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México D.F. Miércoles 25 de febrero de 2004

Alejandro Nadal

Estados Unidos: la recuperación cansada

Los agoreros de crisis económicas que nunca llegan han perdido toda credibilidad. Y a los optimistas del bienestar perpetuo les encanta repetir esa frase. Todo está bien, insisten, y la prueba está en la asombrosa capacidad de la economía estadunidense para recuperarse. En efecto, el año pasado la economía de Estados Unidos pudo regresar al crecimiento, con una expansión de 3.1 por ciento, lo que se compara favorablemente con el crecimiento modesto de 2.8 por ciento en 2002.

Así que, Ƒpor qué preocuparse? En el seudogobierno mexicano aumenta la confianza por las señales de recuperación en Estados Unidos. Las plegarias fueron atendidas, eso creen en Los Pinos. Pero no todo está bien en esa economía; si se analiza la información con cuidado, se puede ver que los problemas son reales.

Es cierto que muestra enorme fortaleza. Sufrió la recesión de 1999, los atentados de 2001 y las guerras de Afganistán e Irak, y múltiples escándalos financieros que hubieran derrumbado otras economías. Pero para superar esos problemas ha incurrido en costos monumentales. Las cicatrices de las batallas no se pueden ocultar.

Hay tres problemas serios que aquejan a la economía yanqui. El primero es que la tasa de ahorro ha caído mucho y la inversión también. Hace 20 años se acercaba a 10 por ciento; hoy es de apenas 3.5 por ciento. Esta es la otra cara del consumo, que es, por mucho, el motor del crecimiento en Estados Unidos. El consumo privado fue superior a 70 por ciento el año pasado, culminando una tendencia ascendente iniciada hace 40 años. Y como la voracidad del consumidor estadunidense es responsable del raquítico nivel de ahorro agregado, la economía tiene que financiarse con ahorro externo, convirtiéndose en la más endeudada del planeta.

El segundo problema es que el mercado laboral se ve mal. Durante la administración de Bush se han perdido 2.4 millones de empleos. Y las dificultades para salir del agujero son tremendas: en promedio un desempleado necesita cinco meses para encontrar un nuevo empleo. Un análisis reciente demuestra que la última vez que una persona experimentó tantas dificultades para salir del desempleo fue durante la Gran Depresión.

Las ganancias aumentaron de manera espectacular en meses recientes, y eso podría indicar que las empresas comenzarán a contratar más trabajadores en los meses que vienen. De ese modo, la recuperación tendría una cara más amable en lo que se refiere al empleo. Sin embargo, la expansión del empleo podría ser menor de lo esperado, lo que terminaría por socavar la misma recuperación.

Eso se debe a que muchos empleos se exportan hoy a economías en las que el costo de la mano de obra es menor. Y ahora se trata de empleos que anteriormente se pensaba permanecerían en Estados Unidos. Después de las manufacturas, que ya sufrieron esa sangría en el pasado, toca el turno al sector servicios con empleos en centros de llamadas telefónicas, respaldo a clientes, cálculo financiero, manejo de presupuesto, y hasta diseño de programas de cómputo. Esos empleos hoy emigran a China, India, Filipinas y Malasia.

Desde luego, la subvaluación del yuan chino promueve esa tendencia, y si se corrige podría disminuir esa salida de empleos. Pero las otras economías del sudeste asiático van a mantener su subvaluación, así que el flujo se mantendrá. En la actualidad se calcula que esta tendencia a subcontratar cuesta a Estados Unidos entre 250 mil y 500 mil empleos anuales, precisamente lo que se calcula necesario para asegurar una recuperación que se sostenga a sí misma.

El tercer problema es el déficit fiscal. Bush afirma que su política de reducción de impuestos es responsable de la recuperación al inyectarle a la economía unos 350 mil millones de dólares para el periodo 2001-2003. Al mismo tiempo, el ritmo de gasto del gobierno sólo tiene paralelo durante las guerras de Corea y de Vietnam. Se calcula que ese paquete de estímulos es responsable de 25 por ciento del crecimiento económico el último año. Pero el costo es elevadísimo: las finanzas públicas pasaron de un superávit de 255 mil millones de dólares a un déficit de 495 mil millones para este año fiscal.

El déficit se debe primordialmente al recorte de impuestos que benefició a los más ricos, y no va a reabsorberse por la recuperación. Es probable que el déficit fiscal supere la barrera de 3 por ciento del PIB, lo cual llevaría a la tasa de interés de largo plazo a un incremento de 75 puntos base sobre lo que hubiera sido el nivel sin déficit. Eso tendrá efectos significativos en la inversión y la productividad, la competitividad y los niveles de bienestar de la población en general.

Claro, para cuando todo eso suceda, el sexenio de Fox habrá concluido. Pero eso no cambia las cosas: la plegaria, digo, perdón, una estrategia para México basada en la expansión de la economía de Estados Unidos nunca tuvo sentido.

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