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México D.F. Sábado 14 de febrero de 2004

Angel Luis Lara

Actualidad del devenir zapatista

1.- Se cumplen diez años del alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Hacer balance del zapatismo en el décimo aniversario de su aparición pública es necesariamente una tarea paradójica. Un balance es siempre un ejercicio que obliga a echar cuentas con el tiempo y el tiempo zapatista es un tiempo muy otro. Su balance no mira hacia atrás, sino que se construye hacia adelante. No dibuja los trazos de un pasado, sino que deja rastros y señales para el presente.

Estos diez años de zapatismo han dibujado la silueta de un futuro anterior, nos han puesto delante el espejo de una anticipación en el tiempo. Anticipación política en la forma del discurso y su contenido, en el análisis de la coyuntura que se abría ante nuestros ojos y en los diagnósticos que tenían que ver con la necesidad de una ruptura epistemológica radical y definitiva con el siglo XX y la izquierda hegemónica que lo había habitado. Anticipación también en el contexto en el que estaba llamado a batirse el conflicto contemporáneo: la guerra como elemento central del ejercicio de la gobernabilidad, la globalización como territorio extenso del combate, la comunicación como elemento fundamental para la acción política, el biopoder como la forma paradigmática de un dominio que colocaba la vida en toda su complejidad en el centro de sus estrategias.

El zapatismo tiene un problema de ubicación histórica. Su palabra suele hablar una lengua que resulta difícil de entender en el tiempo de su propia enunciación. Por lo general, solamente es comprensible más adelante, tiene cuerpo de potencia, nace en el porvenir. Una llave que abre una puerta que todavía no puedes ver. Sin embargo, tú ya tienes la llave.

2.- Frente a la obsesión histórica por buscar respuestas, el zapatismo nos habla de encontrar preguntas. Frente a la centralidad concedida históricamente a la enunciación, el zapatismo nos habla de la importancia de la escucha y el silencio. Frente a la fijación sedentaria en la copia, el zapatismo nos habla de la utilidad nómada de los mapas. Algo muy otro nos interpela: un estímulo aparentemente caído del cielo que, sin embargo, nos subraya la importancia de radicarse en la tierra mediante un permanente ejercicio cartográfico sobre los procesos, los espacios y los tiempos.

Una cartografía no es más que una lectura del presente dotada de fundamento teórico y consecuencias políticas. La actividad cartográfica es útil a la hora de construir instrumentos interpretativos y, al mismo tiempo, representaciones creativas, alternativas teóricas y claves para la intervención. En este sentido, la pregunta que emerge a cada paso que se da en el camino de la relación con el zapatismo nos interroga sobre el tipo de mapa adecuado para orientarnos en esa relación y, más importante, sobre la utilidad que puede tener el zapatismo para los ejercicios cartográficos que activemos en nuestro propio territorio.

El zapatismo bloquea decididamente la posibilidad del mimetismo. Imposibilita toda importación acrítica y borra cualquier vestigio de copia. En medio de un proceso permanente de transición, hibridación y nomadización resulta suicida y obtusa cualquier forma codificada de representación. ƑCómo capturar lo que está permanentemente en movimiento aún cuando está quieto? ƑCómo reducir al uno lo que se define como multiplicidad irreductible? ƑCómo encerrar en las coordenadas de la identidad la defensa incansable de la diferencia como eje positivo del entendimiento y las relaciones sociales? Misión imposible. Fallo en el código fuente de la izquierda sedentaria.

3.- Si el pensamiento simple piensa el objeto, el pensamiento complejo trata de pensar el pensamiento del objeto. Mientras el sentido de la ciencia es el conocimiento de los objetos, la cibernética se centra en las acciones de los sujetos. Si el pensamiento de primer orden es una lectura, el pensamiento de segundo orden es una escritura. El zapatismo se mueve como una cibernética compleja de segundo orden.

Su lógica no es la de una lectura que determina una reacción a la estrategia del adversario, sino la de una escritura del acontecimiento que lo anticipa y lo desorienta. Lo que ocurre es que la escritura zapatista es muy otra: se rebela al despotismo de los significantes y altera la relación convencional con el texto. Las posiciones del escritor y del lector devienen intercambiables en la vivencia de una multiplicidad de posibles escrituras, lecturas e interconexiones.

La izquierda perversa hace una lectura perversa del zapatismo que le resulta útil y cómoda. Una lectura que lo vacía de sentido. Usa el zapatismo para "deszapatizar" la acción política. Lo apela enfundada en su disfraz de radical chic y con una profunda hipermetropía: de lejos lo ve perfectamente, de cerca no quiere ni verlo.

Se trata de una izquierda únicamente semántica. Habla continuamente de un cambio radical de las cosas y de ese otro mundo posible, pero es ajena al conflicto y lo condena. Su idealismo consiste en pensar una política sin conflicto, su estrategia pasa por capturarlo e inmovilizarlo por medio de la imposición de la lógica implícita en la dicotomía violencia/no-violencia. Su afinidad real con el carácter complejo del zapatismo es imposible y contradictoria: no se puede atacar la linearidad y el pensamiento binario sirviéndose de una lógica lineal y binaria.

Su propósito de conquistar otro mundo posible rechazando el conflicto le lleva inevitablemente a interpretar las dinámicas electorales e institucionales como el elemento fundamental de la política. La izquierda perversa es sincera cuando habla de la no toma del poder. No quiere tomarlo, quiere participar de él.

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