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México D.F. Viernes 16 de enero de 2004

Jorge Camil

La muralla gringa

šImagínese la sorpresa de los ciudadanos del imperio!: al descender de sus relucientes aeronaves en el aeropuerto de Sao Paulo, en Año Nuevo, no fueron recibidos con el tradicional Welcome to Brazil. En vez del hospitalario recibimiento latinoamericano, un oficial de migración separó a los visitantes estadunidenses de los demás pasajeros para conducirlos a una oficina donde les tomaron las huellas digitales y fueron cuidadosamente fotografiados e incluidos en la base de datos de una computadora gubernamental: šfichados! Ojo por ojo y diente por diente.

La medida brasileña, destinada a pagar con la misma moneda la orden del ministerio de Homeland Security de fichar a todos los visitantes que requieran visa para ingresar a Estados Unidos, fue puesta en vigor 1Ɔ de enero pasado por instrucciones de Julier Sebastiao da Silva, juez federal del estado de Mato Grosso, quien consideró la orden del gobierno estadunidense "ofensiva, brutal y atentatoria a los derechos humanos". Sin embargo, aunque Washington reconoció de mala gana que Brasil tiene derecho de imponer ese requisito, podría haber represalias. Pero, independientemente de ello, no está lejano el día en que los ciudadanos de los países afectados por la obsesión estadunidense con el "terrorismo" decidan motu proprio evitarse las molestias de viajar a Estados Unidos. (A propósito, el Departamento de Migración anunció que requerirá, a partir del primer trimestre de 2004, que los visitantes extranjeros proporcionen a las aerolíneas formularios con 34 datos personales, incluyendo el tipo de comida que solicitarán en el vuelo y sus creencias religiosas: šcomo si los discípulos de Al Qaeda no pudiesen ordenar una hamburguesa y llenar el rubro "religión" con la palabra "católico"!)

El Big Brother de George Orwell ha llegado. No en 1984, fecha que sirvió de título para su famosa novela, sino 20 años después, en 2004, en la era de George W. Bush. El curso de las últimas medidas adoptadas por Washington será crucial para el futuro desarrollo del país. Después de todo, su crecimiento explosivo fue consecuencia directa de la política de apertura hacia los inmigrantes de todas las naciones, iniciada a finales del siglo XIX.

El domingo pasado The New York Times publicó un artículo de Eric Lichtblau: Between fear and freedom ("Entre el miedo y la libertad"), que resume con claridad el predicamento actual de la sociedad estadunidense: Ƒcuántas libertades está dispuesta a ceder para asegurarse de que jamás se cumplirá la profecía hollywoodense de un avión terrorista estrellándose contra una central nuclear, o de un barco cargado con una bomba atómica sucia arribando al puerto de Nueva York?

No olvidemos que los trabajadores, intelectuales, artistas, financieros y los perseguidos políticos de las dos guerras mundiales encontraron en Estados Unidos la tierra prometida; "los cansados, los pobres, las masas apiñadas que anhelaban respirar en un clima de libertad", a quienes da la bienvenida la Madre de los Exiliados (la Estatua de la Libertad), y a quienes está dedicado el hermoso soneto de Emma Lazarus, grabado en el pedestal mismo de la famosa estatua de Liberty Island.

Ahora, sin embargo, las puertas de ese refugio están cerradas, amenazando convertir al país en una isla rodeada por una moderna versión de la Muralla China. šTriste ironía!: el país promotor de la globalización, principal productor de las nuevas tecnologías, lanza un mensaje ambivalente al resto del mundo: pretende que los demás pueblos de la Tierra abran sus fronteras a los visitantes, productos y servicios estadunidenses, mientras Washington hace cada día más ofensivo y difícil el ingreso de visitantes extranjeros a Estados Unidos. De pronto, todos somos terroristas en potencia. El país que se enorgullece de tener el sistema penal más equitativo del mundo, en el que los acusados se presumen inocentes hasta que se pruebe lo contrario, revierte la presunción legal cuando se trata de "sospechosos" extranjeros: "todos somos terroristas, salvo prueba en contrario".

En el Nuevo Coloso, el magnífico poema de Emma Lazarus, la dama de Liberty Island asegura a los "rechazados de todas las naciones" que mantendrá encendida para ellos la antorcha de la libertad al lado de la puerta dorada. Hoy esa antorcha se ha extinguido y las visitas al monumento han sido suspendidas "hasta nuevo aviso".

šBravo por Brasil y por el magistrado Da Silva! Es necesario que los turistas estadunidenses sufran en carne propia el indigno trato que reciben quienes visitan Estados Unidos, o la humillación ocasionada a ciudadanos nacionales en aeropuertos controlados por la FBI.

Para Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch (Foreign Affairs, 01/04), al incrementar exageradamente la seguridad de sus ciudadanos, el gobierno de Bush coarta sustancialmente las libertades de los propios estadunidenses y, de paso, las de todos nosotros.

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