manos de la tiranía y la brutal amaurosis de algunos poderosos.

''Nunca somos/ a solas sino vértigo y vacío/ muecas en el espejo, horror y vómito". Así se expresaba Octavio Paz en Piedra de sol y continuaba: ''La vida no es de nadie, todos somos la vida/ pan de sol para los otros/ los otros todos que nosotros somos/ para que pueda ser he de ser de otro/ salir de mí, buscarme entre los otros/ los otros que no son si yo no existo/ los otros que me dan plena existencia".

Se ve claro que nadie puede ser uno mismo sin el interlocutor, no habría entonces espacio necesario para serlo. Y se ve a las claras que Estados Unidos no deja apenas a nadie este espacio, menos aún a los vecinos que considera primitivos. Dan la orden de controlar las fronteras con nosotros y ša callar! Ya vendrán también nuevas órdenes que se ejecutarán sin chistar siquiera. Así se desatará la persecución entre ellos y nosotros.

El diálogo no pasa sólo por el aprendizaje del pensamiento discursivo y lógico, sino por una búsqueda y apertura. Comprender es algo discursivo e intuitivo que en el ser reflexivo y sensible implica un retirarse y envolverse de cierto silencio. Es esa la manera del pensar poético si lo que éste persigue es pensar desde el alma, desde lo más humano del ser. Mientras que el imperio no reflexiona, por el contrario, ejecuta; se persigue y persigue, y se defiende de la persecución imponiendo restricciones cada más severas nacidas de la parte más primitiva, prepotente, narcisista y paranoica para volver a hablar y ejecutar por las buenas o por las balas.

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