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México D.F. Martes 13 de enero de 2004

Contrastes en los espacios oficiales: unos hasta el tope, otros permanecen cerrados

La calle, frío albergue de quienes rechazan la ayuda gubernamental

Niños, los que más se resisten De perros, ratas y muros, el calor que no encuentran

MIRNA SERVIN VEGA

A un costado de la plancha del Zócalo, justo al pie del edifico del gobierno central, una hilera de personas yace en el piso. Jalan y acomodan los pedazos de cobija o periódico que no alcanzan a cubrirlos del frío intenso que se ha dejado sentir en los días recientes.

Los locales de joyas de la zona son el telón que enmarca un total de 27 hombres que tratan de dormir ahí. Es más de medianoche y la temperatura ha bajado drásticamente. Algunos tosen, se revuelven y giran contra la pared en busca del calor que no encuentran.

Unas cuadras más adentro está un albergue para indigentes y personas en situación de calle, repleto por 400 varones que llegaron desde las cinco de la tarde, cenaron y ocuparon una colchoneta con dos cobijas -a lo más- del refugio que en temporada invernal rebasa su capacidad.

La mirada ajena al interior del lugar queda prohibida. No hace falta. Pero basta con ver los montículos humanos que cubren la banqueta de la entrada y los alrededores de la Plaza del Carmen.

El lugar, ubicado en la calle Peña y Peña, en el Centro Histórico, sólo recibe hombres, relata el encargado desde el portón más externo del lugar. Regresan día a día. Los conocen por sus nombres y por sus historias. Algunos llegan a dormir un solo día y se van. Otros han regresado cotidianamente al refugio durante más de tres años.

Afuera, cuatro perros son las cobijas de un niño a quien sólo es posible descifrar por los tenis. Los autos estacionados son las barricadas contra el aire de la madrugada. Las orillas formadas de llantas son sus espacios privilegiados y los primeros en ser ocupados.

Las ratas, que sin temor alguno se atraviesan al paso, son lo único que señalan con vanidad y asombro lo que a esa hora todavía vaga como sombra. Buscan comida, pero también calor.

Más allá del discurso

De acuerdo con la información difundida por las delegaciones políticas, se abrieron albergues para recibir a personas en situación de calle y grupos vulnerables, como ancianos y niños sin techo, para protegerse del frío. Sin embargo, no en todos los casos fue así.

En Iztapalapa se anunció el funcionamiento de dos espacios para este fin. Sin embargo, durante un recorrido nocturno al Centro Social Villa Estrella, ubicado en la carretera panorámica al Cerro de la Estrella, se constató que las instalaciones no estaban en funcionamiento.

El vigilante describió la existencia de literas y ocho habitaciones en el albergue, que ha permanecido vacío varios meses. La entrada también estaba prohibida. No había a quién dirigirse. Y la poca información obtenida reveló que las cobijas estaban guardadas y que las instrucciones de habilitar el albergue para recibir a cualquiera que lo solicitara no habían llegado.

En contraste, en la delegación Venustiano Carranza -en el centro-oriente de la ciudad- se habilitó el deportivo del mismo nombre para recibir a niños de la calle, ancianos e indigentes. Las puertas se abrieron de manera inmediata para proporcionar ayuda o información.

La cancha de basquetbol estaba casi repleta por 121 personas que dormitaban en hileras de catres. La variedad de personas, faenas, orígenes, actividades y estados de salud se concentraba en el intenso olor del lugar.

José Arturo Castañeda, encargado, narra que lo primero que se les ofrece es una cena con guisado, pan, café y dulces "para que su cuerpo gane calor", lo que siempre es bien recibido. Lo que no goza de tanta simpatía es el ofrecimiento de tomar un baño caliente, a pesar de que hay toallas, jabón, champú y ropa limpia para el que lo requiera.

Las únicas cinco mujeres del lugar duermen separadas en la orilla del salón, pero han llegado tantas personas al albergue que, explica José Arturo, será necesario empezar a trasladar los catres a la parte superior.

La mayoría de quienes llegan, agrega, sufren de adicciones, son hombres en edad productiva, principalmente jóvenes, y apenas una decena de ancianos.

Los más vulnerables

En ninguno de los albergues visitados se detectó la presencia de niños. A ellos se les encuentra durmiendo en los jardines de la Alameda Central y sus inmediaciones, detalla un elemento policiaco que baja de la camioneta SOO132 de Protección Ciudadana del Gobierno del Distrito Federal.

Son historias tristes, dice. Ellos viven así, se niegan a ir a los albergues y muchas veces sobreviven de servicios sexuales que son requeridos en ese lugar. Sobre todo huyen de la violencia de sus padres. La noche no alcanza para encontrarlos, pero todos saben que están ahí.

Más adelante, a una cuadra de la Plaza de la Constitución, en la avenida 20 de Noviembre, una mujer duerme acuclillada, posición tan incómoda como el sitio donde se halla. "Ella viene sólo por las noche y siempre duerme así", platica el agente, quien parece conocerla de siempre y perturba su sueño para entregarle un abrigo negro que mitigue su soledad.

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