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México D.F. Martes 16 de marzo de 2004

CIUDAD PERDIDA

Miguel Angel Velázquez

Mentiras y chismes en torno a la feria de las casualidades

ASI QUE LA maravilla de las casualidades sigue adelante y ahora el Cisen, es decir la Secretaría de Gobernación, casualmente rentó un salón en el hotel Presidente Intercontinental y lo prestó, casualmente, a Carlos Ahumada Kurtz. Nada sabía la "inteligencia" del gobierno de que en ese salón se llevaría a cabo una reunión a la que todos llegaron casualmente.

QUEDA CLARO ENTONCES que nadie, ni la gente de la Procuraduría General de la República ni la del Cisen, menos aún Diego Fernández de Cevallos y desde luego, tampoco Carlos Ahumada, estuvo el día 20 del mes pasado en el hotel citado con la intención de confabular contra el gobierno del Distrito Federal. La presencia de todos ellos fue, meramente casual. Ya entendimos.

LO ENTENDEMOS DE la misma forma que entendemos que Fernández de Cevallos pida, una y otra vez, que se le aplique la justicia, en caso de que se tengan pruebas de algún hecho ilegal cometido por él. A fin de cuentas Diego tiene fuero y nada se puede hacer en su contra.

EL FUERO ES el privilegio del que gozan los legisladores para que ni el aire los toque, la justicia menos. Es ese instrumento, el refugio del que goza, por ejemplo, el "líder" del sindicato del Metro, Fernando Espino, y con el que se cobija Fernández de Cevallos para hacer y deshacer, para vociferar con toda impunidad. Bueno sería que el abogado más rico de México dejara el fuero y sin protección gritara que se presenten las pruebas en su contra.

CLARO QUE ESTO no va a suceder porque casualmente, nada más, Diego Fernández tiene fuero y no se va a arriesgar a que la justicia, de verdad, lo toque. Diego sí sabe lo que se ha comido y sabe que por los cuatro puntos cardinales hay quienes le quieren cobrar, legalmente, las cuentas pendientes.

DE ESA MANERA a quien debe condenarse es al abogado Humberto Alzaga Morales, por metiche. Alzaga Morales, priísta confeso con más de veinte años de militancia, quien en una carta dirigida al jefe de Gobierno de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, reclama justicia en contra de la "corrupción de algunos de sus colaboradores", sabe quién es Diego y quién Carlos Ahumada. Los vio juntos en el hotel el día 20.

DICE EL ABOGADO, más en el plano del enojo que en el del chisme: "desde luego que no me consta lo que estaban tratando, debido a que se encontraban en uno de los sillones en forma de escuadra, esto es, quedando uno frente al otro, el cual se ubica en el interior del lobby bar y a una distancia aproximada de siete metros. Sin embargo me pude percatar que el señor Ahumada le mostraba unos papeles al senador Diego Fernández, quien permanecía muy atento a lo que esta persona le estaba mostrando".

ESTE ABOGADO QUE no parece haber defendido narcos; que no parece, tampoco, haberse hecho rico a partir de trampas judiciales que dañen al Estado y menos aún haberse quedado con tierras en el estado de Guerrero, no es merecedor del crédito a su palabra, es mentiroso, nada más.

POR ESO NO es muy preocupante, para las autoridades de la ciudad, que en la carta que dirige a López Obrador asegure que "no estoy de acuerdo con usted (se refiere al jefe de Gobierno) en muchas decisiones que su gobierno ha implementado" y declara su indignación por los actos de corrupción y le exige, al mismo gobierno de la ciudad, que haga valer el estado de derecho "que tanto pregona y aplique la ley sin miramientos y sin partidismos. La ley debe estar por encima de amigos, colaboradores e intereses de su partido. Limpie su casa, para que juntos limpiemos la corrupción en nuestra ciudad".

TOTAL, A QUIEN se debe creer, ¿a Diego, el impoluto, o a ese abogado metiche y chismoso que, con absoluta mala leche, confundió una casualidad y con mente morbosa imaginó aquello que ni un novelista ingenioso hubiera tramado? He ahí el dilema.


ciudadperdida 

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