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México D.F. Domingo 25 de enero de 2004

Las atrocidades, cuando Estados Unidos apoyaba al régimen del partido Baaz

No apta para corazones frágiles, la historia de mujeres torturadas en el Irak de Hussein

El principal verdugo, Abu Widad, fue colgado por corrupto en su propia horca en 1985

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL

Bagdad, 24 de enero. Los rostros de la mujeres están bajo un velo. En su mayoría son jóvenes. Todas son musulmanas chiítas. Y su terrible destino -sanguinarias torturas y ejecuciones, deliberadamente crueles- deberían colocar sus muertes en la lista de atrocidades por las que Saddam Hussein debe ser juzgado. Casi todas fueron ejecutadas cuando Estados Unidos todavía apoyaba al régimen ahora depuesto.

El recién formado Centro de Documentación sobre Mujeres Mártires del Movimiento Islámico ha escrito la historia del sufrimiento de estas mujeres. Y no es apta para corazones frágiles.

Esposas que fueron obligadas a ver ahorcar a sus maridos antes de ser llevadas a la silla eléctrica, que fueron quemadas con ácido, atadas desnudas a ventiladores de te-cho, que sufrieron abusos sexuales.

En varios casos las mujeres fueron envenenadas o usadas como conejillos de indias en experimentos con sustancias químicas en una planta cerca de Samara, en la que se creía se estaban fabricando armas químicas.

Sus nombres, al igual que los nombres de sus torturadores y verdugos, al fin se dan a conocer. Uno de ellos, Abu Widad, alguna vez alardeó de haber ahorcado a 70 prisioneras en una sola noche en la cárcel de Abu Ghraib, en las afueras de Bagdad.

En muchos casos las mujeres fueron condenadas a muerte por el crimen de ser hermanas o esposas de un hombre buscado. La mayoría de ellos estaban vinculados con el partido proscrito Al Dawa, cuyos simpatizantes eran rutinariamente torturados y asesinados por el gobierno del partido Baaz.

Un testimonio típico de la obra documental Recuerdos aprisionados: páginas rojas de una historia olvidada, es el de Ali al Irak, que dice: "Samira Awdah al Mansouri (Um Iman), nacida en Basora en 1951, maestra en la escuela media de Haritha y casada con el mártir Abdul Ameer, miembro del ala militar de los cuadros del movimiento islámico, miembro del partido islámico Dawa (...) Torturadores: mayor Mehdi al Dulaymi, quien torturó en estado de ebriedad; teniente Hussain al Tikriti, especializado en romper a pisotones las cajas toráxicas de sus víctimas. Um Iman fue golpeada, colgada de los cabellos de un ventilador de techo y sufrió torturas con electricidad. Habiendo pasado dos meses en la celda de una prisión de Basora sin confesar, Al Dulaymi recomendó que fuera ejecutada por portar armas sin permiso y por pertenecer al partido Al Dawa".

De hecho, Um Iman fue trasladada a la División de Seguridad Pública de Bagdad y torturada durante 11 meses. Posteriormente fue presentada ante a la Corte Revolucionaria de Seguridad Militar, que la sentenció a morir en la horca. Pasó seis meses en la prisión Rashid, al oeste de Bagdad, tiempo durante el cual debe haber tenido la esperanza de que se le perdonara la vida. Pero una noche de domingo se le transfirió a Abu Ghraib, donde fue ejecutada por Abu Widad.

Asesinos profesionales

Hay numerosos testimonios sobre mujeres y niños que fueron torturados delante de sus esposos y padres. En 1982, por ejemplo, un hombre identificado como "el teniente Kareem", de Basora, trajo a la esposa de un insurgente encarcelado, la desnudó y la torturó delante de su marido, y amenazó con matar al bebé de ambos. Cuando el matrimonio se negó a hablar, un agente de seguridad "arrojó al infante contra la pared, matándolo".

Ahlam al Ayashi fue arrestada en 1982, a los 20 años de edad, porque estaba casada con Imad al Kirawee, miembro de alto ran-go de Al Dawa. Cuando él rehusó dar información a la policía, dos torturadores profesionales -identificados en el reporte como Fadil Hamidi al Zarakani y Faysal al Hilali- atacaron a Ahlam delante del prisionero y su hija, "torturándola hasta la muerte".

El reporte, omite detalles de esta muerte en atención a los lectores. El cuerpo de la mujer fue sepultado en el desierto, en las afueras de Basora, en lugar desconocido.

Tres de los cinco hermanos de Ahlam fueron ejecutados junto con su marido, y otro hermano fue muerto en la insurrección que siguió a la liberación de Kuwait, en 1991. Su hija Ala, quien presenció la tortura que sufrió su madre, fue llevada a Irán, donde se casó y está a punto de ingresar a la universidad.

Muchas de las historias son profundamente trágicas. Awatif Nour al Hamadini, de 21 años, fue traicionada por su esposo, quien bajo torturas extremas la acusó a ella y a varios colegas de ser traficantes de armas.

Awatif estaba embarazada, pero un hombre identificado como el mayor Amer la golpeó con una silla de metal y abusó se-xualmente de ella. En su juicio, el juez Mussalam al Jabouri sugirió construir "una horca en miniatura para su hija recién nacida, porque se había alimentado de la leche llena de odio de su madre".

Awatif fue llevada para ser ejecutada, por primera vez, junto con otras dos colegas suyas, y obligada a ver el ahorcamiento de 150 hombres, ejecutados de 10 en 10. Cuando los cadáveres eran retirados, reconoció uno de ellos como el de su marido.

Fue llevada de nuevo a su celda, y más tarde murió en la silla eléctrica. Muchos prisioneros fueron asesinados en esa misma silla en Abu Ghraib, incluidas otras dos mujeres: Fadlah al Haddad, en 1982, y Rida al Ouwaynati, al año siguiente.

Maysoon al Assadi era una universitaria de 18 años cuando fue arrestada por pertenecer a una organización islámica prohibida. Du-rante el interrogatorio fue colgada de los ca-bellos y golpeada en las plantas de los pies, y luego condenada a morir en la horca por el juez Awad Mohamed Amin al Bandar.

Se le concedió su último deseo, que fue despedirse de su prometido, y los dos se casaron en prisión. Pero al despedirse de otros prisioneros, comenzó a aleccionarlos y a criticar al régimen iraquí. Por esto, el jefe de la prisión decidió que la joven debía ser ejecutada lentamente: la ataron a la silla eléctrica de la cárcel y le tomó dos horas morir.

Salwa al Bahrani, madre de un niño pe-queño, fue sorprendida en 1980 distribuyendo armas a combatientes islámicos. Aparentemente se le dio a comer yogurt envenenado por órdenes de un doctor Fahid al Dannouk, quien experimentaba con sustancias venenosas que pudieran emplearse contra las tropas iraníes.

Cientos de combatientes mujaidines del partido Dawa, según el informe, fueron usados como conejillos de indias en la experimentación con químicos tóxicos en Salman Pak, en el sur de Bagdad. Salwa murió en su casa, 45 días después de ser obligada a comer el yogurt envenenado.

Fatimah al Hussaini, de 20 años, fue acusada de esconder armas para Dawa y arrestada en Bagdad en 1982. Durante el interrogatorio fue colgada del techo por las ma-nos, que tenía atadas a la espalda, torturada con electricidad y con ácido, que fue vertido sobre sus muslos. Como se negó a ha-blar, su torturador recomendó que fuera ejecutada. Fue ahorcada en Abu Ghraib, en 1982, y sepultada por su familia en Najaf.

El reporte de 550 páginas que documenta los horribles sufrimientos de las prisioneras chiítas durante el régimen de Saddam Hussein, no es una obra literaria. A veces su prosa está sobrecargada y parece describir el martirio de las mujeres como un destino que debe ser emulado.

Tampoco será útil para quienes están an-siosos de encontrar evidencias contra Saddam. El libro afirma repetidamente que los químicos usados en las prisioneras fueron comprados a países occidentales. Pero los detalles son muy convincentes. Figuran los nombres de 50 mujeres, la suerte que co-rrieron y los nombres de sus torturadores.

También se documentan actividades del monstruo de Abu Ghraib, como se conoce a Abu Widad, confirmadas por prisioneros que sobrevivieron la cárcel. Perpetraba sus ejecuciones entre las ocho de la noche y las cuatro de la madrugada, y golpeaba con un hacha la nuca de hombres y mujeres que iban a ser ahorcados si éstos, antes de morir, aclamaban a algún imán asesinado.

Al final, cuando Abu Widad tenía 41 años de edad, fue arrestado por aceptar dinero a cambio de ejecutar a un prisionero indultado, en lugar de otro que estaba condenado. Fue colgado en su propia horca en 1985.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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