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México D.F. Martes 16 de marzo de 2004

Magdalena Gómez

El monopolio de la política

A estas alturas nadie puede negar la gravedad de los escándalos sobre casos de corrupción, pero si algo queda claro es que hoy nos presentan unos videos en ausencia de los largometrajes "ocultos" a lo largo de los últimos 60 años. Ahí está la historia, lo triste es que nos den ejemplos de su continuidad desde los espacios llamados a construir un futuro distinto. Sin embargo, sería deseable que los presuntos delitos cometidos se ventilaran en el cauce institucional que corresponde. Cómo debió ser, si no existiera el mercadeo de la rentabilidad política incluso de la promoción y preparación de la misma.

Es evidente que la motivación para la presentación de los videos no radicó en la vocación por el combate a la corrupción y que a la vertiente mercenaria se sumó la que busca golpear a Andrés Manuel López Obrador, uno de los liderazgos que concitan voluntades populares en un mar de creciente desconfianza social hacia el terreno de "los políticos".

En el trayecto hacia el Zócalo en Metro el pasado domingo me encontré con familias enteras que se constituían en comunidades informales y se preguntaban si estaría cerrada la estación, a secas; de pronto una señora dijo "porque todos vamos para allá", y otra agregó, ya en confianza, "para qué le buscan a Andrés si ya saben que todos estamos con él". Así, tranquilas, sin levantar el puño ni gritar consignas, expresaban ese "ánimo social". Me recordaron un viaje a Guerrero a finales de julio de 1988, cuando una viejecita me preguntó: "Ƒy quién ganó?" Le contesté enojada: "dijeron que Salinas", y me respondió sorprendida: "Ƒpor qué?, si todos votamos por Cárdenas".

Ya en el Zócalo, Andrés Manuel señaló que "la política ya no es monopolio de los políticos, por eso ustedes deben estar informados". Esta afirmación encierra una propuesta más que una realidad, precisamente ahí radica uno de los pilares de lo que debería ser la base de un nuevo pacto social que se expresara constitucionalmente. Urge un golpe de timón que coloque la visión de la política y del poder en un marco más amplio que la hasta hoy vigente democracia representativa. Los años de lucha contra el fraude electoral llevaron a una regulación y creación institucional que permitió desterrarlo casi totalmente. Sin embargo creó a la vez una suerte de torre de Babel en la que se encerraron "los políticos" considerando que ya había terminado la lucha por la apertura democrática. Así fueron postergadas o rechazadas las alternativas de democracia directa y participativa que sectores de la sociedad civil y pueblos indígenas han planteado. Volver los ojos a esa dimensión de la política y a la reflexión sobre el significado del mandar obedeciendo nos lleva al ejemplo zapatista y con ello a un espacio que encierra un capital político y ético que está en franca quiebra en los terrenos de la clase política.

Precisamente en la reciente visita a Chiapas de un grupo italiano, Di Sabato, representante del partido Rifondazione Comunista, afirmó: "Hemos visto que la revolución zapatista es una ruptura con las viejas revoluciones. En nuestra visita a Chiapas pudimos tocar con la mano una realidad que demuestra que existen dos tipos de democracia. Uno, que podría llamarse institucional, corresponde al sistema neoliberal y se orienta al comercio y el consumismo. Tuvimos la oportunidad de conocer la nueva experiencia zapatista, que nos enseña que ya no sólo es posible rebelarse contra el sistema político y económico, sino además construir desde la rebeldía una democracia participativa" (La Jornada, 14 de marzo de 2004).

De manera insistente se ha señalado que nuestro país puede llegar al punto del "que se vayan todos" argentino, creo que sí, pero el nuestro sería un "casi todos", que incluiría a los políticos que han monopolizado y corrompido la idea misma de la política en su sentido profundo. Son los mismos que disfrutan del coto cerrado del poder y que con visión obtusa planteaban que el proceso de paz en Chiapas debió traducirse en senadurías y diputaciones para los zapatistas con su consiguiente partido político. Precisamente ante la crisis actual hay que recordar a esos políticos que han llevado a la deriva a la nación y habrá que sacarla desde abajo: ahí estará el punto de encuentro para los auténticos liderazgos.

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