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México D.F. Sábado 14 de febrero de 2004

Alfredo C. Villeda

Atentados suicidas: una década

El próximo 25 de febrero será una fecha significativa en la espiral de violencia que azota Medio Oriente y otras regiones del globo. Hace 10 años, el colono judío Baruch Goldstein entró a la mezquita del Patriarca en Hebrón y mató a tiros a 29 musulmanes que participaban en una oración comunitaria. En respuesta, Hamas, grupo armado creado durante la intifada de 1987, introdujo un nuevo tipo de lucha: los atentados suicidas. Así, las brigadas Al Qassam perpetraron cinco operaciones en Galilea, Jerusalén y Tel Aviv. Hubo múltiples bajas del lado israelí, a las que se sumaría la del entonces primer ministro, Yitzhak Rabin, al año siguiente, aunque a manos de un judío de extrema derecha.

Pese a su inferioridad militar respecto de Israel, estos palestinos militantes ya cumplen una década alardeando con su mortífera arma. Como rezan algunos carteles estudiantiles en las universidades de Cisjordania y Gaza, "Israel posee bombas nucleares, pero nosotros tenemos bombas humanas", martirio, por cierto, que no se considera suicidio, acto éste prohibido por el Islam.

ƑCómo entender, entonces, el proceder de Ali Jaaea, policía palestino que hace unas semanas se hizo detonar en Jerusalén y con él se llevó la vida de 10 israelíes? El sabía seguramente, como se confirmó la noche siguiente, que la venganza alcanzaría a sus seres queridos. En efecto, tropas de Tel Aviv ingresaron a Belén y dinamitaron la casa de la familia del suicida.

Un documentado acercamiento a estas interrogantes lo da el investigador estadunidense John L. Esposito en su ensayo Guerras profanas, terror en nombre del Islam (Paidós). Explica: "Los hadices o narraciones atribuidas al Profeta se refieren a menudo a las recompensas para aquellos que mueren por el Islam. La tradición explica que los mártires se diferencian en varios aspectos de los demás mortales en la vida tras la muerte: su autosacrificio y acto meritorio les deja libres de pecado y, por tanto, no están sujetos al interrogatorio posmortem de los ángeles Nakir y Munkar; abandonan el Purgatorio y llegan a uno de los lugares más elevados del cielo, cerca del trono de Dios. Como resultado de su pureza, se les entierra con las ropas que llevaban al morir y no es necesario lavarlos antes de darles sepultura".

Se lee en la Enciclopedia Británica: El interrogatorio en la tumba corresponde al juicio intermedio, inmediatamente después de la muerte. Este interrogatorio lo realizan Munkar y Nakir, para los condenados, y Mubashshar y Bashir para los justos. Las preguntas son: ƑQuién es tu Dios? ƑQuién es tu profeta? ƑCuál es tu religión? ƑCuál es tu qibla (hacia dónde oras)? Si el muerto conoce las respuestas (Alá, Mahoma, Islam, Meca) será consolado con la promesa del paraíso; si se equivoca, será atormentado desde la tumba, antes del tormento preparado para él en el infierno.

Por eso este tipo de lucha fue integrada de lleno a la jihad. La importancia de la jihad se basa en el Corán y su precepto de esforzarse (en su sentido literal) hacia el camino de Dios y el ejemplo de Mahoma, pero es un concepto con múltiples significados, que se ha usado, y del que se ha abusado, en toda la historia islámica. Ahora se conoce comúnmente como "guerra santa".

En la actualidad algunos grupos sostienen que unirse a la jihad para promover una revolución islámica mundial es una obligación religiosa que incumbe a todos, lectura que John L. Esposito encuentra desde los mujaidines afganos hasta los musulmanes de Cachemira, pasando por Chechenia, Bosnia, Kosovo, Argelia y, por supuesto, Osama Bin Laden.

La imagen y las palabras de Bin Laden parecen personificar la "guerra santa". Aparece con el Corán en una mano y su rifle Kalashnikov en la otra, rodeado de fanáticos religiosos. Sin embargo, el saudí es el síntoma de un fenómeno más extenso. Su desaparición, si eso ocurre, no eliminará el peligro del terrorismo islámico global, pese a que, como apunta el analista Ahmed Rashid, el multimillonario terrorista demostró ser un "guerrero santo" pero no un intelectual, ni un Lenin de la revolución islámica ni su ideólogo internacionalista, como lo fue el Che Guervara respecto a la revolución en el tercer mundo.

ƑQuién está a salvo de ese radicalismo y de ese abuso de la interpretación del Corán? "He matado al faraón y no temo a la muerte", expresó Jalid Islambuli, asesino de Anuar Sadat. El hermano de este sicario de Jihad Islámica, Mohammad Islambuli, apareció años más tarde en la milicia de Bin Laden en Afganistán. Valga recordar ahora la sentencia iraní contra el escritor indio-británico Salman Rushdie, por su novela Los versos satánicos, y el acuchillamiento ordenado en Egipto por el denominado Grupo Islámico contra Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura.

Los fundamentalismos, desgraciadamente, juegan en ambos bandos. Baste escuchar un discurso de George W. Bush o una perorata de Benjamin Netanyahu.

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