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México D.F. Domingo 7 de marzo de 2004

Bárbara Jacobs

Buscarnos por mejorarnos

A pesar de que desde hace unos cuantos siglos ya Juan Ruiz de Alarcón había observado que mudarse no es otra cosa que "trocar un daño a otro", la vida de los Eliot, T.S. y Vivienne, su mujer, fue una sucesión mareante de mudanzas.

T.S. nació en San Luis, Misuri, y se mudó a Boston, concretamente a la zona de Harvard, en donde, si no una placa en una casa, hay una calle con su nombre. De ahí, se mudó a Inglaterra, y no mudó solamente de país, pues pronto lo hizo de nacionalidad. Si sus ex paisanos, los estadunidenses, son afectos a mudarse de casa, no tomaron a bien que T.S. se hiciera súbdito inglés, mucho menos cuando, tiempo después, recibiría el Premio Nobel como ciudadano británico. Dejó en su lugar de origen un amor de un amigo muerto y otro, de una joven, pendiente, que, más adelante en la vida, estuvo a punto de mudar por el de su esposa Vivienne, inglesa, que también se había contagiado ya del afán de las mudanzas.

Ya casados, nunca lograron la constancia en la vivienda. Y me parece raro que si no ambos, el poeta no se percatara de que mudarse de casa no era mejorar el caos de su relación de pareja. En menos de 20 años, se mudaron incontables veces: en el mismo Londres, de barrio, de calle, de número en una misma calle y, bueno, de la ciudad al campo y de regreso, sin hallar sosiego en ninguna de estas mudanzas.

Para incorporarse al prestigioso y falto de ética grupo de Bloomsbury, los Eliot llegaron al extremo de mudar de condición: si fueron una pareja casada, pronto Eliot, el poeta, accedió o instigó que Vivienne fuera amante de Bertrand Russell, para, más tarde, achacar la mudanza de ella, de fiel en adúltera, la repugnancia que ella y, por extensión, la mujer, le causaba al poeta. La propia Vivienne cayó pronto en la mudanza de nombre, ya que dejó el suyo de familia para adoptar el de su esposo, antes de que él fuera quien llegaría a ser. (Cuando ella murió, sin embargo, y en su lápida se grabó el nombre de familia, el hecho, desesperantemente, indignó al laureado poeta.)

Ya en calidad de miembros destacados de Bloomsbury, arribo debido en gran parte al filósofo Russell, todavía fue útil Vivienne para T.S. Cuando T.S. creó por fin su propia revista, y mudó ser empleado de banco en la mudanza de ser su propio jefe, ella recurrió a un sinnúmero de mudanzas de seudónimos para llenar huecos sin cobrar, alentada, quizá, porque algunos versos de la Tierra baldía son de ella, son, ufanablemente, de los que Pound no mudó. Vivienne ayudó a T.S. a mantener viva la revista. Mudó de poeta a prosista; mudó de reseñar libros hasta alcanzar la mudanza casi permanente de la crítica antisocial. Había encontrado, aun en la mudanza de nombre, que podía escribir. Pero cuando tomó vuelo y pudo hacerlo al grado de ocasionar escándalos, el poeta se vio en la necesidad de prescindir de su colaboración, y obligó a su esposa a mudar de personalidad, de escritora, a la de desposeída de esa profesión.

Eliot mudó de religión, punto que perturbó aún más a su familia y aun al grupo de Bloomsbury. Pero el hecho a él lo benefició. Por ejemplo, cuando quiso mudarse a una casa de huéspedes habitada no únicamente por hombres sino por hombres de la religión a la que Eliot se acogió o se mudó. Además, esta mudanza, secreta, le permitió mudar de condición, pues por fin se atrevió a pronunciar su preferencia sexual, despierta con el amigo que murió en la Primera Guerra, y acallada durante años de repudio a Vivienne y, a través de ella, a la mujer. Eliot había mudado de modales al afirmar los innatos, y también de color de piel, al mudársela mediante maquillaje. Había aprovechado una invitación a su ex país, en donde permanecería mudado y en mudanzas aproximadamente seis meses, para dar los primeros pasos en mudarse de casado a divorciado. Pero la carta en la que, a través del Atlántico y de los abogados, anunciaba el deseo de su nueva mudanza de estado legal, fue desatendida tercamente por Vivienne, que se negaba a abandonar la mudanza de nombre, la de estado legal y la de estatus; y recuperar el nombre de familia le implicaba una mudanza demasiado humillante como para aceptarla.

No sin razón. De regreso de Estados Unidos, doble paradoja, al Reino Unido, con la personalidad mudada hacia la que Eliot no había hecho sino aproximarse los últimos cuarentaitantos años con que contaba, Eliot tenía en mente mudar de su vida a su mujer. Y lo logró tras intentos intermitentes, pues ella mudaba de ida y vuelta de la locura a la cordura, hasta que, apoyado por el hermano y la mamá de Vivienne, Eliot la mudó con consistencia de la libertad a la prisión, pues la internó en un sanatorio siquiátrico de forma por fin permanente, ya que ahí fue donde ella murió. Es decir, mudó de persona viviente a cuerpo muerto con firmeza.

Los viajeros que van tras la búsqueda de casas de escritores, satisfarán su anhelo al dar con el hospital donde Vivienne murió, dirección de la que le fue imposible mudarse, y con la que cortó el infatigable ejercicio de ganar la embestida contra la inconstancia que es la de mudarse.

Los Eliot, una vez destacados miembros de Bloomsbury, mudaron una y otra vez de amistades. Al final, sin embargo, el grupo en conjunto se alió a Eliot y dio la espalda a Vivienne, como conspiradores protegidos bajo el manto del poeta, que ya era el de la celebridad.

"La vida es como ir andando apresuradamente en la oscuridad: un traspié a ciegas", escribió Vivienne alguna vez. "La muerte, en cambio, debe ser como abrir la puerta de una casa iluminada y decir jadeando, 'Bueno, ya estoy aquí, aunque no sé cómo llegué." Si es que Vivienne se suicidó, pues su muerte no fue aclarada, "Realizó su última apuesta: mudarse de la oscuridad a la luz", según escribió su biógrafa, Carole Seymour-Jones, creo que con razón.

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