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México D.F. Miércoles 25 de febrero de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

El descrédito de los bancos centrales globales

Los centralbanquistas se quedaron "más tiempo de lo debido"
Fin a los modelos "cerrados"

EL TITULO PERTENECE a Stephen Roach, el solvente economista en jefe de la correduría neoyorquina Morgan Stanley, quien vuelve a brillar intensamente en su estupenda evaluación ("Foro Económico Global", Morgan Stanley, 17 de febrero). Llama a los centralbanquistas "los héroes del ayer", que "dominaron el mundo durante los 22 años de desinflación". Pero "se quedaron más tiempo de lo debido". Roach, con justo tino, solamente cita a los tres principales bancos centrales del mundo: la Reserva Federal(RF), el Banco de Japón (BJ) y el Banco Central Europeo (BCE), que por didáctica denominaremos la "tripolaridad centralbanquista".

ESTA, A JUICIO de Roach, "dilapidó el capital que había construido en la ardua y larga lucha contra la inflación" y ahora se ha quedado sin municiones y se encuentra "afligidamente mal equipada para lidiar con las cada vez más desalentadoras complejidades en la etapa de la postinflación". El realista Roach es al superoptimista Alan Greenspan lo que la materia es a la antimateria en la física: "temo que el centralbanquismo moderno se encuentre al borde de la quiebra sistémica", señala, y previene a los tenedores de bonos de que sus "otrora orgullosos defensores" (los centralbanquistas) ya no podrán repetir su hazaña. Todo empezó en Japón y su desquiciante banco central en la década de 1980, "al no saber manejar los peligros de la burbuja que creó en los bienes raíces" y al "cometer una serie de errores al enfrentar muy tarde los choques subsecuentes al clima posterior al estallido de su burbuja". Roach llama "enfermedad japonesa" a la propagación de la burbuja de los bienes raíces a otros sectores, lo cual "infectó a su sistema financiero y llevó a una severa amenaza de exceso de capacidad en la economía real". La "enfermedad japonesa" no fue culpa del BJ, pero "pudo haber actuado en forma más agresiva para lidiar con los problemas". Con "su política de tasa cero en los intereses" y "una economía en seria deflación", el BJ "se encuentra ahora montado en el legado doloroso de ser un banco central fracasado" y tal política es el "reflejo de que la autoridad monetaria ha abdicado del control en la economía real y en el sistema financiero". Como si eso fuera poco, en medio de "una economía disfuncional", el BJ ha sufrido las "presiones globales" para "prevenir que el fortalecimiento del yen exacerbe una deflación muy seria de por sí", por lo que se ha consagrado a intervenir masivamente con la descomunal cantidad de 184 mil millones de dólares -del total presupuestado el año pasado para tal propósito, de 950 mil millones de dólares- para impedir la caída libre del dólar, "sin precedente en los anales de las operaciones de apoyo a las divisas".

SE ACABARON LOS tiempos añejos de formulaciones de modelos "cerrados"; ahora pasamos a los modelos "abiertos" debido a los flujos de bienes, servicios y capitales de la globalización, sentencia Roach. Vienen los efectos globales indeseados: "en la medida en que las intervenciones en las divisas resultan en compras masivas de los Bonos del Tesoro de Estados Unidos, se incrementan los esfuerzos de la RF por suprimir las tasas de interés en Estados Unidos, lo cual exacerbará aún más los desequilibrios en su economía y en la economía global centrada en Estados Unidos". En forma irónica, Roach señala que la RF ha asegurado a los participantes en los mercados globales que no repetirá los errores nipones, como se desprende de su publicación Prevenir la deflación: lecciones de la experiencia japonesa en la década de 1990, No. 729, junio de 2002, y fustiga que la RF rechace "modificar su marco de política para lidiar con las fluctuaciones extremas en los mercados bursátiles". Al contrario, Greenspan aduce que el banco central que preside "se encuentra mejor preparado para contener el daño de la burbuja, que a tomar acciones preventivas para frenar los excesos especulativos". A juicio de Roach, el abordaje de la RF para manejar la postburbuja (Nota: se refiere al desplome del índice tecnológico Nasdaq en marzo de 2000, y su recesión consecutiva) padece tres graves fallas: 1) se puede tratar del "éxito de una sola burbuja" (cuando existen otras a punto de estallar, como los bienes raíces) y cabe el peligro, cuando las tasas de interés se ubican en uno por ciento, de repetir la "política de tasa cero en los intereses", al igual que Japón; 2) "las persistentes muy bajas tasas de interés alimentan subsecuentes burbujas" (en bienes raíces, bonos, deuda de altos rendimientos y, de nuevo, la especulación bursátil); y 3) "se perpetúa el riesgo de crear una economía basada en acciones bursátiles".

ESTADOS UNIDOS SE ha vuelto "muy dependiente de la creación de riqueza, lo que exacerba los desequilibrios de pocos ahorros y un mayor endeudamiento". En caso de que "la economía sufra una caída en la generación de ingresos, justamente la 'recuperación sin empleos', una economía basada en las acciones bursátiles sería la más vulnerable a la inevitable alza en las tasas reales de interés que aflige normalmente a una economía desequilibrada". Roach no lo dice, pero, Ƒno se tratará de un "enfermedad estadunidense" muy similar a la "enfermedad japonesa" en las finanzas? Roach nunca señala que Greenspan fue quien propició la burbuja bursátil como una política deliberada del nefario centralbanquismo global, que causó peor daño en los países globalizados de la periferia, obligados a ingerir sus recetas envenenadas, para que perviviviera el consumidor estadunidense, a costillas del género humano.

TOCA EL TURNO de la tripolaridad centralbanquista en ascuas al BCE, que no ha sido víctima de las postburbujas del estallido bursátil de Japón y Estados Unidos, pero que se ha fijado la meta de continuar luchando contra la "irrelevante inflación" cuando enfrenta riesgos deflacionarios. A juicio de Roach, la política del BCE se ha vuelto "intransigente y necia", cuando debería ser más "flexible". Los defectos son comunes a la tripolaridad centralbanquista: "la historia ha demostrado que la política monetaria se encuentra mejor equipada para paliar la devastación de la inflación que los peligros de la deflación", por lo que su desempeño ha sido "triste y perturbador" en años recientes. Greenspan ha sucumbido a la "complacencia y a la soberbia", debido al impulso del crecimiento en los dos últimos trimestres, "habiendo llegado a la audacia de reclamar su reivindicación por su trabajo tan bien hecho". En medio de un clima inflacionario excesivamente bajo, el "extravío centralbanquista" ha optado por una política de bajas tasas de interés (cero en Japón, uno por ciento en Estados Unidos y 2 por ciento en la zona del euro), que lo deja "con pocas municiones" frente a "choques inesperados", cuando las "tensiones de la desequilibrada economía global se ventilan en los mercados de divisas bajo la forma de un dólar débil, que ha desencadenado un realineamiento en los precios relativos, que presiona más a Europa y Japón". Porque "en la medida en que los bancos centrales contrarresten las presiones por medio de intervenciones en las divisas, las tasas de interés en Estados Unidos serán mantenidas artificialmente bajas". Roach arguye que "el aspecto más duro del acertijo es que quizá no exista salida fácil o indolora" y llega hasta abogar en forma razonable por incluir las acciones bursátiles en una medición más amplia del estrecho "índice inflacionario al consumidor".

ROACH PRACTICA MAGISTRALMENTE en la fase presente la autopsia del cadáver monetarista centralbanquista: "en retrospectiva, le pedimos demasiado a la política monetaria, que en el mejor de los casos es un instrumento muy contundente para combatir los excesos de la inflación, pero mal equipado para manejar las sutilezas que juegan en el terreno sagrado de la estabilidad de precios, lo que deja los mandatos de los bancos centrales fuera de marco y sin esperanza en la actual economía global proclive a la deflación". Pero no todo queda allí, porque los políticos, marginados durante 22 años por la "independencia" de los bancos centrales globales, regresarán a recuperar sus prerrogativas secuestradas para instaurar un "nuevo régimen" de políticas monetarias que haría de lado la "disciplina antinflacionaria", y cuya primera víctima sería el mercado de bonos. Es decir: los políticos, tan vilipendiados por los tecnócratas ineficientes y atrapados sin salida en sus alquimias monetaristas, recuperarían su independencia frente al fascismo centralbanquista que erigió su etnocidio financiero durante casi un cuarto de siglo en beneficio del G-7 y en detrimento del resto del planeta.

SE COMIENZAN A escuchar los cantos de cisne de los bonos, y nada menos que Bill Gross, mandamás de la poderosa Pacific Investment Management Company -el mayor fondo de inversiones de comercialización de bonos del mundo-, escribió en el último boletín Perspectivas de inversiones (febrero de 2004) que los mercados financieros se dirigen a su punto culminante, subrayando que "la economía de Greenspan es completamente diferente" si se la compara con la etapa más restrictiva de Paul Volcker (de 1979 a 1987): "la economía de Greenspan es una economía globalizada basada en la sustitución de los trabajadores estadunidenses por una mano de obra más barata en Asia y Latinoamérica". Gross se burla de la economía greenspaniana "repleta de maravillas tecnológicas, como Internet, los teléfonos celulares y la transmisión de datos a ultravelocidad", y se lamenta de "la reforma más crítica en los últimos 20 años", cuando Estados Unidos pasó de la manufactura a los servicios, y "ahora, a una economía basada en las finanzas"; refiere como ejemplo a General Electric, cuando en "la década de 1980, 92 por ciento de sus ingresos provenían de sus subsidiarias en manufactura", mientras "en 2003, 50 por ciento de sus ganancias provienen de sus subsidiarias financieras, altamente dependientes de fuertes réditos apalancados en el mercado swap" (Nota: los swaps son un subtipo de derivados: instrumentos de alta especulación). Gross advierte a sus lectores que la película no tendrá final feliz: "la deuda como porcentaje del PIB se ha elevado a la estratosfera en los pasados 20 años y se acerca a niveles de la década de 1930; va a llegar un momento cuando alguien diga: no más".

A PROPOSITO DE los derivados, la reguladora británica de la principal plaza financiera del planeta, Autoridad de Servicios Financieros, expresó su preocupación respecto de la amenaza que pende sobre los bancos de inversión debido a la elevación estratosférica de los "fondos de cobertura de riesgo" (hedge funds) en los paraísos fiscales carentes de regulación (Daily Telegraph, 22 de febrero). El artículo recuerda la insolvencia de la correduría LTCM en 1998 y se interroga si el "actual auge de los fondos de cobertura de riesgo representa un caballo de Troya en el corazón de nuestros mercados financieros". Después de que hasta Milton Friedman renegó de su modelo, en su inolvidable entrevista del año pasado al Financial Times, en la primera semana de diciembre del año pasado lord William Rees-Mogg, muy cercano a la realeza británica, describió en The Times en forma muy acertada que "los centralbanquistas incompetentes son aún más letales que los generales incompetentes; hemos sufrido más por el papel malo que por otra causa de calamidad". Lo real es que el centralbanquismo, que pecaba de autismo incurable -más que de una absurda autonomía que atenta contra las normas democráticas-, llegó a su ocaso por ineptitud. Guste o moleste, como en los ciclos históricos, regresan los políticos a reparar los daños y las calamidades antihumanas del centralbanquismo monetarista: el más ultrajante de los autismos tecnocráticos de la misantropía plutocrática y oligárquica.

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